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Una especie de coral prefiere comer plástico que su alimento natural

Un equipo de investigadores ha demostrado por primera vez que algunas especies de corales se están alimentando de microplásticos – diminutos trozos de plástico de tamaño inferior a los 5 milímetros resultado de la fragmentación de plástico más grande. Peor aún: al parecer estos animales prefieren estos microplásticos a su alimento natural, aunque el plástico sea portador de bacterias que pueden matarlos.

El nuevo estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, se ha centrado en se ha centrado una especie de coral que habita aguas templadas de la costa de Rhode Island y que construye pequeñas acumulaciones de apenas el tamaño de un puño humano. El equipo científico dice que las conclusiones del estudio sugieren que otras especies podrían estar consumiéndolo también.

Estos resultados se suman a la creciente opinión de que la presencia de microplásticos es generalizada en el medio ambiente, pudiéndose hallar desde los montes más altos a las fosas más profundas del planeta así como en el interior de muchos organismos marinos. Y aunque los efectos en la salud de los corales a largo plazo derivados de la ingestión de plástico todavía no están claros, los resultados son preocupantes, dicen los expertos.

La bióloga de la universidad de Boston, Randi Rotjan, lleva estudiando los arrecifes de coral durante más de una década. Hace un par de años empezó a observar diminutos trozos de plástico en todas las muestras que recogía en cualquier lugar.

Rotjan y su equipo recogieron muestras de cuatro colonias de Astrangia poculata, un pequeño coral que vive frente a las costa atlántica de Estados Unidos, entre Massachusetts hasta el golfo de México.

                      Credit: sealifebase.ca

Eligieron su lugar de estudio, frente a la costa de Rhode Island, por su proximidad a un entorno urbano.

El equipo de Ratjan halló plástico en todas las muestras, con un promedio de 112 partículas en el interior de cada pólipo.

El equipo también realizó varios experimentos en el laboratorio. Dieron al coral la opción de elegir entre microesferas azul fluorescente (halladas comúnmente en exfoliantes, jabones y otros productos de cosmética) y huevos de artemia, un pequeño crustáceo del tamaño de la cabeza de un alfiler. Cada uno de los pólipos ingirió casi el doble de microplásticos que de huevos. Saciados por el plástico, sin ningún valor nutricional, los pólipos dejaban de comer los huevos.

“Nos quedamos horrorizados,” explican. “No solo están ingiriendo pasivamente cualquier partícula en suspensión al alcance de sus tentáculos sino que lamentablemente prefieren comer plástico en lugar de su alimento natural.”

En otro experimento, los investigadores introdujeron las microesferas en agua marina para recubrirlas de una biopelícula – una fina capa de bacterias. Es probable que en el océano, explica uno de los autores, la mayoría de microplásticos estén recubiertos por bacterias. Así que los investigadores recubrieron las microespferas con la bacteria intestinal común E.coli, que tiñeron de verde fluorescente para facilitar su seguimiento.

Los pólipos expulsaron los plásticos al cabo de 48 horas pero, aún así, el E.coli persistió dentro de la cavidad digestiva del coral. Todos los pólipos que ingirieron las microsferas recubiertas de E.coli murieron al cabo de dos semanas.

“Esta es la parte más interesante del estudio. Nadie ha examinado antes este vector de patógenos,” dice Joleah Lamb, ecóloga de la Universidad de California que no ha participado en el estudio. Lamb ha analizado cientos de arrecifes de coral, documentando enfermedades y contaminación provocadas por objetos de plástico. Su investigación, publicada en la revista Science el año pasado, halló que las enfermedades en los corales se habían multiplicaron por 20 después en aquellos corales que habían entrado en contacto el plástico.

Aunque la E.coli no es la más común en los océanos, sí lo son muchos otros microbios y parecen concentrarse en la superficie de los microplásticos, que actúan literalmente como una “balsa”.

Rotjan destaca que esta investigación es preliminar y que deja muchas preguntas sin responder, pero sospecha que las muchas amenazas para los corales tienen un efecto agravante. 

Los investigadores sostienen que las bacterias dañinas, que viajan de polizones por océano adheridos sobre los fragmentos de los escombros plásticos, podrían ser las responsables de enfermedades coralinas.

Es posible que otros corales no respondan del mismo modo a las microesferas o a las bacterias que transportan. Hasta la fecha, el equipo de Rotjan ha estudiado a una única especie. Pero los resultados preliminares, según ella, son muy preocupantes.

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