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Credits: Dolphin Project

La locura continua para una familia de delfines de Risso que pasaba frente a la costa de Taiji

Una familia formada por 8 delfines de Risso (Grampus griseus) ha sido destruida esta mañana en la Cala de Taiji, Japón. Seis de sus miembros han sido asesinados y dos crías pasarán el resto de sus cortas vidas encerradas en un delfinario o parque marino, a saber en qué lugar del mundo, obligadas a hacer piruetas a cambio de alimento.

Nada más avistarla, los barcos se congregaban e iniciaban la persecución conduciendo a esta pequeña familia hacia Taiji.

Su peor pesadilla acababa justo de empezar.

Al ser tan sensibles al sonido, el ruido que crean los pescadores dando martillazos a las varas de metal que sumergen en el agua hace aterrorizar a los delfines. Las madres se reúnen con sus crías y la manada empieza a huir, nadando lo más rápido posible en la dirección que más los aleja de la fuente del ruido. Los adultos y jóvenes pueden sumergirse a más profundidad para escapar, pero las crías no pueden mantener tanto tiempo la respiración. Los más mayores también tienen problemas para seguir el ritmo. El compromiso de la manada a permanecer junta pase lo que pase  hace aminorar la velocidad para asegurar que nadie quede rezagado. Cada vez que el grupo sale a la superficie, los barcos lo esperan. La manada sigue intentando alejarse del ruido pero, cuando el agotamiento los supera tras horas de persecución, los delfines se ven finalmente sometidos a tomar la dirección que quieren los pescadores. Cuando la manada entra en la infame cala, los pescadores lanzan una red de extremo a extremo de la entrada cerrando cualquier salida.

Los delfines intentan usar su ecolocalización para tratar de averiguar qué es esa red. Nadan aferrados los unos a los otros, las crías sin separarse ni un instante de sus madres y los más mayores nadando uno al lado del otro. No pasa mucho tiempo cuando los barcos entran en la cala y se dirigen hacia los delfines, muchas veces con los motores por delante, a menudo arrollándolos. Los aterrorizados delfines se ven obligados a acercarse cada vez más hacia la orilla.

Los pescadores intentan separar madres y crías. En medio del ruido atronador y la confusión, las madres tratan desesperadamente de regresar con ellas. Otros quedarán enredados en la red intentando escapar, otros se arrojarán contra las escarpadas rocas de la cala presos del pánico. Ninguno escapará. Los pescadores atarán un cabo a sus colas y los arrastrarán bajo las lonas. Los delfines volverán a salir de la cala, pero esta vez amontonados sin vida sobre uno de los barcos y cubiertos por otra lona.

Para las dos desafortunadas almas que los adiestradores escogían esta mañana para ser exhibidas en cautividad, acaba de empezar una completa dependencia de los humanos. Su libertad ha acabado para siempre. En sus mentes estará para siempre el recuerdo de haber visto asesinada a su familia por unos monos bípedos a los que de hoy en adelante tendrán que someterse y obedecer. Imagínate por un instante ser una de esas crías.

Los adiestradores, que presuntamente dicen amar a los delfines, están encantados de escoger a aquellos individuos que quieren, dando la espalda a los demás delfines, que significa dar luz verde a los pescadores para que acaben con ellos.

Esto es lo que ocurre cada año en Taiji desde el 1 de septiembre hasta finales de febrero del año siguiente. Forma parte de un negocio millonario de una industria que se lucra de la ignorancia de la gente que va a ver delfines en cautividad o que participa en los engañosos programas de nadar con delfines.

Si te preguntas cuándo acabará está locura, la respuesta es cuando estas instalaciones de ocio cruel dejen de existir debido a la falta de público, cuando la gente sepa lo que esta industria esconde.

Si quieras ayudar a los delfines en Taiji, haz click aquí.

Fuente: Ric O’Barry Dolphin Project

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