El Ministro de Pesca y Océanos de Canadá, Dominic LeBlanc, ha anunciado cuatro cambios en la pesquería de cangrejo en el sur del golfo de San Lorenzo para proteger a la ballena franca del Atlántico Norte de los equipos de pesca, con el objetivo de reducir la cantidad de cabos que flotan en la superficie. Además obliga la notificación de cualquier equipo de pesca perdido.
Las nuevas medidas de gestión entrarán en vigor inmediatamente y se harán cumplir “muy agresivamente”, decia LeBlanc durante una rueda de prensa celebrada ayer en Moncton, en el sureste de la provincia de Nuevo Brunswick.
En las próximas semanas y meses se anunciarán varias medidas más, añadió, para que la industria tenga tiempo a preparar la temporada de pesca, que normalmente empieza a mediados de abril, en función de la cantidad de hielo.
Lo más probable es que el gobierno vuelva a imponer límites de velocidad a los buques, pero esa responsabilidad corresponde al Ministro de Transportes de Canadá, Marc Garneau, decía.
El pasado verano, Transportes de Canadá impuso una límite obligatorio de 10 nudos en la parte occidental del golfo de San Lorenzo para buques de 20 o más metros para ayudar a reducir el riesgo de colisiones con las ballenas y mejorar las posibilidades de supervivencia de cualquier ballena golpeada.
Otras medidas pendientes de la pesquería de cangrejo consistirán en el número de trampas permitidas esta temporada y la posibilidad de usar rompehielos de la Guardia Costera para empezar la temporada antes, decía LeBlanc. Esto permitiría a los pescadores alcanzar su cuota y retirar sus equipos del agua lo antes posible, “reduciendo el riesgo de contacto con las ballenas.”
Los científicos han informado al gobierno que la ballena franca del Atlántico Norte podría regresar al golfo a principios de abril. No es posible predecir cuántas lo harán, decía Julie Leroux, asesora de Transportes de Canadá, “debido a la variabilidad” observada en los últimos años.
El gobierno también invertirá “muchos millones de dólares” en “equipos de detección de alta tecnología de vanguardia y equipo de monitoreo para ayudar a proteger a la ballena en la costa este y a las orcas en la costa oeste, decía LeBlanc.
Al menos 17 ballenas francas del Atlántico Norte murieron el año pasado en aguas canadienses y estadounidenses. Las necropsias realizadas en siete de los cuerpos determinaron que cuatro de ellas murieron debido a un fuerte traumatismo provocado por una colisión con un barco, mientras que las otras murieron probablemente tras quedar enredadas en equipos de pesca.
Solo quedan entre 450 y 500 ballenas francas del Atlántico Norte en el mundo.
De éstas, solo unas 100 son hembras reproductoras, dice Kim Davies, oceánografa de la Universidad de Dalhousie y experta en la especie.
“La situación es extremadamente grave,” decía.
Cualquier medida que ayude a reducir la cantidad de cabos en el agua, en especial cabos flojos en la superficie.
Las ballenas francas tienden a pasar mucho tiempo en la superficie, a la que suben para respirar, alimentarse y socializarse, dice. “Por lo que estos cabos flojos representan un elevado riesgo de enredo.”
La esperanza de vida normal del animal es de unos 70 años, “pero las estamos matando cuando tienen solo entre 20 y 30”.
En base al actual ritmo de mortandad y crecimiento de la población, los investigadores prevén que todas las hembras reproductoras habrán muerto en dos décadas, dice Davis.
“Por tanto, cada ballena cuenta. Cada ballena que podamos impedir que quede enredada cuanta para salvar a la población.”
Un número sin precedentes de ballenas francas aparecieron en el golfo el año pasado, algo que los científicos sospechan puede estar relacionado con el cambio climático, que las está obligando a encontrar nuevas fuentes de alimento.
En los Estados Unidos, grupos por la conservación y protección animal han demandado al Servicio Nacional de Pesca Marina alegando que la agencia no ha logrado proteger a la ballena de los enredos en artes comerciales de pesca. La demanda alega que la pesquería de langosta de Estados Unidos está violando la Ley de Especies en Peligro y la Ley de Protección de Mamíferos Marinos. La demanda quiere obligar a la agencia a hacer un examen suficiente sobre el impacto de la pesquería en la ballena y tome más medidas para evitar los enredos.