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Segments of PVC pipe washed up on shore in Denman Sound, B.C. Paul Nicklen/Sea Legacy, Author provided

La demanda de marisco considerado de lujo está contaminando el océano con plástico

Recientemente, el gobierno federal canadiense ha tomado medidas para reducir la cantidad de plástico en tierra, mar, ríos y lagos. En junio, por ejemplo, dijo que en 2021 prohibiría los plásticos de usar y tirar.

“Es difícil tener que explicarle a tus hijos el porqué están llegando ballenas muertas a nuestras playas con los estómagos llenos de plásticos,” decía por aquel entonces el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau.

A pesar de este avance, una de las principales fuentes de contaminación – la acuicultura de mariscos – sigue amenazando los ecosistemas marinos de la Columbia Británica, uno de los estados federales canadienses al noroeste de Canadá. 

La costa de la Columbia Británica es abrupta e irregular. En sus fiordos montañosos vive el salmón salvaje y los ecosistemas que depen de ellos. Entre Vancouver y las islas Denman se encuentra la bahía de Baynes, un mar interior donde viven mamíferos marinos, poblaciones de patos y aves de importancia global y una diversidad biológica inigualable a lo largo de la costa. 

El ecosistema es tan único que, hace 20 años, el Departamento de Pesca y Océanos de Canadá (DFO) recomendó que varias regiones en esta área serían calificadas de áreas protegidas. Entre las amenazas se incluyen el aumento del turismo, la urbanización y una cosecha de algas marinas no regulada. La mayor amenaza sin embargo es el sector del marisqueo en expansión que proporciona un fuente continua de plásticos a la bahía. 

Mapa del área de la bahía Baynes. El lugar y extensión del sector marisquero se muestra en verde.

Durante los últimos 14 años, las tareas de limpieza de playas han recogido anualmente la pasmosa cantidad de entre 4 y 6 toneladas de escombros plásticos, incluidos redes para depredadores, bandejas de plástico, cabos y espuma de poliestireno. Ahora las tuberías de policloruro de vinilo, usadas para la producción de almejas también están llegando arrastradas hasta la costa. 

En 2017, el DFO dio luz verde al sector marisquero en la costa oeste para que ampliara sus prácticas de cultivo para incluir la producción de la lucrativa almeja, usada en la elaboración de sashimi y tremendamente apreciada en Hong Kong y el resto de China, tanto por su sabor como sus propiedades supuestamente afrodisíacas. Más del 90% de estas almejas cultivadas en el país se exportan inmediatamente a China y Hong Kong.

Conocida como geoduck y pronunciada como “gooey ducks”, se trata de una enorme almeja de agua salada – panopea generosa-, la más grande que existe, hallada naturalmente a lo largo de la costa del Pacífico. Las ventas para este selecto mercado supusieron unos 56 millones de dólares en 2017.

El proceso comienza con la fertilización de los huevos en el laboratorio. Una vez hecho, las larvas se alimentan de algas cultivadas por las propias empresas.

El cultivo consiste en poner almejas jóvenes en filas y filas de segmentos de tuberías de PVC de 45 cm, introducidos verticalmente en los sedimentos intermareales, a una densidad de una tubería por pie cuadrado. Las redes se fijan con bandas elásticas sobre las tuberías para proteger las almejas jóvenes. Pero estas tuberías se acaban perdiendo con los días, especialmente después de tormentas y la playa queda plagada de redes de plástico y tuberías. La acción de las olas y la luz ultravioleta del sol degradan las tuberías creando fragmentos y luego microplásticos (plástico más pequeño de cinco milímetros de diámetro) que luego contaminan el entorno marino.

El PVC (policloruro de vinilo) es uno de los polímeros usados más comunes y su descomposición puede dañar los ecosistemas y la salud humana. Las partículas pueden dañar a invertebrados, peces, aves marinas y otros organismos que los consumen. Los productos químicos añadidos al plástico en su proceso de fabricación, incluidos plastificantes, ftalatos, retardantes de llama y estabilizantes, pueden pasar al agua, con el potencial para afectar a los organismos marinos. Finalmente los fragmentos de estas tuberías también pueden actuar como sustrato, proporcionando a organismos marinos patógenos y parásitos en entornos cercanos a la costa un lugar donde crecer y reproducirse.

“Los canadienses conocen de primera mano los efectos de la contaminación por plástico y están hartos de ver sus playas, parques, calles y litorales llenos de plástico,” decía Trudeau en una declaración tras el anuncio de la prohibición de los plásticos de usar y tirar.

¿Por qué entonces la paradoja?

El gobierno dice que intenta proteger al menos el 10 por ciento de los ecosistemas costeros del país y reducir la amenaza de los plásticos en el entorno marino. Sin embargo, la industria, que está gestionada por este mismo gobierno federal, ha dado permiso para introducir plásticos peligrosos en uno de los ecosistemas más sensibles de la Columbia Británica. 

La prohibición del plástico hace a los consumidores responsables. Tiene por objetivo su comportamiento y obligarles a un cambio. Pero esto es solo una parte del problema. La otra es la práctica de la industria de tirar plásticos peligrosos en este ecosistema sensible. El gobierno está regulando un cambio en el comportamiento de los consumidores. ¿Por qué no hacer lo mismo con la industria?

Si el objetivo del gobierno es proteger estos ecosistemas marinos sensibles, necesita detener la entrada de plásticos de las fuentes industriales, incluida la del sector marisquero que en estos momentos no tiene ningún tipo de regulación. La ganancia económica del cultivo de sashimi para un mercado selecto no vale la pena el coste medioambiental que lleva implícito.

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