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Investigadores intentan averiguar porqué una población de belugas en Alaska no se recupera

La nueva investigación tiene por objetivo averiguar las razones por las que la beluga de la ensenada de Cook en Alaska en grave peligro no ha logrado recuperarse a pesar de las medidas protectoras.

“Aunque sabemos lo que creemos que provocó el descenso inicial de la población, no estamos tan seguros de lo que está haciendo que la población siga sin aumentar,” dice Mandy Keogh, fisióloga de fauna silvestre en el Departamento de Caza y Pesca de Alaska.

Durante la década de 1980 y principios de los 90 la población de 1.300 belugas estuvo disminuyendo paulatinamente.

Este descenso se aceleró cuando los nativos de Alaska cazaron casi la mitad de la población (650) entre 1994 y 1998. La caza de subsistencia acabó en 1999, sin embargo la población sigue con tan solo 340 individuos.

La beluga de la ensenada de Cook es una de las cinco poblaciones de beluga en aguas de los Estados Unidos. La ensenada de Cook, llamada así por el explorador británico el Capitán James Cook, se extiende 290 kilómetros desde Anchorage hasta el golfo de Alaska.

Las belugas se alimentan de salmón, pequeños peces, cangrejos, camarones, calamares y almejas.

Llamadas los “canarios del mar”, las belugas producen un amplio abanico de silbidos y chasquidos y usan la ecolocalización para nadar bajo el hielo y encontrar a su presa en las aguas turbias.

Las autoridades federales declararon la beluga de la ensenada de Cook en peligro crítico de extinción en 2008.

La nueva investigación complementará a la actual investigación llevada a cabo por la NOAA y revisará las pautas de alimentación, estructura social de las manadas y los efectos del ruido.

Un nuevo estudio se centrará en la presa de la beluga y el hábitat. Los investigadores analizarán los dientes recogidos a lo largo de los años de belugas cazadas o varadas muertas y medirán los isótopos estables para determinar si sus pautas de alimentación han cambiado durante sus vidas.

“Al igual que los anillos de un árbol, los dientes tienen capas de crecimiento anuales”, dice Mat Wooller, profesor de oceanografía de la Universidad de Alaska Fairbanks.

“Medir los isótopos de estas capas de crecimiento puede revelar cómo han cambiando los hábitos alimentarios de las ballenas a lo largo de la vida de un animal.”

La firma química de los dientes, dice, puede revelar si las belugas comían peces en la columna de agua o presas a lo largo del suelo marino.

Las corrientes en la ensenada de Cook tienen firmas de estroncio únicas que transmiten a los peces – tales como el salmón y eulacon- que las atraviesan.

Investigadores de la NOAA desplegaron la semana pasada un equipo acústico para registrar el comportamiento de alimentación de las belugas. Las ballenas emiten un zumbido específico después haber encontrado alimento con éxito.

“Ahora misma no sabemos de qué se alimentan en invierno,” dice Keogh.

Los investigadores también escucharán los sonidos de las orcas nómadas, un posible depredador, junto con los ruidos industriales que podrían estar desplazando a las belugas de sus áreas de alimentación.

Los investigadores también estudiarán las estructuras sociales de las manadas y las compararán con una población creciente de belugas en la bahía Bristol de Alaska, que ha sido estudiada durante la última década por investigadores del Acuario Shedd de Chicago y el Acuario Georgia de Atlanta en colaboración con científicos estatales, federales y universitarios.

Keogh dice que puede que se estén perdiendo segmentos necesarios para el crecimiento de una población.

“Por ejemplo, no sabemos si las belugas necesitan un macho por cada hembra o si se parecen más a una manada de lobos, donde no todos los individuos del grupo se reproducen,” dice.

“Si no sabemos los factores que están impidiendo que se recuperen, entonces es muy difícil gestionar la población adecuadamente o saber qué factores deben intentar mitigarse,” añade.

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