Por el Capitán Paul Watson. Los océanos son como la gallina de los huevos de oro. Mientras vivió puso un huevo de oro cada dia pero entonces el avaricioso granjero pensó que matándola podría hacerse con todo el oro de dentro. Al hacerlo descubrió que en su interior no había nada y la gallina no volvió a poner más huevos de oro porque estaba muerta.Los océanos han alimentado a la humanidad desde tiempos inmemoriales sin embargo en los últimos cien años la codicia humana ha saqueado y despojado implacablemente los ecosistemas marinos con una ignorancia ecológica asombrosamente demencial.
No como pescado porque soy un ecologista y porque durante toda mi vida he ido viendo la diezma de las poblaciones de peces en los mares. Crecí en un pueblo pesquero basado en la pesca del bacalao, la sardina, la caballa, el eperlano, la almeja, la langosta, la platija y la trucha. He sido testigo de la constante disminución de las poblaciones de peces y crustáceos. Y aquello de lo que me alimenté siendo niño hoy elijo no hacerlo por la simple razón de que somos demasiados en tierra firme devorando los pocos peces que sobreviven en el mar.
Ser pescador se ha convertido hoy en uno de los oficios ecológicamente más destructivos del planeta. Ha llegado la hora de dejar de lado la imagen arcaica del pescador fuerte, independiente, sal de mar, que trabaja valerosamente para alimentar a la sociedad y para el sustento de su familia.
El pescador medio de hoy ya no se hace a la mar en un bote con líneas y pequeñas redes. Los pescadores industriales de hoy en día operan buques multimillonarios equipados con complejos aparejos tecnológicamente costosos, diseñados para acorralar y capturar cualquier pez en su camino.
El fabricante de GPS ‘Rayethon’ alardea de su producto: ‘El pez puede huir pero no puede esconderse.’ Y para los peces no existe ningún lugar seguro ya que los pescadores furtivos los cazan despiadadamente incluso dentro de santuarios y reservas marinas.
Nosotros los humanos hemos persistido en la explotación intensa y despiadada de prácticamente cualquier especie marina y hoy están desapareciendo. Si no ponemos fin a los buques industrializados y a los pesados equipos de pesca, muy pronto mataremos los océanos y haciéndolo, moriremos nosotros.
Los científicos han hecho público esta semana que la extendida malnutrición está afectando a poblaciones de peces, aves y mamíferos de nuestros océanos. Sus poblaciones no sólo están disminuyendo sino que estamos matando de hambre a los supervivientes.
Alimentamos con pescado a gatos, cerdos y pollos, aspirando literalmente cientos de miles de pequeños peces del mar para alimentar a los grandes peces criados en piscifactorías. Los gatos domésticos comen más pescado que las focas, los cerdos comen más pescado que los tiburones y los pollos de granja comen más pescado que los frailecillos y los albatros.
Ello, combinado con otros factores tales como la creciente acidificación, el calentamiento global, la contaminación debido a productos químicos y la reducción de la capa de ozono que provoca la disminución de las poblaciones de plancton, estamos prosiguiendo el asalto mundial a toda la vida en nuestros océanos. Los peces no pueden hacer frente a nuestras demandas excesivas. Ya hemos eliminado del mar el 90% de las especies más comerciales y la demanda china de aleta de tiburón está destruyendo prácticamente cualquier especie de tiburón en el océano.
Agotadas las poblaciones de los grandes peces depredadores, la industria pesquera se dedica actualmente a la pesca de peces más pequeños, aquellos que de siempre han alimentado a los más grandes. Hoy en día, siete de las diez pesquerías más importantes del mundo se dedican a la pesca de especies menores. Si los peces resultan demasiado pequeños para servir de alimento a la gente entonces son convertidos en pienso para el ganado doméstico y para el salmón y atún de granja.
La acuicultura surge así como la utilización del pescado más derrochadora y es el motor económico que está llevando a cabo la intensa explotación de los pequeños peces.
Actualmente, las pesquerías japonesa y noruega se dedican a la extracción de cientos de miles de toneladas de plancton del mar para convertirlo en un alimento animal rico en proteína.
Un informe sobre el Estado de las Pesquerías y Acuicultura del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, ha concluido esta semana que actualmente el 80% de todos los stocks de peces se hallan completamente explotados, sobreexplotados, agotados o recuperándose de una merma, incluyendo los stocks de las siete mayores pesquerías de presa. Muy pocas poblaciones de peces permanecen con el potencial suficiente para sostener incrementos en la producción y muchas ya han alcanzado su límite.
Cuando la Sea Shepherd Conservation Society dice que debemos detener el consumo de pescado así como de la carne alimentada con pescado, no se trata de una postura por los derechos de los animales. Nuestra posición se basa únicamente en la realidad ecológica de que la pesca comercial está destruyendo nuestros océanos.
