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A bowhead whale. Credits: Olga Shpak/Wikipedia

El incremento del tráfico marítimo en el Ártico amenaza a las ballenas

El deshielo ártico provocado por el cambio climático ha ofrecido a los barcos más acceso a las aguas árticas, algo que los científicos dicen podría tener graves consecuencias para la supervivencia de la ballena de Groenlandia (Balaena mysticetus) y la  beluga (Delphinapterus leucas).

La investigadora Lauren McWhinnie de la Universidad de Victoria, Canadá, pide a la industria naviera que adopte medidas voluntarias destinadas a proteger a las ballenas de las colisiones con barcos así como del ruido provocado por éstos a lo largo de las rutas del ártico.

McWhinnie es la autora principal de un estudio que señala que tenemos la oportunidad de abordar los efectos negativos del creciente tráfico marítimo en el medio ambiente de las ballenas antes de que éstas se vean más amenazadas.

En la mayoría de los casos las poblaciones tienen que estar reduciéndose visiblemente antes de que se lleven a cabo medidas contra la actividad humana, dice en una entrevista.

“Pero en el Ártico tenemos la posibilidad de aprender por una vez y poder ser proactivos.”

Debido al cambio climático, estas rutas se quedan practicamente sin hielo durante periodos más largos de tiempo cada año, abriendo la posibilidad de un aumento del tráfico marítimo. La región del Ártico occidental alberga una población sana de belugas y ballenas de Groenlandia en los meses de verano, pero éstas se enfrentan a un futuro nada prometedor si cada vez más barcos empiezan a usar estas aguas sin tomar medidas para proteger la fauna marina,” dice McWhinnie.

“Hasta la fecha, el hielo ha limitado el tráfico marítimo, pero nuestra preocupación es que a medida que el hielo marino se vaya reduciendo cada vez más, esta área acabe sometida al intenso tráfico marítimo,” dice. “Para las belugas, la evidencia sugiere que el ruido es un enorme disruptor para ellas. Para la ballena franca, sabemos que las colisiones con embarcaciones tienen enormes repercusiones.”

Los derrames de crudo y los enredos en los equipos de pesca también suponen un peligro para las ballenas, añade.

“Solemos usar este enfoque de ‘prevención contra incendios” para la conservación de la fauna – normalmente una población tiene que estar en declive antes de que hagamos algo por ella -, pero ahora tenemos la oportunidad de asegurar que cualquiera de estos efectos adversos a los que se enfrentan pueden minimizarse,” dice.

Esa es la razón por la que McWhinnie quiere que la industria naviera tome un enfoque proactivo en el Ártico, donde las belugas y las ballenas de Groenlandia – biológicamente muy parecidas a la ballena franca – siguen todavía prosperando.

El grupo de investigación de McWhinnie examinó distintos esquemas de gestión marítima que podrían adaptarse a las aguas árticas. El equipo analizó 14 políticas marítimas distintas en todo el mundo y halló que medidas voluntarias tales como zonas con limitación de velocidad y monitorización del ruido de los barcos han tenido altos índices de participación.

El puerto de Vancouver pidió a los barcos en el estrecho de Haro que ralentizaran la velocidad a 11 nudos entre agosto y octubre del año pasado con el fin de evaluar si una restricción permanente de la velocidad podría ayudar a las orcas residentes del sur en la región. Esta población ha estado disminuyendo dramáticamente desde la década de los 80 y actualmente solo quedan 78 individuos. Un informe provisional revela que el 60 por ciento de los barcos participaron en la disminución voluntaria de la velocidad.

El mismo informe también revela que las orcas residentes del sur estuvieron en la región solo nueve días durante el periodo de prueba, mientras que en 2016 estuvieron presentes durante 45 días en el mismo periodo de tiempo. El informe indica que los bajos números de salmón chinook puede que hayan desanimado a las orcas a frecuentar el área.

Pero todavía no es tarde para las ballenas del Ártico, dice McWhinnie. Pedir a los capitanes de barcos que disminuyan voluntariamente la velocidad o monitoricen el ruido de sus barcos es un buen comienzo y ayudará a los investigadores a determinar si estas directrices son suficientes o si son necesarias medidas de carácter obligatorio, dice.

McWhinnie añade que el problema del ruido no es específico a una especie sino que afecta a todas las criaturas en las aguas frías del Ártico que usan la ecolocalización para comunicarse y buscar alimento.

El estudio revisó datos por satélite sobre el tráfico marítimo entre 2012 y 2016 en la parte oriental del Mar de Beaufort en la entrada al Paso del Noroeste, una de las mayores rutas marítimas a través del Ártico canadiense.

El tamaño del paso permite la entrada al Ártico de enormes barcos, un problema palpable para la ballena de Groenlandia.

“Con temporadas más largas sin hielo, los barcos tienen más tiempo para atravesar este paso, y sabemos que son el tipo de barcos, en particular para las colisiones con embarcaciones, los que suponen un mayor peligro para las ballenas,” dice.

“La temporada más larga de “mar abierto” tiene muchas implicaciones para el tráfico marítimo y la vida marina,” dice el estudio. “Se produce un solapamiento espacial y temporal con la temporada de navegación y la temporada de las ballenas,” dice.

McWhinnie espera que todas las partes interesadas coincidean en que es mejor ser proactivo en lugar de esperar a que la especie esté en peligro crítico.

El estudio, que será publicado en la revista Ocean and Coastal Management el próximo mes, dice que las condiciones climáticas más cálidas en el Ártico ya están cambiando tanto la cantidad como el grosor del hielo ártico.

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