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La verdad sobre la piscicultura

Los pollos, pavos y ganado de granjas industriales sufren todos formas fundamentalmente similares. Y lo mismo ocurre con los peces. Aunque no solemos considerarlos del mismo modo, la “piscicultura”, es decir, la cría y engorde intensivos de animales marinos en cautividad, es esencialmente una producción industrial submarina.

El libro The Handbook of Salmon -Farming, an industry how-to book detalla seis claves de estrés en el entorno de la acuicultura: calidad del agua, confinamiento masivo, manipulación, trastorno, nutricion y jerarquía. Estas seis causas de sufrimiento son, en un lenguaje más plano: aguas tan nauseabundas que dificultan la respiración, masificación tan intensa que los animales se devoran los unos a los otros, manipulación tan invasora que las medidas de estrés psicológico son evidentes al día siguiente, trastorno provocado por trabajadores de las piscifactorías y animales salvajes próximos, deficiencias nutricionales que debilitan su sistema inmune y la incapacidad para establecer una jerarquía social estable provocando con ello una fuente más de canibalismo.

Una causa de sufrimiento importante para el salmón y otros animales marinos de piscifactoría es la presencia abundante del piojo de mar que crece en el agua mugrienta. Estos piojos provocan heridas abiertas que en algunas ocasiones pueden llegar a alcanzar el hueso de la cara del animal, un fenómeno conocido en la industria como “la corona de la muerte”. Una sola piscifactoría de salmón genera enjambres de piojos de mar en un número 30.000 veces superior al de un entorno natural.

El salmón que logre sobrevivir bajo estas condiciones – muchos en la industria del salmón consideran aceptable una tasa de mortalidad entre el 10 y el 30% – será privado de alimento entre 7 y 10 días antes de ser sacrificado como una forma para purgar los restos de comida en sus intestinos. Una ducha de agua saturada de dióxido de carbono en un contenedor destinado al sacrificio provoca la convulsión violenta del pez. El animal deja de agitarse después de 30 segundos, aunque no pierde la conciencia hasta pasados entre 4 y 9 minutos. Seguidamente se cortan sus agallas hasta que muere desangrado. El prolongado procedimiento es inhumano por sí solo, sin embargo, dado que el dióxido de carbono provoca inmovilidad mucho antes de que se produzca la pérdida de conciencia, existe un peligro real de que el animal, aunque incapaz de moverse, siga consciente mientras se desangra.

Algunos métodos empleados para sacrificar a los peces de piscifactoría provocan un sufrimiento tan aterrador que si los animales terrestres de granjas industriales fueran sacrificados de forma similar, se procesaría a sus ejecutores. Por ejemplo, entre los métodos ampliamente practicados en la piscifactoría de trucha se incluyen la asfixia del pez en aire o por refrigeración con hielo, este último, prolongando el tiempo de conciencia del animal, capaz de sentir lo que le está ocurriendo hasta casi 15 minutos después de haber sido sacado del agua.

¿Es más humana la captura de peces silvestres? Una diferencia es que han tenido mejores vidas, puesto que no se han visto hacinados en recintos pequeños y sucios. Sin embargo, reflexionemos sobre la forma más común para la captura de salmón, camarón o atún salvajes. Predominan tres métodos: el palangre, el arrastre y el uso de las redes de cerco.

El palangre es similar a una línea telefónica que cuelga bajo el agua y que es suspendida mediante boyas en lugar de postes. A intervalos regulares a lo largo de la línea principal cuelgan ramificaciones de líneas más pequeñas de las que cuelga un anzuelo. Ahora imagina no sólo una de estas líneas con múltiples anzuelos, sino docenas o cientos, dispuestas una tras otra por un solo barco y, por supuesto, en las flotas comerciales más importantes no hay un único barco tirando líneas de palangre, sino docenas, cientos e incluso miles.

Los palangre actuales pueden alcanzar 75 millas de longitud, suficiente como para atravesar más de tres veces el Canal de la Mancha. Y los palangres no solo matan especies objetivo, sino a otras 145 especies más. Un estudio halló que la pesca de palangre mata al año cerca de 4,5 millones de animales marinos, incluidos unos 3,3 millones de tiburones, 1 millón de marlines, 60.000 tortugas marinas, 75.000 albatros y 20.000 delfines y ballenas.

Pero ni siquiera los palangre provocan la inmensa captura accidental o decartes que lleva asociada el arrastre. El tipo más común de arrastre es la de camarón que peina un área aproximada de entre 25 y 30 metros de ancho. La red es arrastra por el lecho marino durante horas, capturando camarones (y todo lo que encuentra a su paso) hacia el fondo de una red tubular. El arrastre es el equivalente marino a la deforestación de los bosques tropicales. Sea cual sea la presa objetivo, los buques de arrastre destruyen peces, tiburones, rayas, cangrejos, calamares, vieiras, es decir, cerca de 100 especies marinas distintas. Todas mueren. Las operaciones menos eficientes arrojan por la borda más del 98 por ciento de especies sin vida no objetivo. Sin duda, hay algo muy siniestro en este estilo de tierra quemada de captura de animales marinos.

Las técnicas modernas de pesca están destrozando los ecosistemas puntales que sustentan vertebrados más complejos como el salmón y el atún, dejando a su estela unas pocas especies que logran sobrevivir a base de plantas y plancton. A medida que vamos esquilmando las especies más preciadas, que normalmente coinciden con depredadores en lo alto de la cadena alimentaria como el atún o el salmón, provocamos el surgimiento de especies de vida corta en el nivel inmediatamente inferior de la cadena trófica. La velocidad generacional de este proceso hace difícil percibir los cambios (¿sabes lo qué comían tus abuelos?) y el hecho de que el volumen de la capturas no descienda da una falsa impresión de sostenibilidad.

El arrastre y el palangre no solo son preocupantes ecológicamente, también son métodos crueles. Durante horas, cientos de especies distintas son comprimidas, acuchilladas por los corales y aplastadas contra el fondo rocoso hasta que finalmente son remolcadas a bordo de los buques, provocando una dolorosa descompresión que puede hacerles salir los ojos de las órbitas y la salida de sus órganos internos por la boca. En las líneas de palangre los animales se enfrentan a una muerte generalmente lenta. Algunos quedan enganchados y mueren cuando se los retira, otros sucumben a las heridas provocadas por el anzuelo en sus bocas o por intentar escapar y otros simplemente no pueden evitar el ataque de un depredador del que no pueden huir.

El cerco es la principal tecnología empleada para la captura de atún. Una pared de red se despliega alrededor de del banco. El buque se acerca y los pescadores unen el fondo de la red, como frunciendo un monedero gigante con un cordón. El pez objetivo y otras criaturas atrapadas en las proximidades son izadas a bordo mediante un torno y arrastradas a cubierta. Aquellos animales enredados en la red morirán destrozados durante este proceso mientras que el resto lo hará lentamente por asfixia. Otros serán arrojados sobre lechos de hielo, prolongando así su agonía.

Aunque uno puede esperar de modo realista que al menos algún porcentaje de vacas y cerdos sean sacrificados de forma rápida, ninguna criatura marina logra una muerte que no sea dolorosa. Ni una sola.

Nunca tendrás que preguntarte si el pez que está en tu plato tuvo que sufrir. Seguro que sufrió.

Jonathan Safran Foer

Artículo traducido y adaptado por Ocean Sentry

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