En un intento por combatir este creciente problema ecológico, investigadores de la Universidad de Manchester y el Centro Nacional de Oceanografía (NOC) se apresuran por comprender cómo llegan los microplásticos a los fondos oceánicos profundos.
Se estima que durante los últimos 65 años se han producido 8.300 millones de toneladas de plástico. Gran parte de este plástico no se recicla y acaba en el medio ambiente.
El plástico tiene una enorme resistencia ambiental, por lo que acaba acumulándose en los sistemas sedimentarios, constituyendo una amenaza para importantes ecosistemas marinos así como para la salud humana cuando entran en la cadena alimentaria.
Una nueva investigación publicada en la revista Frontiers in Earth Science revela que los microplásticos suelen acumularse en los fondos marinos profundos en el mismo lugar donde se congregan densas y diversas comunidades de vida marina. Eso se debe a que, esos mismos flujos de sedimento submarino que transfiere oxígeno vital y nutrientes necesarios para sustentar la vida, también transporta microplásticos a través de senderos tales como los cañones submarinos.
Los microplásticos son trozos de plástico muy pequeños, incluidas microesferas y microfibras, que entran en los sistemas fluviales procedentes de múltiples fuentes, incluidos el vertido industrial, desagües de aguas pluviales y aguas residuales domésticas.
El “efecto Blue Planet” ha provocado una mayor sensibilización pública sobre el impacto del plástico en nuestros océanos y sus efectos en la vida marina. Solo en torno a 1 por ciento del plástico en el océano flota en su superficie, es decir, el resto se hunde en el suelo marino. Debido a su pequeño tamaño, los microplásticos son increíblemente difíciles de monitorizar.
Se sabe que los microplásticos dominan los suelos marinos en todo el rango completo de entornos marinos. La relativa abundancia de microplásticos en los cañones submarinos y fosas profundas sugiere que la entrada de microplásticos en el suelo marino está controlada fuertemente por las corrientes de gravedad y el asentamiento desde la superficie a través de las columnas de agua.
A pesar de estar presentes en todos los entornos, solo tenemos una limitada idea de cómo se transportan, en particular, de cómo llegan al fondo marino, por lo que existe la necesidad apremiante de conseguir más datos que relacionen epicentros de contaminación marina con procesos de transporte y poder determinar el destino final de los microplásticos en el fondo marino.
“Parece que las corrientes oceánicas y otras corrientes cerca del suelo marino controlan los lugares donde acaba el plástico,” dicen.
“Es esencial desarrollar un conocimiento básico de los procesos que controlan la distribución de los microplásticos, para poder comprender mejor dónde y cómo estos diminutos fragmentos y fibras entran en la cadena alimentaria a través de la vida marina bentónica.”
Los fragmentos microplásticos muestran una afinidad con aquellas áreas donde son comunes macroplásticos y basura marina, mientras que las microfibras tienen una distribución más amplia y probablemente son transportadas fácilmente por las corrientes de fondo.
No se sabe muy bien el papel que juegan estas corrientes en la redistribución, pero es probable que los microplásticos pueden ser distribuidos fácilmente lejos de puntos de entrada directa tales como grandes ríos.
Las implicaciones de la ingestión de microplásticos en las poblaciones de peces así como en la salud humana tampoco se comprenden bien. Los investigadores esperan que algunas de las sugerencias presentadas en estudios como éste contribuyan a abordar esta crisis ecológica global.