Cada año, entre noviembre y marzo, la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) llega a las apartadas playas del Refugio de Vida Silvestre Río Escalante-Chacocente en el litoral pacífico de Nicaragua para poner sus huevos. Chacocente ha sido un lugar de desove estable del que poder recoger datos sobre la nidificación de la especie. Esto año, sin embargo, no ha llegado ni una sola tortuga.
“Es la primera vez que ocurre y podría suceder de nuevo,” dice Alison Gunn, del grupo Fauna & Flora Internacional que realiza marcados de todas las hembras que desovan en Chacocente.
La tortuga laúd es la mayor de todas las tortugas marinas, con una longitud de hasta 2,3 metros y un peso de hasta 680 kg, lo que la sitúa entre los reptiles más grandes del planeta.
Pero a pesar de su enorme tamaño, su población se enfrenta a las amenazas de la actividad humana y la población del Pacífico oriental está clasificada como en peligro crítico.
La pesca ilegal y legal han contribuido a este descenso, así como la recolecta de sus huevos. En Centroamérica los huevos de tortuga marina son considerados un manjar y hasta un afrodisíaco en algunas comunidades.
En 2018, Velkis Gadea, director del programa de conservación de tortugas marinas de Flora & Fauna Internacional, explica que en el pasado solían anidar entre 30 y 40 tortugas en una temporada y que ese número se ha reducido a unas 5 o 10.
La organización estima que sus programas de educación y conservación protegen actualmente el 90 por ciento de los nidos de tortuga laúd de Nicaragua, pero que no ha sido suficiente para revertir el daño histórico.
“Tenemos informes de la comunidad que dicen que en la década de los 80, antes del auge del furtivismo, anidaban cientos de tortugas en Chacocente,” dice. “Sabemos que a pesar de estar haciendo lo posible para aumentar el número de eclosiones siguen existiendo otros factores.”
Aunque los esfuerzos se han centrado en abordar la caza furtiva de tortugas, hay también una creciente evidencia de que las temperaturas más cálidas podría estar contribuyendo al descenso de la población.
El sexo de una tortuga marina viene determinado por la temperatura de la arena donde es incubado el huevo. Temperaturas más altas producen hembras. Los científicos sospechan que una enorme proporción de las crías son actualmente hembras.
Un estudio de nueve años conducido en el Pacífico oriental halló que los huevos de tortuga laúd son un 79 por ciento hembras. Otro estudio conducido en Australia halló que las hembras superan el número de machos en una proporción 116 a 1. Los biólogos advierten que si las temperaturas siguen subiendo y la proporción sigue elevándose podría devastar fácilmente las poblaciones.
“Es desolador pensar que todos los esfuerzos pueden resultar en vano si no abordamos las amenazas antropogénicas una vez para las tortugas llegan al mar,” dice Gunn. “Las tortugas marinas llevan en el planeta desde la época de los dinosaurios, no podemos permitir que desaparezcan