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Océanos en peligro: ¿Preparados para la extinción masiva?

Un jueves hace 100 días, la plataforma petrolera Deepwater Horizon empezó a derramar petróleo en el Golfo de México. A pesar del profundo daño que el escape de millones de barriles de crudo está ocasionando en el ecosistema del golfo, solo es una de las muchas amenazas para los océanos que, según señalan muchos expertos, podrían cambiar la estructura de los océanos tal y como los conocemos hoy y destruir gran parte de la vida marina.

Las aguas del golfo ya estaban intensamente esquilmadas, con una zona muerta generada por la escorrentía agrícola rica en nutrientes.

El golfo y el resto de aguas del mundo se enfrentan igualmente a los efectos inciertos y potencialmente devastadores del cambio climático. Las temperaturas más cálidas del océano, que reducen el contenido de oxígeno en el agua, y el aumento de dióxido de carbono atmosférico están alterando la química básica del océano haciéndolo más ácido. No existe ninguna duda de que ambos efectos han comenzado ya a provocar estragos en determinadas criaturas vitales.

Los seres humanos creamos estos problemas, principalmente después de la Revolución Industrial. Sin embargo, algunos investigadores evocan tiempos pasados. La Tierra ha sido testigo de varias extinciones masivas, incluidas cinco extinciones que exterminaron a más de la mitad de las especies del planeta. Varios expertos creen ahora que la Tierra está en medio del sexto acontecimiento de extinción: el primero provocado por los humanos.

“Los efectos sinérgicos de los impactos humanos están sentando hoy en día las bases para una extinción masiva antropogénica en los océanos, con consecuencias ecológicas y evolutivas desconocidas,” escribió Jeremy Jackson de la Institución Scripps de Oceanografía, en la Universidad de California, San Diego, en un artículo de 2008 publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

En lo que concierne a los océanos, los estudios muestran un parecido con la extinción del Pérmico-Triásico, conocida también como la Gran Mortandad, que exterminó el 95 por ciento de las especies marinas al perder los océanos su oxígeno hace aproximadamente 250 millones de años.

El mismo fenómeno está teniendo lugar en muchas áreas de los océanos de hoy en día. La entrada de fertilizantes a los ríos y posteriormente a los océanos está agotando el oxígeno y es esta escorrentía de nutrientes la causa principal de la zona muerta de 3.000 millas cuadradas (7.770 kilómetros cuadrados) en el golfo de México. Según un informe de 2008 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el número de zonas muertas en todo el mundo, algunas de las cuales están ocurriendo de forma natural, aumentaron de 149 en 2003 a más de 200 en 2006.

Es más, la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero están templando la superficie del océano, impidiendo que las aguas más profundas, ricas en nutrientes pero más bajas en oxígeno, se mezclen con la superficie oxigenada. Según un informe de 2007 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), las temperaturas globales de la superficie del mar aumentaron en 1,1º Fahrenheit (0,6ºC) a lo largo del siglo XXI y, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), esta década está siendo la más cálida desde que empezaron a registrarse datos a partir de 1880.

Según Lee Kump, geocientífico en la Universidad de Pensilvania, en el tiempo de la tercera de las cinco grandes extinciones, la extinción del Pérmico-Triásico, sólo había un enorme continente y un vasto océano, condiciones que alteraron las corrientes oceánicas e impidieron la circulación de oxígeno en un mundo templado, estableciendo la etapa para el desencadenante definitivo: una serie de erupciones volcánicas masivas en Siberia.

Según Kump, las erupciones inyectaron cantidades masivas de dióxido de carbono a la atmósfera. Este océano más templado exacerbó su problema de oxígeno. Entre tanto, más tormentas en tierra firme arrastraron hacia el mar más nutrientes consumidores de oxígeno. Las bacterias empezaron a producir sulfido de hidrógeno, que fue expulsado finalmente a una atmósfera ya intoxicada con dióxido de carbono.

Kump señala que la comparación de la emisión de dióxido de carbono de entonces con la hoy en día es reveladora. Los volcanes de Siberia liberaron cientos de miles de gigatones de dióxido de carbono a la atmósfera a lo largo de lo que fueron probablemente miles de años. Los humanos estamos produciendo actualmente 9 gigatones anuales de las reservas de combustibles fósiles que contienen hasta 4.000 gigatones.

Según Kump, el ritmo de emisión de dióxido de carbono tiene importancia porque la vida necesita tiempo para adaptarse.

“Es cómo decir, ¿qué prefieres? ¿que te aplasten o que te den un puñetazo? La extinción Pérmica fue un estrujón que fue presionando de forma gradual. Puede que en última instancia haya sido más fatal que el puñetazo que recibiremos, pero éste dolerá más.

El paralelismo en la química del océano entre el pasado y el presente no está limitado a la reducción de oxígeno. El océano pérmico se hizo más ácido a medida que el clima fue cambiando, al igual que está haciendo el océano moderno de hoy en día.

