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Nueva Zelanda aprueba la explotación minera en el suelo marino a pesar de las repercusiones medioambientales

La Autoridad de Protección Medioambiental (EPA) de Nueva Zelanda ha aprobado la solicitud de la compañía neozelandesa Trans-Tasman Resources (TTR) para extraer hierro del suelo marino de la bahía South Taranaki, en la costa oeste de la isla Norte de Nueva Zelanda.

La aprobación significa que ahora la compañía Trans-Tasman tiene permitido extraer recursos de la Zona Económica Exclusiva del país. En concreto, la compañía quiere excavar 50 millones de toneladas de suelo marino al año durante 35 años para obtener 5 millones de toneladas de mineral de hierro al año. La arena será procesada a bordo de un buque de minería de 345 metros para tal efecto y cuya construcción comenzará en breve. La compañía espera exportar el mineral de hierro extraído a Asia en 2020.

La operación verá un área casi tres veces el tamaño de la isla Rangitoto de Auckand abierta a la minería. Cada hora serán aradas 8 toneladas de suelo marino – el equivalente en peso a más de 100 Airbus 320 cargados de arena a la profundidad de un edificio de tres plantas. Una vez extraído el mineral de hierro, el 90 por ciento del sedimento restante volverá a tirarse al mar, provocando una columna de sedimento por toda la bahía.

El proyecto, que no tiene antecedentes en ningún otro lugar del mundo, se probará exactamente en medio del único hábitat para la ballena azul del país y en un área frecuentada por el delfín de Māui poco común, tan poco común que se estima que solo quedan 63. Se prevé que los peces huyan de la enorme columna de arena y barro, afectando a las pesquerías locales.

Será una operación extremadamente ruidosa en un área donde viven ballenas y delfines que dependen del sonido. El sonido ha sido limitado a 128 DB, según las condiciones acordadas, que es el mismo ruido producido por un trueno o una motosierra sin parar.

Se ha admitido que el proyecto afectará probablemente a mamíferos marinos y han impuesto condiciones en el TTR, pero éstas, en su mayoría, no van más allá de una mera función supervisora.

Existe la posibilidad de que toda la operación tenga impactos mínimos a largo plazo, pero ¿deberíamos jugar con esa posibilidad? Recuerda, es el único hábitat de la ballena azul.

Pero, qué alivio (ironía), se realizará la “autopsia a cada mamífero muerto para determinar las posibles causas de muerte”.

El dragado del suelo marino quedará completamente destruido independientemente del ecosistema  presente en el el área de minería, aunque la EPA dice que las especies “deberían” volver a colonizar el área.

La Dra. Shaw Mead dice que los cambios en el lugar serán “importantes y catastróficos”, con el potencial para provocar la extinción local de los organismos que viven en el suelo marino.

La columna de sedimentos en toda el área también tendrá “efectos adversos importantes” en los sitios ecológicamente sensibles, con un periodo de recuperación de tales hábitats marinos complejos y diversos “en buena parte desconocido”.

Dos miembros del comité se separaron por desavenencias con la solicitud de la TTR diciendo que no hay información, pruebas ni datos suficientes que demuestren que el proyecto es seguro para el medio ambiente.

Sin duda, uno puede monitorizar el área, pero ¿y si el medio ambiente no se recupera después de un evento catastrófico? ¿Entonces qué?

¿Vale más el beneficio económico – la  TTR cita los cientos de puestos de trabajo y cientos de millones de dólares en ganancias – que el impacto medioambiental a largo plazo?

El problema es que simplemente no tenemos información suficiente y sin embargo el proyecto ya va viento en popa.

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