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Japón consigue sentenciar a muerte al atún rojo

Ha sido una derrota atroz.  La Unión Europea y los Estados Unidos fueron a Doha a salvar al atún rojo Atlántico, un pez tan exquisito que los ejemplares más grandes llegan a alcanzar los 100.000 dólares en el mercado japonés. Como resultado, la especie se halla en la misma situación crítica que el rinoceronte blanco. Y al igual que los atunes nadan cada año para desovar hacia un laberinto de redes a su regreso al Mar Mediterráneo, las naciones conservacionistas han nadado hacia una artimaña.

Lo que siguió no fue nada bonito. Japón y los países pesqueros infligieron una sorprendente derrota a los países conservacionistas que perseguían prohibir el comercio internacional de atún rojo Atlántico. La victoria de Japón, contra el peso de la opinión científica, no sólo formula la pregunta de si el atún rojo podrá sobrevivir sino  si la racionalidad puede alguna vez prevalecer para impedir la destrucción de una especie en peligro de extinción.

Ya han comenzado las recriminaciones entre los perdedores en Doha, donde los 175 partidos en la convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas (CITES) siguen reunidos hasta el fin de semana. Hay actitudes furiosas en relación al papel que ha desempeñado la tambaleante presidencia española de la UE, las transigencias francesas y el estupor ante el fracaso de la diplomacia de la UE y los EEUU.

En teoría estos dos bloques de poder tenían una buena baza. Nadie lograba recordar un caso científico mejor que apoyara una prohibición temporal al comercio de una especie. Dos cuerpos científicos, el comité científico de la comisión del atún rojo (ICCAT) y el panel especial de la FAO habían convenido que el stock de atún rojo cumplía con los requisitos para una prohibición debido a su descenso de la población a menos de un 15% con respecto su número original.

La vieja guardia de la CITES dice que el error que cometieron la UE y los EEUU fue la de haber creído que mediante una sólida valoración científica podían conseguir que la especie fuera listada bajo alguno de los apéndices de la CITES (apéndice II significa un comercio regulado bajo cuotas y apéndice I significa una prohibición al comercio). Y aunque esto fue así una vez, la CITES se ha convertido en algo político. Durante las dos últimas décadas aproximadamente, la victoria se ha convertido en un asunto de construir alianzas y compra de votos. Es un negocio sucio y las naciones conservacionistas por lo que puede verse no lograron entrar en el juego.

Si bien hace seis meses Japón y sus aliados vieron la propuesta como una amenaza a sus intereses pesqueros, hasta hace apenas un mes la UE y los EEUU seguían abstraídos resolviendo sus divisiones internas, no logrando alcanzar la fuerza de la alianza para enfrentarse en Qatar.

Para detener una prohibición sobre la pesca de atún rojo, Japón designó como jefe de delegación al embaucador y despiadado Masanori Miyahara, presidente de la Agencia de Pesquerías de Japón, veterano de una exitosa campaña de 1992.

Todos sabían que las 13 propuestas de este año para listar especies marinas como los tiburones y el atún rojo se encontraban entre las más polémicas. Hubo indicios previos que auguraron problemas cuando escuchamos que la Liga Árabe era contraria a cualquier propuesta marina debido al impacto en los pescadores del norte de África. La mañana del día del debate sobre el atún rojo, nos enteramos que Japón había agasajado la noche anterior a sus aliados con un banquete de atún rojo. Cuando llegó a oídos de Sylvia Earle, una de las defensoras por el océano más insignes de los Estados Unidos, murmuró: ‘Neandertales…’

El debate fue una encerrona en sí misma. Mónaco expuso la propuesta a la prohibición, luego la UE ofreció apoyo con reservas aunque la presidencia española sonó de forma poco convincente y se extendió demasiado. Los países más conservacionistas de la UE como Gran Bretaña, Alemania y Suecia tuvieron que permanecer en silencio bajo el ridículo protocolo de la UE.

Noruega, Kenia y los Estados Unidos hablaron a favor de la prohibición. Luego tocó el turno a los países pesqueros. Canadá, Indonesia, Túnez, Emiratos Árabes Unidos, Venezuela, Chile y Senegal, expresaron país tras país que querían que la comisión del atún rojo Atlántico, responsable de haber permitido que el atún rojo se encuentre en su trance actual, llevara a cabo la gestión de la especie. Los conservacionistas no obtuvieron réplica a los temores que Japón habría provocado entre los países pobres de que sus economías se verían perjudicadas de prohibirse el comercio.

Antes de que un bronco delegado de Libia denunciara que las evaluaciones científicas eran ‘mentira’ y condicionara el voto, ya estaba claro por dónde estaban yendo las cosas. La propuesta de Mónaco fue rechazada por 68 votos a 20, con 30 abstenciones, una derrota tan abrumadora que resulta improbable que esta semana se reabra. El embajador de Mónaco advirtió que el ICAAT tenía ‘una responsabilidad muy seria’ de aplacar el problema de la pesca ilegal y de establecer cuotas científicas.

Es un desastre para la credibilidad de la CITES.  El lado positivo es que ahora América y Europa apoyan una prohibición al comercio y la presión para que se haga un mejor trabajo recae en el ICAAT, un cuerpo de gestión pesquera con un lamentable historial y cuyos antecedentes han llevado a llamarla la ‘International Conspiracy to Catch All Tuna’ (ICCAT) o ‘Conspiración Internacional para Capturar Todo el Atún’.

Ahora la pregunta es si Japón puede cumplir o no con su promesa de la última semana de tomar medidas contra la pesca ilegal y de si el atún rojo podrá sobrevivir dos años más hasta que los países conservacionistas puedan organizar una revancha. A decir que los precedentes no son alentadores. Fuente

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