Y esa realidad ecológica está ante nosotros y es la que acabará con todos. El problema es que existe una postura de absoluto rechazo que niega reconocer que despojando la vida de los mares estamos socavando la base para nuestra supervivencia en la Tierra.
Este rechazo está tan arraigado que incluso Greenpeace sirve pescado a su tripulación a bordo de sus barcos mientras emprenden campañas para oponerse a la sobrepesca.
La gente Kaiyapo en Brasil llama ‘gente termita’ a aquellos que destruyen los bosques porque dicen que los engullen. En los océanos tenemos parásitos humanos que aspiran la vida de los océanos. Nosotros, los humanos, nos hemos convertido en los chupadores de sangre parasitarios del océano y cuando acabemos con nuestro anfitrión, como seguramente hagamos de seguir por el actual camino, entonces moriremos.
Durante mucho tiempo me he preguntado porque me he molestado en hablar de estas inquietudes a una sociedad que rechaza reconocer esta realidad y que simplemente califica de extremismo radical cualquier conversación acerca de la sobreexplotación marina. He soportado durante décadas este extremismo de apatía e ignorancia ecológica.
En la Conferencia de Sostenibilidad en Paris la semana pasada hablé de estos temas ante una sala repleta de periodistas y cuando pedí el cierre de toda la pesca comercial en el Mar Mediterráneo, me sorprendió agradablemente el hecho de que ningún periodista discrepara o cuestionara mi demanda radical. En realidad mi declaración fue acogida con un aplauso.
Resulta alentador que la gente empiece a darse cuenta de la gravedad de este trance ecológico que amenaza la vida en el mar. Nada es más importante que preservar la diversidad en nuestros océanos. Quizás podamos adaptarnos al calentamiento global e incluso a la extinción de las especies terrestres, pero una cosa que sé con certeza ecológica es que si matamos los océanos entonces también moriremos nosotros.
En la diversidad está la preservación de la vida.
Debemos dejar de devorar los océanos. Comer pescado es, para todo intento y propósito, un crimen ecológico. No existe ninguna pesquería sostenible, ni una. Esta pequeña tarjeta de sostenibilidad que llevan algunos para aparentar ser consumidores ecológicamente responsables es un fraude, un intento por hacernos sentir bien mientras seguimos devorando los mares.
Sé que mis palabras no serán del agrado de algunos, pero de nuevo, nunca he escrito o hablado con el objetivo de ganar un concurso de popularidad. No intento ser todas las cosas para todo el mundo, sólo ser ecológicamente acorde en mi manera de pensar y desde cualquier perspectiva. Ello unido a mis observaciones sobre la firme e intensificada disminución de la vida en el mar siendo niño, sentado en el muelle en la Bahía de Passamaquoddy, hasta hoy, navegando por todos los océanos del mundo intentando defender la vida en el mar, lo veo claramente y el pronóstico por supuesto es amenazador y en consecuencia peligroso.
Puede que algunos crean que un llamamiento a la prohibición de toda la pesca comercial es un tanto radical sin embargo yo lo entiendo como una política necesaria y cautelosa que debemos implementar con el fin de salvar los océanos y nosotros mismos.
¿Preocupado por los pescadores y sus familias? No estoy falto de compasión por su situación pero me preocupa más la futura supervivencia de la humanidad y la de los océanos. Simplemente hemos de poner fin a una industria y a un oficio que están destruyendo literalmente los sistemas puntales de la vida en este planeta. Ello requiere de sacrificios, pero con diferencia es preferible sacrificar un empleo que sacrificar el futuro de todos nosotros.
Necesitamos tener en cuenta las necesidades de los peces y de las especies que viven en el mar y ofrecerles el espacio y el tiempo para recuperarse de la horrible matanza que les estamos infligiendo.
Estoy cansado de escuchar las excusas de los pescadores de que las focas o los delfines esquilman las poblaciones de peces. Nos toman por locos si confían en que creeremos en este argumento poco científico elegido como cabeza de turco. Los peces se han ido porque los pescadores se los han llevado sin compasión. Y ahora, al igual que los banqueros de Wall Street, vienen a pedir subsidios y los consiguen dado, que por lo general, los políticos sufren de homopechephobia o temor político a los pescadores, quienes si no logran lo que quieren tienden a amotinarse y a amenazar.
Si tiene lugar un colapso ecológico debido a la eliminación de una especie o especies cruciales, entonces no estaremos preocupados por los empleos sino por si nuestro prójimo nos caza y devora. Si ocurre, las palabras que Jesucristo dijo una vez a los pescadores se convertirían perversamente en una realidad, ‘Os convertiré en pescadores de hombres.’ (Marco 1-17)
Trailer informativo de la película’The End of the Line’ sobre la sobrepesca
Fuente: Sea Shepherd Conservation Society
(Trabajo de Traducción: Ocean Sentry – www.oceansentry.org)