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Pieles de foca de hace un siglo revelan cambios en el ecosistema del Mar de Ross

Cuando los científicos de la estación McMurdo en la Antártida tienen algo de tiempo libre suelen visitar tres chozas de madera próximas construidas a principios de 1900 por los exploradores antárticos Ernest Shackleton y Robert Falcon Scott.

Eso es lo que estaban haciendo los biólogos de la Universidad de California en Santa Cruz, Daniel Costa y Luis Huckstadt, mientras estudiaban las focas de Weddell, cuando vieron un montón de pieles congeladas en una de las chozas de más de 100 años, al comienzo de las actividades humanas en la Antártida.

Usando sofisticados análisis isotópicos para comparar las muestras de focas actuales con focas de hace un siglo, los investigadores pudieron dar respuesta a un urgente interrogante sobre el impacto humano en el ecosistema antártico: ¿están las flotas pesqueras que se dedican a la pesca de merluza antártica en el Mar de Ross modificando la estructura del ecosistema y alterando la dieta de las focas de Weddell?

“La gente se ha planteado la hipótesis de que la pesca de merluza antártica ha obligado a la foca de Weddell a alimentarse ahora de diablillo antártico”, dice Huckstadt. “Vimos que teníamos las muestras allí mismo para comprobar si era cierto”.

Sus resultados, publicados el 30 de agosto en la revista Proceedings of the Royal Society B, indican que probablemente la dieta de la foca no ha cambiado mucho a lo largo de los últimos cien años.

Sin embargo, los resultados han revelado evidencias de un importante cambio en la comunidad de fitoplancton – el alga marina microscópica en la base de la cadena alimentaria marina del Mar de Ross. Los científicos lo atribuyeron a un cambio climático que empezó a finales de un periodo de enfriamiento global conocido como Pequeña Edad de Hielo que duró entre 1500 y 1900.

Con permiso de la Fundación Patrimonio de la Antártida, Huckstadt y Costa recogieron muestras de pelo de 34 pieles de foca de Weddell para compararlas con las muestras de las focas de Weddell de hoy en día.

“Visité por primera vez estas chozas en 1978 durante mi primer viaje a la Antártida,” dice Costa. “Me asombró que las chozas estuvieran en el mismo estado que cuando las dejaron los exploradores hace 100 años. Vi pieles de foca, cuerpos de pingüino y restos de perros de trineo congelados literalmente en el tiempo. Siempre me había preguntado si se podía hacer algo con este material. Estos análisis isotópicos relativamente nuevos nos han ofrecido una forma de usar estos restos congelados como una instantánea del pasado.”

Los isótopos estables de carbono y nitrógeno suelen usarse ampliamente como marcadores de procesos ecológicos. Como depredadores ápice en el ecosistema antártico, las focas de Weddell incorporan en sus tejidos marcadores isotópicos que han pasado a lo largo de toda la cadena alimentaria, portando evidencias de la estructura del ecosistema y de la posición o “nivel trófico” de las focas dentro de su sistema.

Los investigadores hallaron que el “nicho isotópico” histórico de las focas de Weddell era cinco veces mayor que el nicho moderno. Este efecto refleja una dieta mucho más especializada en las focas de Weddell actuales, pero parece improbable dada la diversidad de su presa en la actualidad.

Además, un análisis de los isótopos de nitrógeno en aminoácidos específicos reveló que el nivel trófico de las focas de Weddell no ha cambiado, lo que sugiere que siguen comiendo el mismo tipo de pescado que comían históricamente. Actualmente, la merluza antártica parece suponer menos del 10 por ciento de la dieta de las focas de Weddell y los resultados sugieren que así era también hace 100 años.

Huckstadt dice que es más probable que los cambios en las fuentes de nitrógeno y la composición de la comunidad de fitoplancton expliquen las diferencias observadas en los datos isotópicos.

“Parece más un cambio en la base de la cadena alimentaria relacionado probablemente con la transición de la Pequeña Edad de Hielo a las condiciones actuales, provocando cambios en la comunidad de fitoplancton,” dice.

“Aunque las actividades humanas están empezando a hacer mella en el ecosistema del Mar de Ross, éste sigue estando relativamente intacto, lo que hace especialmente importantes la protección del área y la regulación de las actividades humanas”, dice Huckstadt.

En 2016, tras prolongadas negociaciones internacionales, la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos del Antártico designó el Mar de Ross como la mayor área marina protegida del mundo.

“No solo es prístino, sino que es el ecosistema más puro que puedas encontrar en este planeta,” dice. “Esperemos que siga siendo así.”

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