Este último mes de temporada de caza de delfines en Taiji, Japón, está siendo particularmente horroroso. El 10 de febrero una familia formada por 10 delfines mulares fue perseguida y separada en nombre del entretenimiento humano.
Los barcos persiguieron a la manada durante varias horas. Finalmente, los pescadores a bordo aprovecharon el agotamiento y la confusión de los delfines, entre los que se encontraba al menos una madre con su cría, para obligarlos a entrar en una cala sin salida. Los adiestradores de delfines no tardaron en llegar para medir, inspeccionar y decidir cuáles se llevaban. El resto fue conducido violentamente de vuelta al mar. Aunque la liberación es un destino mejor que la captura o la muerte, hay un motivo adicional de preocupación: la supervivencia de estos delfines. El estrés provocado por las horas de persecución, la desestructuración de la manada debido a la falta de individuos clave y el trauma al que han sido sometidos una vez acorralados tiene, a menudo, consecuencias fatales. Muchos llegan muertos a la orilla pocos días después.
Esta especie es especialmente valiosa para delfinarios y parques marinos de todo el mundo. El proceso es el siguiente: tras un cruel periodo de adiestramiento, que consiste en negarles el alimento hasta conseguir someterlos, los delfines ya pueden ser vendidos por cifras millonarias a parques marinos y delfinarios, sí, esos lugares que realizan espectáculos con delfines y la gente paga por verlos saltar a través de un aro, calmar su ansiedad, darles un beso o abrazarlos. Muchos no superan el trauma y mueren en las instalaciones de adiestramiento al negarse a comer, otros de tristeza o depresión. Otros se convierten en almas en pena, dando círculos en pequeñas piscinas y sometidos de por vida a cambio de pescado.
La brutalidad siguió al día siguiente, cuando los pescadores atraparon a otra familia, esta vez una familia formada por 35 ballenas cabeza de melón (Peponocephala electra). El pánico se apoderó de ellos por completo al verse encerrados en la cala. Lo que tuvieron que observar los voluntarios de la organización sin ánimo de lucro Dolphin Project sabiendo lo inteligentes, sensibles y socialmente complejos que son estos mamíferos marinos fue verdaderamente horroroso. Poco después, los pescadores obligaron a la manada a encallar en aguas poco profundas de la cala. Cubiertos por unas lonas para evitar el objetivo de las cámaras, los pescadores mataban a todo el grupo.
La tragedia volvió a sacudir a los delfines al día siguiente. El 12 de febrero, los barcos localizaban a una enorme manada de unos 30 delfines mulares, entre ellos parejas de madres con sus crías. Algunas eran muy pequeñas y nadaban pegadas a sus madres. Exhaustos por la persecución y maltratados por el animal humano al que probablemente nunca habían visto antes, los delfines tenían su destino sellado. Apenas les quedaban fuerzas para luchar.
Rápidamente varios de los pescadores vestidos con trajes de neopreno se lanzaban al agua mientras otros preparaban redes y demás equipo para hacerse con los que se decidiera escoger. Son los adiestradores de delfines procedentes de parques marinos cercanos los que tienen la última palabra. El proceso de selección consiste en agarrar entre varios al delfín, inmovilizarlo en el agua y examinarlo en busca de cicatrices u otras marcas que lo haría menos valioso para la industria. Imagínate por unos segundos su estrés. Finalmente, cuatro eran obligados a abandonar para siempre su hábitat natural para convertirse en títeres de la industria del espectáculo.
Hoy, otra manada formada por 55 delfines, esta vez delfines listados (Stenella coeruleoalba), ha sido conducida y aniquilada en la cala. Los pescadores matan aquellos delfines que no son tan solicitados por la industria, ya sea por la naturaleza de su especie o por las cicatrices o marcas que puedan presentar sus individuos. La carne, contaminada de mercurio, acaba en los supermercados a la par que se elimina una supuesta competencia por el pescado.
La caza de delfines en Taiji tiene lugar cada año entre el 1 de septiembre y finales de febrero del año siguiente. Seis meses donde familias enteras de delfines son el objetivo de la avaricia humana. Sólo una organización, el Dolphin Project, está todo el tiempo en el terreno para exponer al mundo las atrocidades cometidas en este pueblo japonés y poner fin a una de las crueldades más infames.