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La contaminación por plástico está dañando el golfo de México

Los científicos llevan informado desde hace años el alcance de la contaminación por plástico en lugares remotos del mundo. Pero un nuevo estudio está revelando la magnitud de esta “sopa de plástico” en el golfo de México.

El estudio para documentar el alcance de la contaminación por microplásticos en el Golfo de México, que ha implicado la participación de voluntarios y científicos, está descubriendo que estos fragmentos permanentes se encuentran en casi cada muestra tomada del golfo.

El método de recogida de muestras sumergiendo botellas de agua de un litro para recoger sedimentos también está revelando que los microplásticos están igualmente extendidos en áreas urbanas como en lugares remotos del golfo.

La mayoría de microplásticos se crean cuando la luz del sol o la acción de las olas rompen trozos grandes de escombros plásticos flotantes en trozos diminutos, incluso microscópicos. Fragmentos, películas, fibras sintéticas y microesferas procedentes de vertederos o de nuestros fregaderos y lavadoras acaban en nuestros océanos, donde permanecen miles de años y donde son ingeridos por la vida marina o quedan adheridos a ella.

A través de un microscopio, Theresa Morris, una de las científicos implicadas en crear una imagen más completa del alcance de los microplásticos en el golfo de México, ha observado larvas de conchas viviendo entre microplásticos y algas viviendo en poliestireno. “La investigación es tan nueva que no sabemos lo nocivos que pueden llegar a ser estos microplásticos,” admite.

Aunque solo se han analizado unas pocas muestras en la playa de Galveston, en costa del golfo de Texas, Morris y los voluntarios están convencidos de que es necesario seguir estudiando apoyados con financiación. Cada muestra que examinan contiene alguna forma de microplástico.

Durante su tesis doctoral, Caitlin Wessel ha observado microplásticos en cientos de muestras, desde la frontera entre Texas y México a Cayos de Florida. Wessel trabaja como Coordinadora Regional del Golfo de México del Programa de Escombros Marinos de la NOAA con sede en Mobile, Alabama. Sus dos años recogiendo muestras del agua, playas y plataformas costeras revelan la predominancia de estos diminutos trozos de plástico, incluso en los lugares más improbables.

Wessel se interesó por los microplásticos hace cuatro años cuando se encontraba frente a la costa de Luisiana. Mientras ayudaba a un estudiante de postgrado frente a las islas Chandeleur deshabitadas de Luisiana, Wessel se encontró recogiendo trozos de plástico entre la hierba marina. No es lo que esperaba encontrar a 30 millas de la costa en el Refugio Nacional de Fauna Silvestre, el segundo más antiguo del país.

“Me quedé pensando,” recuerda Wessel. “Se supone que esto tenía que ser un hábitat prístino y sin embargo está lleno de basura.”

Por esa misma época, la Dra. Maia Patterson McGuire, bióloga marina de la Universidad de Florida, empezó a preguntarse si las microesferas estaban presentes en el ecosistema.

Hallados en dentífricos y productos exfoliantes, las diminutas esferas de plástico se escurren por el desagüe. Dado su diminuto tamaño, la mayoría de instalaciones de tratamiento de aguas residuales no pueden detectarlas. Cuando McGuire empezó su investigación en una colaboración entre ciudadanos y científicos en 2015 no había ninguna ley que prohibiera la producción de microesferas, y menos aun se conocía su repercusión en la vida marina.

Con una beca concedida por la NOAA, McGuire formó y equipó a 16 organizaciones colaboradoras que organizaron a 130 voluntarios para recoger muestras de agua a lo largo de la costa de Florida.

McGuire buscaba microesferas diminutas, pero lo que halló fue un plástico distinto y más predominante: fibras plastificadas, del tipo usado en la ropa sintética y otros productos.

“Podría ser nailon, acrílico o poliéster. Podría ser plástico a partir de materiales vegetales como el rayón o un polímero que se hace con la celulosa, pero siguen siendo productos plastificados,” dice McGuire.

Sin acceso a más equipo,”no podemos decir qué clase de fibra es,” dice. Pero lo que sí sabe es que la fibra es de origen humano, que está ampliamente distribuida y que no desaparecerá.

Erik Sparks coincide con McGuire. En la Universidad estatal de Misissippi, Sparks recoge todas las muestras tomadas por el proyecto ciudadano-científico. En colaboración de Morris, Wessel, McGuire y otros colaboradores a lo largo de la costa del golfo, Sparks ha visto los resultados de cientos de muestras, desde Corpus Christi, en Texas, a Cayos de Florida.

En dos años de suministro de muestras, Sparks está descubriendo que “al menos el 90 por ciento de los microplásticos son fibras sintéticas. Con diferencia, los microplásticos más abundantes son las microfibras que se desprenden de la ropa de poliéster.”

Siendo limitados los recursos en Tierra para producir algodón y lana, la fibra de poliéster está llenando el vacío, vistiendo a una población mundial que se prevé supere los 9 mil millones de personas en 2050. Y a medida que la población humana aumenta, también lo hace la producción de poliéster.

En 20 años, la producción de poliéster se quintuplicó a 50 millones de toneladas al año. En los próximos 8 años, se prevé que se duplique alcanzando un máximo histórico.

Y eso no son buenas noticias para el Golfo de México, donde las ostras y otros bivalvos viven e ingieren esta “sopa de plástico.”

Cuando éstos filtran el agua con microplásticos, este diminuto plástico queda alojado en el tejido. Nadie sabe durante cuánto tiempo. De las ostras que Wessel halló en la bahía Mobile, un 25 por ciento contenían entre 3 y 5 trozos de microplásticos.

Más allá de su preocupante presencia en el tejido, se sabe también que los microplásticos interfieren en la reproducción y las crías de ostra. Un estudio publicado por la Academia Nacional de las Ciencias en marzo de 2016 explica que las ostras del Pacífico expuestas durante dos meses a microesferas de poliestireno (micro-PS) sufrieron una disminución en el diámetro, en el número de ovocitos y en la velocidad del esperma.

Y la interacción nociva de los microplásticos no queda limitada a las ostras. Afecta a todos los niveles de la vida acuática. Y este tipo de exposición podría afectar a los humanos.

“Cuando el plástico se fragmenta, éste liberan tóxicos nocivos para la salud humana”, dice Morris. “Como los PCB. Son carcinógenos. Causan mutaciones en el feto. También provocan muchas complicaciones fisiológicas en nuestros sistemas endocrinos. Los peces los ingieren y, por tanto, los comes tú cuando comes pescado,” explica.

“Estás comiendo carne en la que han sido liberados tóxicos. La investigación es tan nueva que todavía no sabemos si esto es lo que está provocando que la gente enferme de cáncer.”

Promete que:

– Leerás las etiquetas sobre productos de cuidado personal y evitarás aquellos que contengan polietileno.

– Usarás bolsas de papel o bolsas reutilizables.

– Evitarás el uso de pajitas en tus bebidas.

– Llevarás contigo tu propia agua embotellada en lugar de comprar botellas o bebidas en envases de usar y tirar.

– En lugar de comprar tu café en tazas de polietileno, cómprate tu propia taza de café y pide que te lo sirvan en ella.

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