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Photo: DickDaniels/Wikipedia

El descenso de las poblaciones de aves marinas en un refugio de fauna silvestre en Alaska atribuible al cambio climático y los plásticos

Se suponía que la laguna Clam, una masa de agua en la península más septentrional de la isla Adak, en Alaska, era un refugio para la fauna silvestre. Pero el continuo calentamiento del mar de Bering está presionando de tal modo la cadena alimentaria marina que sus habitantes no pueden encontrar alimento suficiente. Los expertos dicen que están desfalleciendo de hambre. 

Miles de araos comunes, frailecillos, mérgulos y otras aves marinas solían llenar el lugar con estruendosos sonidos. “Ahora quedarán entre 200 y 300,” dice Douglas Causey, profesor de Ciencias Biológicas de la Universidad de Alaska, quien lleva visitando la isla durante tres décadas.

Causey tiene sus teorías, pero ahora busca respuestas concretas al porqué el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, un santuario de fauna silvestre de 4,9 millones de acres en el mar de Bering en el que yace la isla Adak, se está quedando sin fauna. Según un sondeo de la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica (NOAA), las poblaciones de aves marinas, lobos marinos, leones marinos y ballenas están descendiendo en la región.

Desde 2014 han tenido lugar mortandades masivas de aves marinas en el ecosistema del mar de Bering. Según un informe sobre el estado de reproducción y tendencia de la población elaborado por el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos, el 13 por ciento de las poblaciones de aves marinas de Alaska descendieron entre 2006 y 2015 y un 31 por ciento de los huevos eclosionaron antes de tiempo.

En 2017, Audubon Alaska incluyó 36 especies de aves de Alaska en su “lista roja”, que indica que actualmente la población está descendiendo.

“Deberían haber aves por todas partes y no han habido parejas reproductoras en un par de años y no sabemos el porqué,” dice Causey. “Estamos intentando documentar qué comen para ver si podemos relacionarlo con una distribución distinta de su fuente de alimento. La oceanografía ha cambiado con el cambio climático.”

Causey no es el único que mantiene esta opinión. Timothy Jones, un investigador del Equipo de Estudios de Aves Marinas y Observación Costera (COASST) de la Universidad de Washington, acusa de las recientes mortandades al deshielo temprano del hielo marino en primavera, del que depende especialmente el ecosistema del mar de Bering. 

Jones investiga las olas de calor marinas, que pueden causar daño extremo en la fauna silvestre. La ola de calor más conocida, el “blob”, entre 2014 y 2015 causó una mortandad sin precedentes en la alquita crestada (Aethia cristatella) en el sur del refugio.

“Las olas de calor marinas están siendo cada vez más frecuentes e intensas,” dice Jones, y están afectando a las aves marinas “de formas prácticamente impredecibles.”

Las mortandades han persistido en 2018, con más de 1.400 aves pudriéndose en las playas del mar de Bering desde mayo, mostrando todas signos de hambruna, según el Servicio Nacional de Parques.

En Adak, Causey subió a bordo del barco de investigación Tiglax, un barco del USFWS con la intención de adentrarse en el refugio. La travesía contó con la colaboración de otros científicos y voluntarios para buscar más pistas que explicaran la mortandad.

Causey y Bryce W. Robinson, un voluntario del USFWS, recogieron ejemplares de la isla Attu, la isla más alejada de las Islas Aleutianas. Veronica Padula, científica que trabaja con Causey, usa los ejemplares para cuantificar cuánto plástico y químicos derivados del plástico, llamados ftalatos, entran en el sistema de las aves y contribuyen posiblemente a su muerte por hambruna.

Causey también usa los ejemplares para trazar los cambios rápidos que se están produciendo en la cadena alimentaria del mar de Bering debido al aumento de las temperaturas del mar y el deshielo marino y analizar la presencia en ellas de virus que servirían como advertencia para inminentes descensos.

En Attu, Causey recogió un arao común, un ave marina de unos 38-46 cm de longitud. Robinson lo examinó.

“¿No te parece que tiene aspecto demacrado?”, dice. La caja torácica del ave era visible. Causey asintió con la cabeza con una expresión de preocupación: “Vamos a ver qué encontramos dentro,” respondió.

La revelacioń de los plásticos llegó en 2013, dice Causey. Ese año se recogió un frailecillo coletudo​ frente a la remota isla de Amchitka con un trozo punzante de plástico – posiblemente de una botella – que acabó perforando su estómago.

Trozo de plástico hallado en el estómago del frailecillo. Foto: Doug Causey.

El descubrimiento de ese frailecillo abrió una investigación sobre los microplásticos, algunos de los cuales eran tan pequeños que tuvieron que ser detectados usando luz ultravioleta. Y la detección de microplásticos llevó a otra investigación sobre los efectos de los microplásticos.

Al ser indicadores de otros aspectos de la salud de los ecosistemas, las aves también son buenos indicadores de los plásticos presentes en el entorno, y es una forma práctica de iniciar la laboriosa tarea de comprender los microplásticos en aguas de Alaska, donde apenas se han investigado sus efectos.

“No podemos filtrar el océano de microplásticos,” decía por aquel entonces.

La historia de los plásticos en el océano no es nueva. Es bien conocido el caso de los albatros de la isla de Midway en el Océano Pacífico, hallados muertos de hambre pero con sus estómagos llenos de plástico. Incluso en aguas remotas de las islas Aleutianas han sido documentados depósitos ocasionales de plásticos – líneas de palangre, trozos de poliestireno y otros plásticos – desde la década de 1970. Algunos proceden de barcos pesqueros japoneses y rusos.

“La pregunta es, ¿qué ocurre en el momento en que los plásticos están dentro del estómago de las aves?, dice Padula.

Para medir la exposición a los ftalatos, Padula y sus colegas examinaron el tejido muscular de 138 aves de 11 especies. Las aves fueron recogidas durante una investigación de campo realizada entre 2009 y 2015. De las 138 aves, 30 tenían algún tipo de material inorgánico en sus estómagos en el momento en que fueron halladas.

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