Doce años de datos sobre la salud de dos poblaciones de delfines mulares del Atlántico perfila una amarga realidad de la salud del Océano Atlántico. La investigación, publicada el 24 de julio en dos artículos en la revista científica Diseases in Aquatic Organisms, recoge los resultados.
“Cuando examinamos más de una década de investigaciones, analizando los datos de la salud y tendencias a largo plazo y una variedad de factores ambientales, vimos multitud de señales de alerta sobre la salud de nuestros océanos y lo que podría significar potencialmente para la salud humana,” dice el Dr. Gregory Bossart, autor principal de uno de los documentos.
Los artículos examinan las muestras biológicas y datos de 360 delfines que viven en dos poblaciones – una cerca de Charleston, en Carolina del Sur (CHS) y otra en la laguna del río Indio de Florida (IRL).
Cada estudio se centró en un aspecto de la salud de los delfines. El primero revisó la salud clínica general y enfermedades infecciosas de este depredador ápice, mientras que el segundo exploró el papel que juega la contaminación ambiental con agentes químicos y microbianos en la salud de la población.
Juntos, los dos artículos proporcionan un análisis holístico de cómo están respondiendo estas dos poblaciones de delfines mulares del Atlántico a un número de amenazas naturales y antropogénicas. Los artículos también condensan uno de los estudios más completos que usa un enfoque centinela – examinar una especie concreta para saber no solo su salud general sino también el estado del medio ambiente circundante y su relación con la salud humana.
Cada año, los investigadores realizaron evaluaciones médicas en una o ambas poblaciones, capturando los animales el tiempo suficiente como para hacer observaciones y conseguir muestras biológicas para el cultivo de microorganismos, llevar a cabo exámenes patológicos de lesiones y realizar pruebas serológicas relacionadas con varias enfermedades/infecciones conocidas. Una vez recogidas las muestras, los investigadores liberaban a los animales de forma segura a su entorno nativo. Las muestras y datos recogidos permitieron a los científicos crear clasificaciones por salud para llevar un registro de la prevalencia de enfermedades entre los delfines. Los animales fueron clasificados en tres categorías separadas: normal, posible enfermedad y enfermedad definida.
Entre 2003 y 2005, los investigadores vieron un aumento en la prevalencia de enfermedad, con un porcentaje de “enfermedad definida” pasando de un 9 por ciento a un 33 por ciento para la población CHS y de un 28,6 por ciento a un 50 por ciento en la población IRL. En cuanto a 2015, el 32,5 por ciento de todos los delfines IRL fue clasificado como “enfermedad definitiva”.
“Hoy, menos de la mitad de los delfines como parte de nuestras evaluaciones médicas puede clasificarse como sana,” dice Bossart. “Aunque este número ha permanecido relativamente estable desde 2005, está claro que estas poblaciones están experimentando una carga de enfermedad provocada principalmente por enfermedades infecciosas y exposiciones ambientales.”
Los investigadores analizaron ambas poblaciones para una variedad de enfermedades conocidas, identificando la presencia de anticuerpos del Morbillivirus de cetáceo, una enfermedad que anteriormente ha causado mortandades masivas de delfines a lo largo del litoral atlántico. También dieron positivo para anticuerpos del virus del Nilo Occidental, la primera vez que se documentaba en cetáceos (2009).
Finalmente, se documentaron infecciones micóticas e infecciones provocadas por el virus del papiloma. Los científicos señalan que se debe monitorizar más para determinar si las lesiones por el virus del papiloma pueden experimentar una transformación maligna y convertirse en un cáncer que amenace la vida de los delfines salvajes. Es posible que un sistema alterado o debilitado los deje susceptibles a infecciones micóticas ampliamente conocidas como la lobomicosis, una enfermedad que solo afecta a delfines y humanos y que se detectó en casi el 10 por ciento de los delfines IRL.
Los investigadores documentaron varios estresantes ambientales y actividades humanas que podrían jugar un papel en la respuesta inmune de los animales. Aunque había pocas diferencias clínicas en la salud de ambas poblaciones, los riesgos ambientales varían ampliamente.
Uno de los resultados más alarmantes lo dio la población de delfines IRL, en la que los investigadores documentaron concentraciones de mercurio en la sangre y la piel de los animales que se sitúan entre las más altas registradas en todo el mundo – cinco veces más altas que aquellas en de la población de delfines CHS.
El mercurio es un contaminante global que se libera al medio ambiente a través de varias actividades industriales. Es una conocida neurotoxina que puede causar deterioro cognitivo y del desarrollo del feto si la exposición tiene lugar durante la gestación. Estos niveles de mercurio parece que también suprimen el sistema inmune de los delfines IRL y tiene efectos perjudiciales en sus sistemas endocrinos, hepáticos y hematopoyético.
La principal fuente de exposición al mercurio en humanos es el consumo de pescado y marisco. Las elevadas concentraciones de mercurio en los delfines de Florida sugiere que la población humana adyacente, de aproximadamente 2,5 millones de personas, podría estar en peligro.
“Cuando iniciamos las evaluaciones para conocer el bienestar de estas poblaciones rápidamente se convirtieron en un indicador de la salud de nuestro propio entorno,” dice el Dr. John Reif, autor principal de uno de los artículos y profesor en la Universidad estatal de Colorado.
“El estudio ha demostrado, sin la más mínima sombra de duda, que los delfines son una especie centinela increíblemente importante, informándonos sobre su propia salud y la salud de nuestro entorno así como de los riesgos para la población local humana.”
A diferencia, los delfines CHS presentaban elevadas concentraciones de químicos orgánicos en sus tejidos, incluido PCB, DDT y otros. Las concentraciones de componentes perfluorados eran las más elevadas que se hayan medido globalmente en mamíferos marinos.
Los investigadores documentaron en ambas poblaciones niveles peligrosamente elevados tanto de PCB (refrigerantes industriales y lubricantes) como de DDT (pesticidas procedentes de la escorrentía agrícola e industrial). Las implicaciones toxicológicas perjudiciales de contaminantes como el DDT y los PCB están bien establecidas en muchas especies, pero siguen siendo inciertas para los mamíferos marinos.
La primera detección de triclosán en mamíferos marinos – un componente antibacteriano – se reportó en ambas poblaciones en unos niveles similares a los detectados en humanos.
Finalmente, se identificó una alta prevalencia de resistencia a antibióticos en organismos cultivados de delfines IRL y CHS, uno de los asuntos principales de salud pública en todo el mundo. La resistencia a antibióticos como la eritromicina, la ampicilina y la cefalotina, los tres usados comúnmente tanto en humanos como en animales, se halló en la frecuencia más elevada. La descarga directa a través de fosas sépticas de muchos antibióticos usados comúnmente en medicina humana y veterinaria o indirecta a través de sistemas de drenado son probablemente responsables de estas pautas de resistencia en delfines, humanos y animales domésticos.