Según Richard Feely, científico senior en el Pacific Marine Environmental Laboratory de la NOAA, el océano ha absorbido hasta la fecha cerca del 30 por ciento del dióxido de carbono producido por los humanos, haciendo que sus aguas experimenten un incremento de la acidez de un 30 por ciento. Feeky señala que, de seguir a este ritmo, la acidez del océano habrá aumentado un 150 por ciento a finales de este siglo.

El aumento de dióxido de carbono y la acidez del océano jugaron un papel muy importante en las cinco grandes extinciones masivas, sin embargo en aquellos casos el cambio en la acidez sucedió entre cientos a miles de veces más lento que la velocidad en la que está cambiando hoy. Cuando los cambios ocurren rápidamente ‘el sistema del océano por sí sólo no tiene tiempo a adaptarse,’ dice Freely.

Las aguas cada vez más ácidas afectan a multitud de especies que son parte clave de los ecosistemas oceánicos.
La acidificación interfiere en la habilidad que tienen ostras, caracoles marinos y otras criaturas para construir sus conchas o esqueletos de carbonato de calcio. Entre las víctimas de la acidificación están especialmente los corales, cuyo crecimiento se ve impedido en aguas afectadas. Más aún, el cambio climático supone otro grave problema para los arrecifes de coral: la luz solar y los pequeños aumentos en la temperatura del agua hace que los corales expulsen el alga simbiótica que les proporciona energía, provocando su color blanco en un efecto llamado blanqueamiento, que puede acortar la vida del coral o resultar mortal. El blanqueamiento masivo fue observado por primera vez a finales de la década de 1970. En 2008, se perdieron el 19 por ciento de los arrecifes de coral estimados en el mundo y el 35 por ciento se consideró gravemente amenazado.

El blanqueamiento del coral no sólo afecta a los corales sino también a muchas especies marinas que dependen de los arrecifes coralinos como hábitat clave.

“Se estima que el 25 por ciento de las especies marinas pasan al menos una parte de sus ciclos de vida en los arrecifes de coral,” informa Ken Caldeira de la Institución Carnegie de Ciencias. “Cuando perdamos los corales, perderemos probablemente a muchas de estas especies.”

Un informe publicado recientemente en la revista Nature ha documentado lo que puede ser otro efecto dominó en el declive de los océanos: la base de la cadena alimenticia marina. Los autores han hallado que los niveles globales de fitoplancton en el último siglo han descendido un 1 por ciento cada año, un fenómeno que relacionan con las superficies templadas del océano.

En medio del espectro del cambio climático, la amenaza más inmediata para las especies y los ecosistemas marinos es la sobrepesca y los tiburones son gráficos de este problema. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha clasificado cerca de un tercio de todas las especies de tiburones pelágicos como amenazados de extinción debido a la sobrespesca.

Algunas prácticas de pesca matan otras criaturas de forma accidental, un fenómeno que se conoce como pesca accidental. Las tortugas marinas se hallan entre las principales víctimas; un estudio publicado en abril de 2010 estimó que millones de tortugas marinas han caído víctimas accidentales en los aparejos de pesca comerciales durante los últimos 20 años.

La pesca de arrastre de fondo, en la que una enorme red con pesados lastres es arrastrada por el suelo marino, es la causa principal de la destrucción del hábitat marino.

Varios informes indican que ha desaparecido el 90 por ciento de los grandes depredadores marinos del mundo y que aproximadamente un tercio de las especies más comerciales se encuentran totalmente colapsadas.

Tony Haymet, director de la Institución Scripps de Oceanografía de la Universidad de California, San Diego, describe los océanos y la atmósfera como las víctimas de ‘la tragedia de los comunes: todo el mundo es dueño y nadie lo es’.

“Pero por otro lado existen tres cosas que creo que al menos tenemos posibilidad de abordar,” dice. “Un movimiento internacional para abordar la sobrepesca, la creación de reservas marinas y la posibilidad de que el senado de los Estados Unidos ratifique finalmente la Convención de Naciones Unidas sobre la Ley del Mar que establece regulaciones internacionales que gobiernan el uso de los océanos”.

Dice que aunque existen obstáculos, la acuacultura también tiene el potencial para ser una fuente de proteína segura y sostenible.

Otros sin embargo no se muestran tan optimistas. Los humanos cuentan con la tecnología y el conocimiento para detener los estragos ecológicos que estamos provocando, pero que no sabemos usarlos de forma responsable.

“De seguir al ritmo actual, las extinciones de las próximas décadas serán para los futuros geólogos claramente comparables en escala a los grandes acontecimientos de extinción en la historia de la Tierra. Creo que será una extinción enigmática: Los futuros geólogos intentarán averiguar el por qué intentamos exterminar a tantas especies; les resultará difícil creer que la simple razón fue la estupidez.’

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