Los expertos creen que durante millones de años los osos polares han confiado en los cuerpos muertos de grandes ballenas, que encuentran flotando o encallados en las orillas árticas, para sobrevivir durante periodos de calentamiento, cuando la pérdida de hielo marino reduce el acceso a su principal presa, las focas. En una situación con hielo marino, los osos se mueven por el hielo buscando respiraderos o madrigueras de focas. Cuando el hielo se rompe a finales de primavera, los osos polares de algunas poblaciones ayunan en tierra, a la espera de que vuelva a formarse el hielo para poder reanudar la caza. Aun así, los osos polares son alimentadores oportunistas y se los ha visto en múltiples lugares comiendo cadáveres de ballenas.
Una investigación, elaborada por científicos de las universidades de Washington y California y publicada en la revista Frontiers in Ecology and the Environment, destaca la importancia de estos enormes cadáveres para los osos polares.
Aunque las poblaciones de grandes ballenas están aumentando en gran parte del Ártico, actividades humanas tales como la caza comercial han reducido su abundancia en general. Además, el desarrollo costero puede ahuyentar a los osos polares y dificultar el acceso. Dados estos factores, los cadáveres de ballena son una fuente de alimento menos fiable de lo que lo fueron una vez, reduciendo potencialmente un importante sustento para los osos polares en una región que se está calentando rápidamente y que puede quedarse sin hielo para 2040.
Para su investigación, el equipo desarrolló estimaciones del “valor bioenergético”- cantidad energética que podrían obtener los osos polares del consumo de varias especies de grandes ballenas que llegan muertas arrastradas a la costa. Los científicos compararon estas estimaciones con los valores bioenergéticos que proporciona la foca ocelada – la especie que los osos polares suelen cazar más comúnmente – y hallaron que una población de osos necesitaría ingerir más de 1.300 focas oceladas adultas para obtener la misma cantidad de energía contenida en el cadáver de una ballena de Groenlandia.
El equipo también estimó el número de grandes ballenas que encallan cada año en el Ártico en base a una combinación de datos fisiológicos, históricos y oceanográficos. Los científicos especularon que las ballenas muertas, que mediante observaciones se sabe que proporcionan alimento a docenas de osos polares, fueron una vez lo suficientemente comunes como para ayudar a sobrevivir a las poblaciones de oso polar en periodos de calentamiento interglacial – cuando gran parte del Ártico no tenía hielo y cazar focas era más difícil.
Pero en algunas partes del Ártico actual, el potencial para que los cadáveres de ballena puedan reemplazar la carne de foca como fuente de alimento en un futuro sin hielo es más limitado que en el pasado. Por ejemplo, las poblaciones de ballena franca del Atlántico Norte y de ballena de Groenlandia en los mares de Svalbard y Barents siguen siendo una mera fracción de lo que eran antes de la caza comercial. La intensificación de la actividad humana (transporte marítimo y desarrollo industrial) también pueden reducir la capacidad de los osos a encontrar y acceder a los cadáveres de ballenas.
“La actividad carroñera de los osos polares es probablemente más importante en algunas áreas y puede amortiguar la pérdida de hielo marino,” dice Kristin Laidre, profesora asociada de la Universidad de Washington.
“Sin embargo, no prevemos que estos cuerpos puedan reemplazar a las focas como recursos nutricionales en un ártico con cada vez menos hielo. En la mayoría de regiones, los cambios ambientales son demasiado grandes y el número de ballenas muertas que encallan es muy bajo. Solo en algunas regiones las poblaciones son lo suficientemente abundantes como para ofrecer de nuevo un recurso para los osos. En Alaska, las medidas de conservación han ayudado a la recuperación de la ballena de Groenlandia del mar de Bering-Chukotka-Beaufort, con un crecimiento de la población de más de un 3,5 por ciento al año. Aunque animados por estas medidas, los científicos advierten que Ártico sigue calentándose a una velocidad sin precedentes.
“Si la velocidad de pérdida de hielo y el calentamiento continúan, lo que ocurra en el hábitat del oso polar no tendrá precedentes en los últimos millones de años,” dice Laidre.
“La velocidad de este cambio hará casi imposible poder usar la historia para predecir su futuro,” añade.