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Estudio identifica el microbioma analizando el soplo de las ballenas

Un nuevo estudio conducido por la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) ha identificado por primera vez un amplio grupo de bacterias en los soplos de ballenas jorobadas sanas.

La investigación ha sido publicada en mSystems, una revista de la Sociedad Americana de Microbiología. El descubrimiento de este microbioma respiratorio podría servir como importante marco para la monitorización de la salud de ésta y otras especies de ballena.

Al igual que los humanos, los científicos dicen que los ensamblajes de microorganismos que viven dentro y fuera de las ballenas- conocido como microbioma o microbiota – pueden jugar un papel crucial en su salud general, desde el mantenimiento de un sistema inmunológico sano a combatir enfermedades.

“El sistema pulmonar es un lugar común para las infecciones bacterianas en las ballenas,” dice la investigadora Amy Apprill de la WHOI y autora principal del estudio.

“Con frecuencia vemos evidencias de enfermedades respiratorias en ballenas encalladas en las playas y en animales muertos,” añade. “Hasta ahora apenas se sabía sobre el microbioma respiratorio normal en ballenas sanas.”

Para recoger una muestra, los investigadores tradicionalmente usan un pequeño barco para seguir al animal. Una vez situado lo suficientemente cerca, recogen una muestra sujetando una larga vara con una larga placa de Petri en su extremo, tan cerca del espiráculo como sea posible. Es un enfoque eficiente, pero existe el potencial de que la aproximación del barco cambie el comportamiento de la ballena y sus niveles de estrés.

El equipo quería buscar un forma menos invasiva para recoger los datos necesarios para evaluar la salud de las ballenas en su estado silvestre así que usaron un dron. Después de recoger su primera muestra en la Patagonia a principios de 2015, el biólogo Michael Moore de la WHOI, el investigador John Durban de la NOAA y Holly Fearnbach de SR3 usaron repetidamente esta técnica para obtener muestras de los soplos de las ballenas jorobadas frente a la costa de Cape Cod a finales de ese año.

“Estamos usando el dron que toma imágenes áreas de las ballenas, de manera que podemos evaluar las condiciones corporales,” dice Durban, coautor del informe. “Dado el vuelo estable de nuestro dron hexacopter, enseguida vimos que podíamos hacerlo volar a través del soplo sin molestar a los animales.”

Una vez la ballena es visible en el marco de la cámara montada en la parte inferior del hexacopter, se toman imágenes aéreas de alta resolución para un posterior análisis de las condiciones corporales y de la salud en general.

“Las ballenas no parecen saber que el dron está allí,” dice Moore. “Queremos estudiar la salud de las ballenas pero sin que afecte a su comportamiento. El dron nos ayuda a conseguir justamente eso.”

Las muestras de los soplos se recogieron de dos poblaciones distintas de ballenas jorobadas o yubartasa: 17 de ballenas en las aguas costeras frente a Cape Cod, en Massachusetts, y nueve de ballenas en aguas de Vancouver, Canadá. Posteriorment el equipo secuenció el material genético hallado en las muestras de los soplos para determinar qué tipos de microorganismos viven en el tracto respiratorio de una ballena.

“Nos sorprendió encontrar un microbioma que parecía muy distinto del agua marina,” dice Apprill. “Es muy excitante porque demuestra que estamos obteniendo una clara señal de un microbioma que procede de un animal.”

Apprill y Carolyn Miller, del laboratorio de WHOI, identificaron 25 grupos bacterianos en todas las muestras de ballena – un microbioma “núcleo”.

“Esto sugiere claramente que, independientemente de donde viva el animal o incluso de su edad o sexo, tenemos un microbioma compartido,” dice.

Dentro del grupo “núcleo” de 25 especies microbianas, los investigadores hallaron 20 secuencias similares a microbios asociados a otros animales marinos. Las características más compartidas fueron halladas en un microbioma que procedía de los espiráculos de delfines mulares. 

Lo próximo que harán los investigadores será tomar muestras de ballenas en precarias condiciones de salud, posiblemente enfermas, para luego comparar los microbios hallados en sus soplos con aquellos de ballenas sanas, así como ampliar la secuenciación para que incluya virus y hongos, dado que estudio se ha centrado únicamente en bacterias y arqueas – microorganismos unicelulares parecidos a las bacterias. 

“De este estudio sacamos una buena idea del aspecto del microbioma de una ballena sana. Ahora necesitamos comprender el aspecto del microbioma de una ballena enferma,” dice Apprill. “Esta comparación es crítica para la monitorización de la salud y detección de enfermedades.” 

También puede ser crucial para la supervivencia de estas ballenas amenazadas de extinción. El año pasado ha sido particularmente complicado tanto para la yubarta como para la ballena del Atlántico Norte. En los últimos 19 meses, al menos 54 yubartas han muerto a lo largo de la costa atlántica, llevando a la NOAA a declarar un “evento de mortalidad inusual.”

También ha sido declarado un evento de mortalidad inusual para la ballena del Atlántico Norte. Al menos 15 ballenas del Atlántico Norte han muerto desde mediados de abril en una población que ahora se sitúa en menos de 450 individuos.

Más de la mitad de las ballenas del Atlántico Norte mueren en colisiones con barcos o acaban enredadas en artes de pesca. Además, el cambio climático y el calentamiento del océano puede que estén reduciendo o desplazando el lugar de su principal fuente de alimento – unos diminutos crustáceos llamados copépodos-, dejando a varios ejemplares de ballenas desnutridos y menos capaces de reproducirse.

“Hay muy pocas formas de reunir datos útiles de grandes ballenas vivas en el mar,” añade Moore. “Esta herramienta tiene el potencial para ampliar nuestra perspectiva de la salud de las grandes ballenas”.

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