Entre junio y septiembre, las hembras de tortuga llegan a las playas del oeste de México para poner sus huevos en la cálida arena y asegurar su reproducción. Unos 45 días después, cientos de crías salen de los nidos para iniciar su vida en el mar, un ciclo que los expertos consideran “normal” en la temporada de desove.
Sin embargo, este ciclo está cambiando, dice Vicente Peña, director de la Red Tortuguera, una organización civil que reúne una docena de campamentos dedicados a la protección de este animal a lo largo de las orillas de Jalisco y Nayarit.
Biólogos y voluntarios han tenido que extender uno o dos meses las actividades de temporada de desove, ya que las tortugas están llegando a las playas más tarde, guiadas por un calentamiento inusual del agua marina incluso en invierno.
“Tanto el agua marina como la arena tienen temperaturas más elevadas, lo que permite a este reptil eclosionar durante el invierno, algo que no ocurría antes,” explica Peña durante una recogida de huevos nocturna en Puerto Vallarta.
“No cabe duda de que el cambio climático está afectando al ciclo de desove,” dice. “En 20 años, los campamentos se cerraban el 1 de diciembre, ahora estamos trabajando hasta los dos últimos días de enero y están saliendo crías en marzo. Es algo que no necesita debatirse. Es un hecho,” recalca Peña.
El nido que hace la hembra en la arena para depositar entre unos 100 y 150 huevos requiere una temperatura media de 29,9ºC para que puedan formarse las crías y sobrevivir, dice Carlos Flores, uno de los biólogos que colabora en los dos campamentos.
El calor alrededor del nido también afecta al sexo. Si la temperatura es más alta de la media, nacerá una proporción mayor de hembras, si es menor, nacerán más machos.
Peña dice que en los últimos años las playas de esta región han registrado temperaturas de entre 36ºC y 38ºC, e incluso 40ºC. Esto significa que en unos años la especie tendrá problemas para reproducirse si no hay protección suficiente.
El aumento del calor genera un sesgo en la especie porque “las tortugas que normalmente anidan en verano desaparecerán y sobrevivirán aquellas que anidan en otoño e invierno,” cuando las temperaturas no suben tan drásticamente, añade Peña.
Los expertos han adoptado técnicas de sombreado natural con hojas de palmera o mallas de sombra para impedir que el intenso calor en la arena dañe los nidos que rescatan.
Cada noche, durante la temporada de desove, los biólogos y voluntarios de los 12 campamentos de la región llevan a cabo patrullas para “acompañar” a las tortugas que llegan a la playa a poner sus huevos.
A través de su instinto, las hembras eligen el lugar más seguro y adecuado. Con sus aletas crean un nido donde depositan los huevos. El proceso dura entre 30 y 40 minutos hasta que la tortuga cubre el nido y asegura que no queda rastro que pueda atraer a aves u otros depredadores. Luego regresan al mar, guiadas por la luz de la luna.
Los directores de estos campamentos recogen los huevos y los llevan a un corral sombreado y con las condiciones de espacio ideales para su incubación, explica Elizabeth Coronado, bióloga encargada del vivero en uno de los hoteles del puerto.
El año pasado, en este campo de solo 690 metros rescataron 890 nidos, que significan casi 65.000 tortugas liberadas. En otras playas como Mayto, al sur de Jalisco, se han llegado a proteger hasta 2.000 nidos.
Algunos hoteles ofrecen a sus clientes la posibilidad de ayudar en el campamento o en la liberación de las crías cuando nacen.
Para las organizaciones, proteger las hembras de tortuga y sus nidos es “muy importante” porque tienen un instinto que las ayuda a identificar donde nacieron, llevándolas sistemáticamente a regresar de adultas a esa misma playa para poner sus huevos.