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¿Qué ocurre con la fauna silvestre marina durante un huracán?

Un huracán del tamaño del Irma puede provocar daños importantes en tierra, con enormes mareas de tempestad, precipitaciones torrenciales y violentos vientos. Pero, ¿qué ocurre exactamente por debajo de la superficie del mar en la trayectoria de estas tormentas? 

Muchas cosas.

Las capas superiores del océano están típicamente muy estratificadas por la temperatura y la salinidad. Es decir, el agua más fría y salada yace por debajo del agua más cálida y dulce cerca de la superficie. Cuando pasa un huracán, éste mezcla ambas capas, provocando un océano en la superficie más homogéneo. Eso significa que en ese momento el agua de la superficie es más fría y salada y el agua a más profundidad es más cálida y menos salada que antes. En áreas costeras muy poco profundas, la abundante agua dulce de lluvia que porta el huracán puede reducir la temperatura y la salinidad del agua cerca de la superficie.

Esa agua de superficie más fría puede ser un factor importante en la intensidad del huracán. Un fuerte huracán que se mueva lento traerá agua fría mucho más efectivamente que un huracán más débil que se mueva más rápido. Y dado que los huracanes necesitan agua cálida para “alimentar su motor”, este afloramiento (de agua fría a la superficie) puede acabar debilitando el huracán (la estela del agua más fría aflorada que queda tras la tormenta se llama “estela fría”).

Bajo la superficie del océano, las corrientes y la turbulencia entre las olas pueden ser muy destructivas. Se sabe que las fuertes corrientes y la turbulencia siguen hasta una semana después de que pase el huracán. Las corrientes pueden extenderse a profundidades de hasta 300 pies por debajo de la superficie, destrozando arrecifes de coral, moviendo buques naufragados, provocando destrozos en oleoductos y gaseoductos y cables de fibra óptica y desplazando enormes volúmenes de arena y suelo marino.

En medio de todo este caos, ¿qué ocurre con la fauna silvestre marina que vive en las aguas azotadas por la tormenta?

Los huracanes pueden ser sentencias de muerte para los corales y criaturas marinas que son territoriales, es decir, que no se irán de sus hogares en busca de seguridad, o para criaturas que nadan lentamente, como los caballitos de mar.

Muchas especies no pueden escapar de la trayectoria del huracán, viéndose arrastradas o no logrando sobrevivir. Especies de peces, tortugas marinas, cangrejos y otra vida marina menos móvil quedan a merced de la fuerza del agua, no solo porque las olas los aplastan sino también porque hay menos oxígeno disuelto en el agua y se producen cambios rápidos en la salinidad.

“Cuando el huracán Andrew azotó Luisiana, el gobierno estimó que murieron mar adentro más de 9 millones de peces. Del mismo modo, una evaluación del efecto de ese mismo huracán en la cuenca de los Everglades en Florida reveló la muerte de 182 millones de peces. El huracán Katrina también repercutió enormemente en las especies de delfines,” dice la Federación Nacional de Fauna Silvestre.

Entretanto, aquellas especies que logran sobrevivir pueden ver su ecosistema alterado dramáticamente, con nuevas amenazas para la habitabilidad, que van desde un aumento en la sedimentación a una disminución de la salinidad.

Las aves playeras a menudo se mueven hacia el interior buscando protección antes de que la fuerte tormenta embista. Los vientos, las mareas de tempestad y las enormes olas pueden provocar la erosión de las playas y dunas, pudiendo afectar gravemente a muchas especies de animales que viven en nichos ecológicos en dunas costeras y áreas arenosas. En algunos casos, la playa puede llegar a desaparecer. Los nidos de tortugas marinas pueden quedar arrasados o inundados, igual que los nidos de aves playeras como chorlitos y charranes.

Algunas especies, sin embargo, pueden percibir la proximidad de un huracán y dirigirse a áreas más seguras.

“La bahía Terra Ceia en Florida, 14 tiburones de puntas negras marcados nadaron a aguas más profundas justo antes de que la tormenta tropical Gabrielle tocara tierra en 2011,” dice Marti Welch de la Asociación Nacional de Maestros de Ciencia.

En un estudio publicado en la revista Fish Biology, sus autores examinaron el movimiento de los tiburones de puntas negras junto con datos meteorológicos y hallaron que éstos se marcharon cuando el huracán empezó a acercarse y regresaron cuando una vez pasó, revelando que sentir la aproximación de un huracán es un comportamiento innato en ellos.

Y no fue un caso aislado.

“Cuando el huracán Charley azotó en 2004, seis de ocho tiburones con marcas radiotransmisoras que se estaban monitorizando mediante hidrófonos submarinos nadaron a mar abierto. Los otros dos desaparecieron del alcance del equipo de teledetección.

Mamíferos marinos como los delfines también pueden percibir los cambios y huir del área. Podría deberse a un cambio en presión barométrica o a un repentino cambio en la salinidad lo que hace que los delfines busquen un lugar seguro.

“Solo tres días antes del huracán Jeanne, los investigadores llevaron a cabo un estudio de la población de delfines de la laguna del río Indio en Florida,” dice Welch. “No pudieron localizar a ninguno. Los científicos sospechan que los delfines reaccionan a cambios drásticos en la salinidad y disminución del alimento asociada a las precipitaciones del huracán. Los cambios en la salinidad pueden afectar a la salud de un delfín tras 72 horas de exposición a agua dulce.”

No siempre ocurre que los delfines y otros cetáceos noten el peligro y salgan de la trayectoria. Algunos han sido arrastrados a lagunas poco profundas o incluso a canales de drenaje, de donde hay que rescatarlos, rehabilitarlos y liberarlos.

Las enormes olas y la turbidez del agua pueden levantar enormes cantidades de arena, asfixiando esponjas marinas y gorgonias y destruyendo los arrecifes de coral. Si sobreviven a la tormenta inicial, los corales pueden aun así verse estresados por la turbidez del agua, que bloquea la luz del sol que el alga simbiótica que vive en el coral necesita para poder realizar la fotosíntesis.

“Una evaluación del coral Elkhorn conducida en Puerto Rico reveló que los huracanes y la enfermedad de banda blanca mataron un 80 por ciento del coral durante las décadas de 1970 y 1980. En consecuencia, el coral Elkhorn fue incluido como especie candidata en la Ley de Especies en Peligro de Extinción. Pueden hacer falta años o incluso décadas, entre 15 y 20 años, para que los corales se recuperen de un huracán.

Aunque a menudo nos centramos en el daño que los huracanes provocan en tierra, su poder destructivo también altera el mar allí por donde pasa.

Al igual que los ecosistemas terrestres pueden tardar años en recuperarse, lo mismo ocurre con los hábitats y poblaciones de especies de fauna silvestre marinas.

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