Cuando 15 ballenas del Atlántico Norte aparecieron muertas en aguas estadounidenses y canadienses durante el verano de 2017 se declaró un evento de mortalidad inusual debido a la muerte masiva de estos mamíferos.
Para una especie en grave peligro de extinción con menos de 500 animales en el mundo, esta crisis – una pérdida del 3 por cientos – señala un importante cambio en la recuperación de la población.
De las siete ballenas a las que se les practicó una necropsia, seis muertes fueran causadas por los humanos – cuatro por colisiones por baco y dos por enredos en las artes de pesca – y la causa de la otra no pudo determinarse. Además del sobrecogedor número de muertes, los científicos están perplejos por el lugar donde fueron descubiertos la mayoría de los cuerpos. Doce fueron hallados en el golfo de San Lorenzo, muy al norte de la zona de distribución típica de la especie.
¿Ha influido el clima en este misterio? Y ¿cómo la población sobrellevará el próximo siglo bajo distintos escenarios climáticos? Erin Meyer-GutBrod, ecóloga de la Universidad de California en Santa Barbara, ha abordado ese interrogante en una nueva investigación que ha conducido en la Universidad de Cornell con su asesor de doctorado y coautor, Charles Greene.
El estudio relaciona las dos importantes influencias medioambientales en la demografía y crecimiento de la ballena: las tasas de reproducción de una presa limitada y las mortalidades antropogénicas. También destaca la fuerte influencia del clima en las fluctuaciones de su presa con el crecimiento de la población. Los resultados han sido publicados en la revista Global Change Biology.
Encontrar alimento es un desafío único para esta ballena de 68.000 kg que se alimenta de diminutos animales del tamaño de un grano de arroz. Dado el tamaño diminuto de su alimento, la ballena debe encontrar enjambres muy densos de este zooplancton para poder mantenerse. En años cuando el alimento escasea, las hembras no pueden acumular grasa suficiente para quedar preñadas o cuidar de sus crías.
El fenómeno del clima que ocurre en zonas distintas del Ártico y Atlántico Norte pueden influir en la cantidad de alimento que las ballenas hallan en el golfo de Maine, su hábitat habitual. Las tasas de partos están estrechamente relacionadas con estos cambios climáticos. En la década de los 90, la población de ballena del Atlántico Norte dejó de crecer cuando disminuyó su suministro de alimento. En la primera década del nuevo milenio, las concentraciones de zooplancton se recuperaron y nacieron muchas crías, revelando una recuperación de esta amenazada especie.
Sin embargo, este resurgimiento no duró mucho. Desde 2010, las tasas de nacimientos han vuelto a disminuir, recordando la baja disponibilidad de alimento de los 90. Con tasas de nacimiento limitadas por el alimento y la alta mortalidad provocada por el humano, la especie está sometida a mucha presión.
Meyer-Gutbrod y Green construyeron modelos demográficos que revelan que, aun bajo condiciones normales de su presa, el evento de mortalidad de este pasado verano causará un descenso en la población.
“Durante periodos de abastemiento precario de alimento, se desploman las tasas de nacimiento y la población es aun menos resistente a las colisiones por barcos y a los enredos en las artes de pesca,” explica Meyer-Cutbrod. “A medida que las aguas del golfo son cada vez más cálidas y su presa se desplaza hacia en norte en busca de un clima más frío, estos animales ya no pueden reproducirse lo suficientemente rápido para reemplazar a todos los animales que han muerto. Y esto es particularmente trágico dado el número ya bajo de individuos.”
Los científicos han trabajado con los gobiernos estadounidense y canadiense para implementar políticas que reduzcan los riesgos para la ballena en estas aguas sumamente transitadas por barcos. Reducciones de la velocidad y modificaciones en las artes de pesca son críticas para reducir las tasas de mortalidad antropogénica. Sin embargo, la disponibilidad de su presa es mucho más difícil de controlar.
El estudio de Meyer-Gutbrod y Greene puede ayudar a guiar los planes de gestión demostrando la interacción entre estos factores ambientales. Sin embargo, antes de que los científicos y gestores puedan evaluar la efectividad de nuevas iniciativas normativas, deben comprender todos los importantes cambios en el entorno de la ballena de un año a otro.
“Es crítico examinar la imagen completa y sopesar cambios tanto en los nacimientos como en las muertes si queremos determinar lo que la necesita la población para sobrevivir y properar,” concluye Meyer-Gutbrod.