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Los científicos insisten en los estragos potenciales que puede causar la minería en aguas profundas

La semana pasada el caracol de pie escamoso (Chrysomallon squamiferum) se convirtió en la primera especie que se le da el estado de “en peligro” ante la amenaza de la minera de aguas profundas.

La criatura, que ha sido incluida en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, vive solo en tres lugares conocidos del océano Índico occidental. Estos tres lugares están ubicados en respiraderos hidrotermales y están en el punto de mira de las prospecciones mineras.

La necesidad creciente de metales raros tales como el molibdeno, litio, titanio y niobio, entre otros, hace prever que la minería en aguas profundas arranque en cuestión de una década.

Hasta la fecha, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) – la agencia que supervisa la minería en aguas profundas – ha emitido ya 29 contratos con empresas o agencias gubernamentales para explorar minerales en más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados en los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. Y es algo que pone en peligro a miles de especies, muchas desconocidas para la humanidad. Los sondeos en estas áreas han identificado más de 1.000 especies de animales y eso que solo han explorado menos del 0,01 por ciento del suelo marino.

Aún así, la ISA espera finalizar su Código de Minería para 2020, lo que permitirá a las compañías avanzar un paso más: la extracción comercial.

El problema es que la agencia se encarga tanto de proteger el suelo marino en aguas internacionales como de su explotación. La inquietud por parte de la comunidad científica surge a raíz del interés aparentemente mayor del organismo por la explotación del suelo marino que por su cometido con el medio ambiente.

En una carta abierta a la ISA, cuyos miembros se reunirán esta semana en Kingston, Jamaica, 28 científicos marinos de todo el mundo piden a la agencia que recurra a científicos independientes para evaluar las solicitudes por parte de compañías y gobiernos. También le sugieren que trabaje más estrechamente con organismos intergubernamentales tales como el Convenio sobre Diversidad Biológica de Naciones Unidas.

Se trata de recomendaciones sensibles que deberían verse respaldadas. El potencial destructivo de estas operaciones va más allá de la pérdida de especies individuales carismáticas. El uso de maquinaria pesada, de hasta 300 toneladas, podría liberar a la atmósfera carbono enterrado en los sedimentos, agravando el cambio climático.

Es tan precario el muestreo del océano profundo que los científicos ni siquiera saben lo que podría llegar a perderse. El próximo mes, científicos e industria pondrán en marcha un prototipo de excavadora de 3,5 toneladas que será arrastrado por el suelo marino del mar Mediterráneo y monitorizará los sedimentos que se levantan así como su potencial para asfixiar la vida marina.

Insisten en que es preciso que se lleven a cabo evaluaciones robustas lo antes posible, en especial aquellas que aúnen ciencia, conservación, industria y reguladores. Más aún, la ISA debería aceptar el asesoramiento científico en la elaboración y evaluación de las normativas antes de que la exploración y extracción minera empiecen.

Una década pasa muy rápido y ese tiempo tendrá que usarse de manera inteligente con el fin de garantizar una mejor comprensión de lo que podría llegar a perderse debido a esta persecución corta de miras por las riquezas del océano.

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