Puede que las aves marinas sean las mejores herramientas para saber si las normativas de reducción de la contaminación están funcionando.
Las aves marinas, incluyendo pelícanos, gaviotas y charranes, se encuentran en lo alto de la cadena alimentaria, y absorben las toxinas y contaminantes contenidos en los peces que ingirieren, escriben investigadores en el número del 3 de mayo de la revista Science. Y dado que las aves marinas se alimentan en amplias áreas de océano y regresan a un lugar cada año para reproducirse, proporcionan a los científicos un enclave único para el muestreo de una amplia región geográfica.
“Esencialmente pasan la mayor parte del año en el océano, proporcionándonos las muestras,” dice John Elliott, de Environment Canada. “Mientras se alimentan, se ven expuestas a los contaminantes, en particular a aquellos bioacumulativos que son los que más nos interesan.”
Los contaminantes bioacumulativos se acumulan en el tejido biológico a lo largo del tiempo y pueden traspasarse a los huevos o la leche, en el caso de los mamíferos. Tal vez el ejemplo más conocido sea el DDT, un insecticida actualmente prohibido para el uso agrícola y que reduce el grosor de los cáscaras de los huevos.
La monitorización de las toxinas de las aves marinas no es letal; los científicos pueden recoger plumas, sangre, aceites y pequeñas muestras de tejido sin tener que matar a las criaturas, mucho más de lo que puede decirse de la propia contaminación. Es frecuente hallar aves muertas con los estómagos llenos de plástico, reflejando un aumento de la contaminación procedente de la basura de los buques pesqueros o del consumidor. El acuario de la bahía de Monterrey estima que cerca de un millón de aves marinas mueren cada año debido a la ingestión de plásticos.
El plástico es una imagen común en las playas, donde los diminutos fragmentos pueden mezclarse con la arena. Por ejemplo, en Kimalo Point, en la Isla Grande de Hawaii, los fragmentos microscópicos son hallados a una profundidad de hasta 6 pies (0,9 metros) bajo la superficie de la arena.
“En muchos lugares de la playa es difícil diferenciar la arena de los plásticos,” dice Nicholas Mallos, experto en escombros marinos en la organización Ocean Conservancy.
Estos plásticos pueden ser tóxicos de por sí, liberando contaminantes en el agua, dice John Elliot. Y muchos contaminantes marinos son hidrófobos, que significa que no se mezclan bien con el agua. Estos contaminantes se concentran en los plásticos, lo que significa que cuando las aves comen los trozos de plástico, en realidad están ingiriendo una dosis concentrada de toxinas.
“La gente dice, ¿Por qué no se regula mejor la industria?, sin embargo “Todo el mundo es culpable.”
La monitorización de las aves marinas ha revelado un descenso en el DDT desde la prohibición del químico pero han surgido otras amenazas, dice Elliot.
Los escombros marinos plásticos es uno. De manera parecida, los niveles de eteres difenil polibrominado o PBDEs han aumentado. Gracias a los programas de fauna silvestre y medioambiente, se descubrió que estas substancias, empleadas como ignífugos en muebles, plásticos y muchos otros productos, se acumulan en los tejidos. Los PBDE son imitadores de las hormonas tiroides, lo que significa que pueden alterar los controles hormonales del cuerpo. Los PBDE se están retirando progresivamente de los procesos de producción pero hay infinidad de toneladas de productos ya en circulación que han sido tratados con el químico, dice Elliot.
“Y ese químico se estará desprendiendo en el sistema durante años y años,” añade.
Una parte importante del problema es que las agencias reguladoras se adaptan constantemente a la industria, dice Elliot. La mayoría de los productos nuevos se desarrollan y fabrican en China y otros países conde escasean las regulaciones. Los productos ya están en el mercado en el momento en que los problemas aparecen.