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El terrible impacto de la explotación de camarón en el medio ambiente

El camarón es el crustáceo más popular en Estados Unidos, con un consumo anual de 1,86 kg por habitante. Jill Richardson, autora de Recipe for America: Why Our Food System Is Broken and What We Can Do to Fix It advierte sin embargo que este alimento supone un elevado coste para el planeta y para la salud humana.

“Lamentablemente gran parte del camarón que se consume, extraido a expensas de uno de los ecosistemas más productivos del planeta, es un cóctel de productos químicos,” escribe Richardson. “Peor aun, hasta la fecha los criterios para hallar algún tipo de “camarón sostenible” son inexistentes.”

Como todos los crustáceos, el camarón es un animal salvaje y gran parte se sigue extrayendo de su entorno natural. Prácticamente toda la pesca mundial de camarón se lleva a cabo con la técnica altamente destructiva conocida como pesca de arrastre: los pescadores atan a sus barcos redes del tamaño de un campo de futbol que arrastran por el suelo marino barriendo todo la vida marina a su paso.

Este método produce miles de kilos de ‘descartes’ por cada kilo de captura de camarón, matando especies no comerciales, a menudo en peligro de extinción tales como tiburones, rayas, tortugas marinas y pargos colorados entre otras. En realidad, aunque solo el 2 por ciento de la captura mundial es camarón, un tercio de la captura accidental global la provoca la pesca de camarón.

La pesca de arrastre asola también hábitats marinos tales como arrecifes de coral y praderas marinas, donde vive el 98 por ciento de toda la vida marina. Las columnas de barro que la pesca de arrastre levanta a su paso son suficientemente grandes como para ser vistas desde el espacio.

“La pesca de arrastre es comparable a arrasar una sección entera de bosque tropical para cazar una determinada especie de ave,” escribe Richardson.

Ni siquiera el camarón de piscifactoría está libre de la captura accidental dado que es alimentado principalmente con pescado salvaje, es decir, se necesitan cerca de 1,4 kilos de pescado por cada kilo de camarón de piscifactoría. Por lo que ni el camarón “más sostenible” en jaulas cerradas del interior no evita el grave coste ecológico.

Las piscifactorías de camarón son responsables de la destrucción del 38 por ciento de los manglares, únicos y cruciales. Por ejemplo, para la creación de las piscifactorías de camarón en Ecuador se ha tenido que destruir el 70 por ciento de todos los manglares.

El 93 por ciento del camarón de Ecuador se exporta a Estados Unidos.

Los manglares costeros son ecosistemas fuertemente diversos que desempeñan una función crítica en el almacenamiento de dióxido de carbono y son mecanismo de protección de hábitats y comunidades interiores frente a tormentas y daños provocados por tsunamis y mares ciclónicas. Debido a su elevada productividad y localización, los manglares se convierten en zonas idóneas para las piscifactorías de camarón. En consecuencia, muchos piscicultores talan los manglares y bloquean con redes estas zonas de océano.

“Por unos beneficios a corto plazo se destruye el ecosistema del manglar, convirtiéndolo en pequeñas zonas muertas,” escribe Richardson. “Un mangle no volverá a crecer incluso tras el abandono de la piscifactoría.”

Tampoco los consumidores se libran de un coste, en este caso, más personal: las piscifactorías de camarón son tratadas regularmente con productos químicos tóxicos como urea, superfosfato y diesel, además de pesticidas y piscicidas tales como la clorina y el retenona. En muchas piscifactorías, el camarón es tratado con Borax, soda cáustica y la sospechosa neurotoxina tripolifosfatos sódicos antes de ser vendido en el mercado.

Los consumidores no solo deberían estar preocupados por los productos químicos. Paradójicamente, el uso generalizado de antibióticos en las piscifactorías produce camarón con elevadas concentraciones de bacterias. Un análisis reciente de camarón listo para ser importado halló estar contaminado con 162 especies distintas de bacterias colectivamente resistentes a un total de 10 antibióticos distintos.

Richardson tiene algunas sugerencias para aquellos que quieren consumir camarón producido de manera sostenible. Debido a la prevalencia del arrastre, sugiere evitar todo camarón capturado en estado salvaje. Tampoco existe ningún proceso de certificación que asegure la sostenibilidad del camarón de piscifactoría.

“Dada el inquietante escenario, ¿cómo puede saber un americano cómo encontrar camarón criado o pescado de forma responsable?

Simplemente, hoy por por, es imposible.

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