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El cambio climático está contribuyendo a las muertes de ballena franca del Atlántico Norte

El aumento de las temperaturas del mar debido al cambio climático está suponiendo otro duro revés para la supervivencia de la ballena franca del Atlántico Norte, la especie de ballena más amenazada del mundo, dificultando la búsqueda de alimento y lugares seguros para este mamífero marino.

Michael Jasny, director del Proyecto para la Protección de Mamíferos Marinos de la organización Natural Resources Defence Council, dice que desde 2017 han sido reportadas 30 muertes, 10 desde junio. Ese número excede al número de crías que están naciendo y pone a la especie en un curso de extinción.

“Este es el número de muertes reportadas,” dice Jasny, de una población total de tan solo 400 individuos. “La cifra real es con seguridad aún mayor ya que sabemos que muchas muertes ni se detectan ni reportan.”

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica reitera lo que dice Janys diciendo que el número  de muertes sin precedentes durante los últimos años ha llevado a declarar un evento de mortalidad insual.

Entre las razones que están contribuyendo a la disminución de la población se incluyen las colisiones con barcos, enredos en las artes de pesca, principalmente nasas para cangrejos, y la falta de alimento. Se estima que unas 100 ballenas quedan enredadas en las artes de pesca de Estados Unidos y Canadá y que en torno a un 83 por ciento de todas las ballenas ha sufrido algún enredo al menos una vez. Estos cabos se enredan en las bocas, aletas, colas y cuerpos de los mamíferos, a menudo provocando amputaciones o cortes que pueden infectarse.

Según Jasny, ahora el cambio climático está exacerbando la situación ya mortal porque está redistribuyendo su principal fuente de alimento – unos crustáceos llamados copépodos.

“Es obvio que las especies marinas se desplazarán allí donde se desplace su presa”, dice. “Actualmente la ballena franca es hallada cada vez más en lugares en los que antes no solía estar,” dice.

La ballena franca suele verse a lo largo de las costas de Florida y Georgia, pero en los últimos años se está dejando ver en Nueva Inglaterra durante los meses de verano, probablemente buscando alimento en esta época inusual del año. La especie también está pasando más tiempo de lo normal en Canadá, lo que está derivando en graves problemas para su conservación.

“Aunque no todas, muchas de estas colisiones han ocurrido en el estuario del golfo de San Lorenzo, al este de Canadá, es decir, en un área que, a diferencia de los Estados Unidos, no tenía hasta recientemente ningún control de velocidad para los grandes buques comerciales.

“Tenemos, por tanto, un caso de cambio climático que está influyendo en la distribución de las ballenas y, en consecuencia, agravando el problema.”

Entre los esfuerzos por salvar a la especie se incluye monitorizar las nuevas crías. Los avistamientos de estas crías han alcanzando los dos dígitos esta temporada, que transcurre normalmente entre finales de noviembre y principios de abril. En la temporada 2018 – 2019 solo se vieron a siete y en 2018 no se documentó ninguna. Para que la especie logre sobrevivir las hembras deberían alumbrar a unas 29 crías al año y durante los últimos tres años solo el 5 por ciento de las hembras reproductoras lo ha hecho.

La buena noticia es que la semana pasada fue observada la décima cría frente a la costa de Carolina del Sur. Es la quinta cría de Palmetto de 31 años de edad, después de ser madre en 2019. Palmetto fue avistada por primera vez en 1989.

“Aunque estoy entusiasmado por el número más alto de crías, la población sigue estando en un estado de descenso,” dice.

Los datos revelan que las ballenas tienen actualmente una esperanza de vida más baja. Típicamente la especie vive más de 70 años, pero cada vez es más difícil ver a una de más de 40.

Las ballenas francas no alcanzan la madurez sexual hasta los 10 años de edad. Típicamente alumbran a una cría cada tres o cinco años tras una larga gestación. Sin embargo, el trauma causado por los enredos crónicos en las artes de pesca y otros factores de estrés como el ruido han aumentado el intervalo de alumbramiento a los 10 años y, peor aún si cabe, quedan menos de 100 hembras reproductoras. Estos desafíos están complicando su recuperación.

“Sería como si de repente los humanos tuviéramos la esperanza de vida que teníamos en la edad media,” dice.

Actualmente en el congreso hay un apoyo bipartidista para un proyecto de ley llamado SAVE Right Whale Act, que proporcionaría cerca de 5 millones de dólares al año durante 10 años para el desarrollo e implementación de medidas para abordar el problema de la mortalidad.

Pero Janys cree que el gobierno federal no está haciendo lo posible por reducir los enredos en las artes de pesca. 

“Ha ido demorando sistemáticamente estas regulaciones,” dice. “Ahora el gobierno dice que no veremos una propuesta de las nuevas normativas hasta julio, a pocos meses de las elecciones, lo que podría llevar a que la propuesta sobre los enredos se demorara hasta pasado noviembre, dice. 

“Las ballenas francas están en una situación desesperante,” dice.

“No se pueden permitir más meses de demora burocrática nacida del temor de hacer algo que pueda alivianar a algún sector durante un año electoral.”

La ballena franca del Atlántico Norte fue agresivamente cazada hasta su casi la extinción durante la década de 1920, llevando a una población estimada de unos 21.000 individuos a tan solo unos 100. Tras la prohibición de su caza en 1935 su población aumentó a los 483. Lamentablemente, ese progreso se revirtió a partir de 2010 y la población volvió a descender, con poco más de 400 individuos en todo el mundo.

Si la tendencia de la última década continúa, la extinción será inevitable.

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