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El cambio climático convierte enero de 2020 en el más caluroso en 141 años

Enero de 2020 fue el enero más caluroso desde que los científicos empezaron a mantener registros de temperaturas en 1880, según han informado científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

Las temperaturas récord de este enero siguen a las de un 2019 excepcionalmente cálido que ha sido clasificado como el segundo año más caluroso para la superficie del planeta desde que empezaron a registrarse datos. Los últimos cinco años y la pasada década han sido los más calurosos en 150 años de registros, una señal del creciente ritmo de la crisis climática.

“Es uno de esos indicadores de que las cosas se están calentando dramáticamente”, dice el climatólogo Don Wuebbles, de la Universidad de Illinois.

La temperatura de la Tierra en 2019 fue 1,14ºC más alta con respecto al promedio del siglo XX, batiendo los 1,10ºC de 2016. Los cuatro eneros más calurosos registrados han ocurrido todos desde entonces.

Y todavía tiene que confirmarse la lectura del 9 de febrero de una temperatura de 20,75ºC en la isla Seymour en la Península Antártica.

Aunque el registro de las temperaturas medias globales sólo se remontan a hace 141 años y la Tierra podría haber sufrido temperaturas más altas en el pasado (una posibilidad que no puede demostrarse científicamente con tanta certeza), el aumento global de la temperatura es particularmente preocupante porque está ocurriendo en este mismo instante, la era en la que vivimos.

Las temperaturas de los océanos también han aumentado. La extensión de hielo marino ártico fue un 5,3 por ciento inferior que la media entre 1981 y 2010, mientras que el hielo marino antártico lo fue un 9,8 con respecto a su promedio.

El aumento de la temperatura también está fundiendo el hielo y la nieve de las regiones polares, provocando aumentos del nivel del mar. Y en estas áreas la temperatura está aumentando aún más deprisa.

En partes de Rusia, Escandinavia y este de Canadá, las temperaturas superaron en 5ºC los promedios antiguos. 

El deshielo supone otros peligros. Las regiones de permafrost en el Ártico contienen enormes depósitos de gas metano, que pueden ser liberados a la atmósfera si el hielo se funde. Cuánto más gas metano se libere, más hielo se fundirá porque el metano por sí mismo es un potente gas de efecto invernadero que contribuye al aumento de las temperaturas.

También se teme que el deshielo pueda dejar expuestos virus y bacterias mortales que la medicina moderna nunca ha visto antes y que podría no saber cómo contener.

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