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La mayor ola de calor marina registrada nunca mató a casi un millón de aves marinas entre 2015 y 2016

El arao común se reproduce en el Pacífico y el Atlántico y se encuentra entre las aves marinas más abundantes del hemisferio norte. Pero, al igual que muchas otras aves marinas, su población ha descendido durante las últimas décadas. Parte de este descenso se debe a que el entorno marino – su hábitat y lugar de caza – es cada vez más impredecible y difícil para sobrevivir en él.

Entre el verano de 2015 y la primavera de 2016, el Pacífico Noroccidental sufrió la ola de calor marina más intensa y prolongada registrada desde 1870. Conocida como “the blob”, la ola de calor causó un aumento de las temperaturas de la superficie del mar de hasta 6ºC. Este aumento fue suficiente para provocar un desquilibrio masivo en el ecosistema marino.

Los peces de los que normalmente se alimenta el arao común, tales como el arenque, la sardina y la anchoa, murieron o se movieron hacia aguas más frías, dejando a los araos sin apenas alimento. Como resultado, muchas aves murieron de hambre.

Los efectos de la ola de calor fueron dobles. En primer lugar las elevadas temperaturas provocaron la disminución de la calidad y cantidad de fitoplancton, que a su vez redujo la cantidad y calidad de los peces de los que se alimentan las aves. En segundo lugar, a medida que las aguas se fueron calentando, aumentaron las necesidades energéticas de peces más grandes como el salmón y el bacalao del Pacífico, que se alimentan de las mismas presas que los araos. Además, el calor hizo aflorar de forma masiva algas nocivas a lo largo de la costa, causando la muerte de muchos animales.

Un nuevo estudio ha revelado que al menos un millón de estas aves murieron a causa de ello y se cree que dos tercios eran adultos reproductores. En una población sana cerca de un 95 por ciento de las aves reproductoras sobreviven al año siguiente. Pero un mal año para la supervivencia de los adultos causa enormes problemas en la población global.

Esta es la razón por la que los araos viven hasta 40 años y alcanzan la madurez sexual lentamente, poniendo solo un huevo al año. Una hembra puede empezar a reproducirse a la edad de siete años y seguir haciéndolo cada año hasta que muere. La mayoría de aves marinas viven vidas similares porque el alimento con el que alimentan a sus pollos a menudo está mar adentro. Llevar alimento de vuelta a la colonia en tiera es lo que limita el número de pollos que pueden criar en un año. Cuando muchas aves adultas en edad reprodutiva mueren, no hay pollos nuevos que los reemplacen, de manera que la población desciende.

Los investigadores estimaron la escalofriante cifra en base al número de aves muertas o moribundas que llegaron a las costas entre California y el golfo de Alaska. En una franja de 6000 km de litoral fueron hallados un total de 62.000 aves. Pero no todas las aves que murieron llegaron a la costa y lugares accesibles. Estudios anteriores han revelado que el número de aves muertas tiene que multiplicarse por al menos 7, y posiblemente hasta varios cientos de veces, para encontrar la estimación mínima del total de muertes. Esto significa que la cifra podría ser bastante conservadora.

Según el estudio, las poblaciones reproductoras en el golfo de Alaska sufrieron un descenso de entre un 10 y un 20 por ciento. El fracaso reproductivo total, donde las aves no se reprodujeron o no consiguieron críar a sus pollos, se reportó en 22 colonias de araos que fueron monitorizadas de forma regular durante las temporadoras de reproducción de 2015, 2016 y 2017. Un fracaso total es extremadamente inusual entre los araos y es una señal clara de que el suministro de alimento es extremedamente bajo.

La aparición de cifras insualmente elevadas en el número de aves muertas se conoce como wreck (lit., «naufragio») Durante años se han observado estos eventos en araos comunes y especies relacionadas tales como el frailecillo. Estos colapsos de las poblaciones pueden ser un aspecto regular de la biología del arao, pero esta mortandad fue mucho mayor y en un área mucho más amplia.

En la mayoría de los casos, estos colapsos son resultado de unas condiciones de tormenta persistentes, que alteran la disponibilidad de peces de los que dependen aves como los araos y los frailecillos. Cuando las condiciones del mar y el tiempo se hacen adversas, la creciente demanda energética puede matar a muchas aves. El más reciente ocurrió en el Reino Unido y Europa occidental en la primavera de 2014 y mató al menos a 50.000 aves, principalmente araos comunes y frailecillos del Atlántico.

Probablemente las poblaciones de araos comunes del Pacifico y Europa occidental se recuperen, pero no podemos permitirnos la autocomplacencia. La única forma que tienen los científicos de saber si las poblaciones se han recuperado es monitorizando las aves. Es una actividad que normalmente se considera la más baja dentro de la escala del esfuerzo científico, pero absolutamente vital en un mundo donde la fauna silvestre está disminuyendo alarmantemente.

El mortandad masiva de araos comunes del Pacífico Norte no tuvo precedentes tanto por la cantidad de aves muertas como por la enorme región afectada. Pero esa ola de calor puede que sea sólo una muestra de lo que les depara a las aves marinas de todo el planeta a medida que la crisis climática haga más frecuentes estos eventos.

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