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La contaminación química llega a las colonias de aves marinas de la Antártida

La latitud es el principal factor que determina la concentración de contaminantes orgánicos en el petrel gigante del sur – una especie emblemática de las regiones antártica y subantártica, según revela un nuevo estudio.

La investigación, dirigida por expertos del Instituto de Química Orgánica (IQOG-CSIC), analiza el impacto de los contaminantes orgánicos persistentes (COP) – componentes tóxicos con un elevado nivel de permanencia en el medio ambiente que se bioacumulan en los organismos, en aves oceánicas que están presentes en áreas de distintas latitudes en el Océano Antártico. 

El petrel gigante del norte (Macronectes halli) y el del sur (M. giganteus) son grandes carroñeros en los entornos subantártico y antártico y tienen una estrategia de vida basada en una larga longevidad y baja fecundidad (un solo huevo por cada periodo de reproducción). Están ampliamente distribuidos en el océano austral y pueden cubrir miles kilómetros para alimentarse, sin embargo su población es muy vulnerable a cualquier amenaza que afecta a su supervivencia como adultos. 

“Por lo general, cuanto más al sur, más bajos los niveles de contaminantes orgánicos en las aves marinas. Estos contaminantes, derivados de la actividad humana, llegan a todos los lugares de la Tierra a través principalmente de la atmósfera. También alcanzan la Antártida aunque en menos cantidad”, dice el profesor Jacob González Solís, autor de varios estudios genéticos y de población de aves marinas en el Mediterráneo, Atlántico y Austral.

“Lamentablemente, todavía desconocemos los efectos que estos componentes pueden tener en las aves marinas. Ahora los niveles detectados son bajos, por tanto si hay algún efecto negativo éste todavía leve, por lo que sería difícil de detectar. Sin embargo, necesitamos seguir investigando para descubrir los efectos de la contaminación química en la fauna silvestre”. 

Según los expertos, los niveles de contaminantes orgánicos en las aves del Ártico y la Antártida son parecidos. “Probablemente estos componentes químicos, usados ampliamente en el pasado, han alcanzado ambos polos. Los componentes orgánicos con un uso más reciente, tales como los retardantes de flama o ignífugos, son actualmente más comunes en el Ártico y la Antártida, probablemente porque las fuentes de emisión son más abundantes y están más cerca de los polos en el hemisferio norte que en el sur. Algún día sin embargo, estarán en cualquier lugar,” advierte González Solís. 

El albatros y el petrel gigante son las aves marinas con más exposición a la contaminación por mercurio en los entornos antártico y subantártico, según otro estudio conducido por González Solís (Environmental Pollution, 2016). 

“Este hecho está relacionado probablemente con el aumento de las emisiones de mercurio en países emergentes”, dice González Solís. “En general, la dieta es la principal vía de entrada de contaminantes en las aves marinas. Muchos de estos contaminantes (tales como los COP y el mercurio) se biomagnifican a través de la red trófica. Esto hace que las aves sean las especies más vulnerables que puedan hallarse en niveles tróficos más elevados (albatros y petreles). 

Este otro estudio analiza la concentración de mercurio en las plumas, un método eficiente para controlar los niveles de contaminación de este metal en aves de todo el mundo. “Con la edad – dice – estos animales pueden bioacumular alguno de estos contaminantes en sus órganos tales como el hígado, pero en general tienen mecanismos de excreción que impiden que los contaminantes alcancen concentraciones tóxicas”. 

“En el caso el mercurio, una de las formas de excreción más importantes es el cambio de pluma. Para hacer frente al desgaste de las plumas, la mayoría de aves la cambian una vez al año y este proceso es un mecanismo de excreción de mercurio que reduce los niveles de este contaminante en el organismo,” explica. Otra forma de excreción es la creación del huevo y por esta razón, después de la puesta, las hembras suelen mostrar niveles de contaminantes más bajos en comparación a los machos. 

Los efectos de los contaminantes (COP y mercurio) varían entre los distintos organismos del ecosistema antártico. Migrar a latitudes más bajas y áreas del hemisferio norte contaminadas y ocupar un nivel más alto en el nivel trófico son hechos que aumentan los efectos de los contaminantes en las aves marinas. Aunque la toxicidad de estos productos está bien documentada, los científicos siguen sin saber su verdadero impacto en la población de fauna silvestre. 

Estos aspectos son, en particular, los que investigamos en la Universidad de Barcelona, analizando la ecología y preservación de este grupo de aves”, dice el autor. “En este sentido, comprender los niveles de contaminación en el entorno se consigue estudiando la ecología de cada especie, dado que es el factor clave en los niveles de contaminación”. Según el investigador de la UB-IRBio, “la mejor forma de luchar contra la contaminación ambiental es reduciendo sus fuentes de emisión, pero para ello necesitamos acuerdos internacionales difíciles de conseguir”. Fuente

 

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