Otra ballena gris ha sido hallada muerta, esta vez en la costa de la Península Kenai cerca de Clam Gulch, en Alaska. Con ésta son ya 4 las ballenas grises halladas muertas en el estado y eleva a 64 el número de muertes documentadas este año entre Alaska y México.
Un equipo formado por biólogos marinos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) llegó el lunes para realizar la necropsia a la ballena, vista por primera vez el 22 de mayo.
La marea todavía no ha bajado lo suficiente como para permitir el acceso hasta el mamífero, solo visible durante la marea baja. Los biólogos creen que se trata de un macho joven.
La muerte de esta ballena es la última de una serie de varamientos por toda la costa del sudeste central de Alaska. Otra ballena gris fue hallada muerta en la costa de la isla de Kodiak la semana pasada y dos más cerca de Cordoba y en el brazo Turnagain.
Una joven ballena jorobada también murió a finales de abril en el brazo Turnagain, al parecer después de encallar viva en la costa en dos ocasiones.
Los biólogos pudieron llevar a cabo las necropsias en las ballenas de Cordova y el brazo Turnagain, pero los resultados de los exámenes todavía no han finalizado.
Cada año, las ballenas grises realizan una migración de ida y vuelta de 10.000 millas.
Este año un número inusualmente elevado de ballenas grises que están migrando hacia Alaska procedentes de México han encallado a lo largo de la costa occidental de Norteamérica, muchas de ellas muertas de hambre.
John Calambokidis, biólogo marino del Centro de Investigación Cascadia en Olympia, en el estado de Washington, dice que es probable que la población haya alcanzado su capacidad de carga – el tamaño máximo de una población que su entorno puede soportar indefinidamente en un periodo determinado, teniendo en cuenta el alimento, agua, hábitat y otros elementos necesarios disponibles en ese ambiente.
Pero esta hipótesis no convence a todos los científicos.
En estos momentos no se tiene con certeza si el cambio climático ha podido contribuir, alterando el suministro de alimento (anfípodos bentónicos), aunque parecen quedar descartadas otras actividades humanas como la contaminación.
La ballena gris es el “canario en la mina” de los mares árticos y apenas hay información sobre el estado de sus áreas críticas de alimento en el Ártico. Lo que sí se sabe es que la falta de hielo en el Ártico está creando una situación catastrófica en su principal presa que depende del hielo marino y de las temperaturas frías del agua.
Las ballenas grises migran en invierno hacia el norte ártico para alimentarse y posteriormente migran hacia México, donde alumbran a sus crías, y luego migran de nuevo hacia el Ártico obteniendo la energía necesaria para este épico viaje de la grasa acumulada. Algunas ballenas podrían no haber conseguido alimentarse lo suficiente antes de iniciar su migración hacia el sur.
Un evento similar ocurrió entre 1999 y el año 2000. En aquellos años fueron documentadas las muertes de hasta 222, en comparación con las 87 entre 2017 y 2018.
Varios de los cuerpos hallados en Alaska también muestran señales de malnutrición. La ballena encontrada en Clam Gulch estaba considerablemente delgada y el veterinario que examinó la ballena gris del brazo Turnagain dijo que el animal estaba esquelético.
La ballena de Cordova “se encontraba en precarias condiciones físicas”. Los biólogos no pudieron llegar a la ballena de la isla Kodiak para conducir la necropsia, así que se desconoce su condición física.
Normalmente, las aguas de Alaska ven entre ninguna o tres ballenas encalladas para finales de mayo, de manera que el número de este año “estaría dentro del rango normal, tal vez ligeramente por encima”.
El año pasado fueron halladas muertas en Alaska 20 ballenas grises.
Sin embargo, según Calambokidis, la mayoría de las muertes no se documentan porque o bien los cuerpos se hunden en lugar de ser arrastrados hasta la costa o encallan en lugares remotos. Estima que el número de cuerpos representa solo el 10 por ciento de las muertes. Eso podría significar hasta 530 ballenas muertas.
Esto supone un particular desafío en Alaska, donde gran parte del litoral está deshabitado, dice.
En el caso de las ballenas que aparecen en áreas pobladas, la NOAA advierte no tocarlas ni molestarlas. La agencia advierte que las ballenas puede ser portadoras de enfermedades, piojos o toxinas de floraciones de algas nocivas. Los cuerpos también pueden atraer a depredadores como los osos.
El número de muertes documentadas en la costa oeste de Norteamérica se eleva ya a 65 – 4 en Alaska, 21 en Washington, 3 en Oregón y 37 en California.