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Registrados niveles más bajos de mercurio en los osos polares debido al clima

Parece que los osos polares obligados a acercarse a la costa a medida que el hielo marino de verano se desvanece están teniendo un beneficio colateral – sus niveles de mercurio están disminuyendo con el cambio de dieta basada en fuentes de alimento terrestres.

Un estudio que ha analizado el pelo de los osos polares del sur del Mar de Beaufort – un grupo poblacional azotado gravemente por el deshielo – ha hallado marcados descensos en los niveles de mercurio, un metal contaminante que en los últimos años era hallado en concentraciones elevadas en esa población. El pelo puede proporcionar un registro histórico de contaminantes tales como el mercurio.

El mercurio, un metal pesado que daña el sistema nervioso, es liberado a través de la quema de carbón y otros procesos industriales. Circula por la atmósfera y se acumula en el Ártico, donde acaba almacenándose en los cuerpos de animales en lo alto de la cadena alimentaria – osos polares y focas anilladas, de las que se alimenta el oso polar. Las ballenas boreales, que cazan los nativos de Alaska, y las focas barbadas no están tan arriba en la cadena alimentaria.

El análisis químico de muestras de pelo recogidas de 198 osos durante los estudios realizados entre 2004 y 2011 halló que los niveles de mercurio habían descendido en hasta un 65 por ciento en ese periodo, según recoge el estudio publicado el miércoles en la revista Environmental Science & Technology.

El estudio halló que esa disminución se hallaba principalmente entre los machos adultos; las concentraciones de mercurio descendió a un ritmo de un 15 por ciento al año, en comparación al 4,4 por ciento para las hembras adultas.

La explicación lógica es el cambio en la dieta para muchos osos que ahora se alimentan de focas barbudas y otras fuentes, la mayoría sobras de pilas de huesos de ballenas boreales cazadas por cazadores Inupiat, señala el biólogo Todd Atwood, líder del equipo de investigación y coautor del estudio.

En torno al 20 por ciento de los osos del Mar de Beaufort del sur parece que se están aprovechando de los restos de ballenas boreales cazadas por los nativos. El 80 por ciento restante se está quedando en el hielo, que ha estado disminuyendo cada verano. Según el estudio, los osos con niveles más bajos de mercurio también tienden a ser más grandes y a estar en mejor forma física que los osos que se quedan en el hielo.

No hay pruebas de que el mercurio esté disminuyendo en el entorno del Mar de Beaufort o en las focas anilladas de la región, la presa favorita de los osos polares, dice Atwood.

“No podemos decir que el mercurio esté disminuyendo en el entorno,” dice. “Parece que hay ciertos cambios en el comportamiento del oso polar que cambia su exposición al mercurio.”

La focas anillada, una especie piscívora situada bastante arriba en la cadena alimentaria, tiende a acumular concentraciones más elevadas de mercurio con respecto a otras especies, dice.

En cambio, las ballenas boreales filtran el agua para alimentarse y por tanto tienden a acumular concentraciones de mercurio mucho más bajas, señala.

Las concentraciones más bajas de mercurio en las ballenas explica probablemente la diferencia entre machos y hembras hallada en las muestras de pelo de oso polar, dice Atwood.

“Los machos tienden a pasar gran parte del tiempo en la pila de huesos,” dice.

Las pilas de huesos, que se acumulan después de las cazas Inupiat de otoño y que coincide con el deshielo máximo del hielo marino, se han convertido en fuentes importantes y fiables de alimento para muchos osos polares. Desde 1990, la estación de mar abierto en el sur del Mar de Beaufort se ha expandido 36 días al año y los osos polares pasan 31 días más en la orilla, la mayoría atraídos por las pilas de huesos, según un estudio anterior conducido por Atwood y sus colegas.

Otra fuente de alimento relativamente nueva para los osos polares es la foca barbuda, otra fuente de alimento más baja en mercurio que la carne de foca anillada. La dieta de la foca barbuda es distinta a la de la foca anillada, siendo las almejas y otros crustáceos una parte importante de su dieta, lo que resulta en concentraciones de mercurio más bajas.

En años anteriores, los osos polares del sur del Mar de Beaufort tenían una de las concentraciones de mercurio más elevadas de todos los grupos poblacionales de la especie, según un estudio de 2011. La disminución recién documentada es significante, señala Atwood.

La disminución de los niveles de mercurio halladas en el nuevo estudio están asociadas a un índice más alto de masa corporal y esa es otra señal de problemas para los osos polares que no se acercan a la orilla para alimentarse de carne de ballena.

“El cambio de dieta a una presa que está situada más abajo en la cadena alimentaria es una fuente de alimento menos contaminada de mercurio,” dice McKinney. “Y esos osos puede que estén quemando menos reservas de grasa almacenada y proteínas, que es donde se concentra el mercurio, resultando en menos mercurio que entra en el torrente sanguíneo”.

La mayoría de los osos polares sigue en el mar, usando lo que queda de hielo y pasando gran parte del tiempo ayunando, dice Atwood. Esto hace quemar mucha grasa y músculo, liberando el mercurio almacenado al torrente sanguíneo.

Para las hembras de oso polar, hay otra preocupante noticia en lo que se refiere a su dieta. El hielo cada vez más frágil y móvil las ha obligado a pasar más tiempo gastando más energía caminando, provocando con ello una mayor necesidad de buscar alimento que cada vez es más difícil de encontrar, según un estudio separado publicado recientemente.

Dicho estudio monitorizó el hielo y los movimientos de los osos, comparando datos entre 1987 y 2013. Halló que el hielo se mueve más rápido y de oeste a norte. Para compensarlo, los osos polares, con collares de radiomarcaje, han estado más tiempo activos o aumentando su velocidad de desplazamiento. Ese aumento en la actividad precisa entre un 1,8 por ciento y un 3,6 por ciento de energía más cada año, el equivalente a una o tres focas más al año.

“Es probable que el aumento de la velocidad del hielo a la deriva agrave el estrés psicológico debido a la reducida oportunidad de cazar y que muchos osos polares ya están experimentando en un Ártico más caliente,” dice George Durner, investigador y autor principal del estudio.

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