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Injured dolphin struggles to escape its captors. Photo: Ric O’Barry’s Dolphin Project

La batalla legal para acabar con la matanza anual de delfines en Japón ha comenzado

El pasado viernes empezó el juicio en la corte del distrito de la Prefectura de Wakayama sobre el caso presentado por las organizaciones sin ánimo de lucro Action for Dolphins en sede en Londres y Life Investigation Agency, con sede en Japón.

Los demandantes, entre los que se encuentran un residente de Taiji y el activista Ren Yabuki, piden a la corte que dejen de emitirse permisos de caza al estar infringiéndose sistemáticamente las leyes contra la crueldad animal así como excediendo las cuota fijadas.

Action for Dolphins ha descrito las batidas de delfines, en las que manadas enteras de delfines son conducidas hacia una cala, de ser “excepcionalmente crueles”.

Los pescadores locales niegan estar excediendo las cuotas o matando a los delfines de forma inhumana y prometen seguir con las matanzas.

Uno de los demandantes, cuyo padre trabajó en barcos balleneros locales durante cuatro décadas, ha declarado que las batidas han dañado la reputación de su pueblo, de unos 3.300 habitantes, y que hablar en contra de estas cazas le ha costado su derecho a vivir normalmente.

Dice que los pescadores le han acusado de cortar las redes que usan para impedir que los delfines regresen al mar y que su hermana pequeña ha sido verbalmente insultada. “El propietario de un restaurante japonés me dijo ya no era bienvenido.”

El juicio ha llegado justo en el momento en que Japón se prepara para reanudar la caza comercial de ballenas en su zona económica exclusiva por primera vez en más de 30 años, sin el desgastado pretexto de “investigación científica” que lleva usando desde que la Comisión Ballenera Internacional, de la que fue miembro hasta diciembre de 2018, prohibiera la caza comercial de ballenas en 1986. La primera expedición ballenera, prevista para julio, incluirá entre su tripulación a pescadores de Taiji.

Según informa Action for Dolphins, si el tribunal falla a su favor, los permisos de captura que emite cada año el gobernador de la Prefectura de Wakayama, Yoshinobu Nisaka, quedarán invalidados y ya no se permitirá la caza.

Angie Plummer, portavoz del grupo, decía: “Tenemos muchas esperanzas y, dadas las evidencias aportadas, creemos que tenemos posibilidades.”

“Las cazas son cada vez más impopulares en Japón y el consumo de carne de delfín sigue descendiendo,” explica.

Las batidas de delfines en Taiji fueron expuestas en el documental ganador de un Oscar, The Cove, cuyas imágenes escandalizaron a la audiencia.

Parte de la carne de los delfines capturados acaba en los supermercados y restaurantes, pero los ejemplares más espectaculares son vendidos a parques marinos y delfinarios por cientos de miles de dólares.

En 2015, la organización denunció a la Asociación Mundial de Zoos y Acuarios acusándola de tener entre sus filas a 62 acuarios y delfinarios japoneses que se abastecían de delfines capturados en estas sangrientas batidas, y que finalmente acabó con el acuerdo de no seguir comprando delfines procedentes de Taiji.

Sin embargo, el Museo de la Ballena, en Taiji, uno de los más infames, optó por salir de la Asociación en señal de protesta y actualmente sigue exhibiendo y vendiendo delfines a parques marinos en el extranjero.

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