Hoy, una manada formada por 34 delfines listados (Stenella coeruleoalba) se convertía en la séptima manada de esta especie que muere masacrada en la cala por los pescadores de Taiji. Todo ocurría muy deprisa, según explican los Cove Monitors sobre el terreno, los voluntarios de la organización sin ánimo de lucro Dolphin Project.
El equipo de voluntarios vio como los barcos se situaban uno detrás de otro 45 minutos después de haber salido de puerto.
La espuma blanca provocada por los delfines nadando a toda velocidad reveló que se trataba de una manada bastante grande. A medida que los pescadores la fue aproximando a la cala, los voluntarios pudieron ver la desesperación de los delfines mientras eran perseguidos.
Una parte de la manada pudo escapar en el transcurso de la batida, pero el fuerte ruido provocado por los pescadores dando martillazos a una vara de metal sumergida, arrojándoles incluso plomos desde sus embarcaciones, obligaba a los delfines a estar a un paso más cerca de su muerte. Los cetáceos interpretan ese ruido generado por los pescadores como un acantilado e intentan evitarlo, lo que hace que los pescadores puedan conducir a los delfines hacia la cala.
Encerrados ya en la pequeña bahía, los delfines corrieron a aferrarse entre ellos, confundidos y agotados. El pánico se apoderó de ellos cuando los pescadores dividían la manada en dos grupos para ir atándolos por las colas y poder arrastrarlos uno a uno hacia la zona de matanza cubierta por lonas.
Su sangre caliente no tardó en empezar a teñir las aguas color turquesa de la cala.
Poco después, en medio del silencio estremecedor que emerge cuando los gritos de los delfines son acallados, los pescadores abandonaban la cala sentados sobre los cuerpos apilados de los delfines muertos.
De entre las lonas que los cubrían se atisbó el rostrum de un delfín sin vida (imagen).
Piénsalo. Hace solo unas horas esta manada surcaba los océanos libre y salvaje. Ahora mismo son trozos de carne que probablemente acaben siendo vendidos como carne de ballena, mucho más cara en el mercado.
Una familia única e insustituible que los pescadores de Taiji han destruido en unas pocas horas, arrebatando al océano y a la humanidad unas vidas que tenían una importante función para la salud de los ecosistemas marinos. Una familia irreemplazable que ya nunca tendremos oportunidad de disfrutar viéndola nadar en los océanos.
La matanza de delfines en Taiji tiene lugar cada año desde el 1 de septiembre hasta finales de febrero del año siguiente. En principal motivo de estas matanzas masivas es abastecer a parques marinos y delfinarios de nuevos ejemplares. Un delfín capturado y adiestrado en Taiji puede llegar a venderse por miles de dólares. La especie más preciada es el delfín mular, que puede llegar a venderse por cifras verdaderamente millonarias al ser la especie más solicitada por la industria del cautiverio. Otras especies, como el delfín listado o el delfín de Risso, no populares entre los delfinarios, suelen ser masacradas, según parece, como método de control de plagas, es decir, para acabar con la competencia por el pescado.