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El aumento en el número de belugas en San Lorenzo preocupa a los expertos en ballenas

El aumento en el número de belugas en San Lorenzo preocupa a los expertos en ballenas

Biólogos marinos en Quebec intentan averiguar qué es lo que hay detrás del alarmante aumento en el número de crías de belugas aparecidas muertas a orillas del río San Lorenzo desde 2008…

En 2012, investigadores asociados con un grupo de investigación de mamíferos marinos con sede en Tadoussac, Groupe de recherche et d’éducation sur les mammifères marins (GREMM), hallaron 17 crías de beluga a la deriva en el agua y varadas en la costa, una cifra sin precedentes, según el director científico del GREMM, Robert Michaud.

En un año típico, en base a los datos de principios de 1980, varan menos de tres crías cada verano.

“Desde 2005, hemos observado un aumento en la mortalidad de crías y un nuevo tipo de mortalidad en las hembras, muchas hembras están muriendo en condiciones neonatales, justo antes, durante o después de dar a luz, dice Michaud.

En 2008, GREMM registró la muerte de ocho crías de beluga. En 2010, los científicos documentaron 11 muertes.

Dos crías recién nacidas fueron halladas muertas en julio. Los científicos están en el proceso de determinar la edad de una beluga joven que murió tras embarrancar la semana pasada.

“Por ahora no tenemos una explicación simple de este aumento,” dice Michaud. “No sabemos si esta mortalidad afectará a la recuperación de esta población.”

En el río San Lorenzo, cerca de la desembocadura del río Saguenay, viven aproximadamente 100 belugas, la población más meridional de belugas del mundo.

Se trata de una población aislada, lejos de sus parientes más cercanos al norte de Quebec. En la década de 1950 fueron cazadas prácticamente hasta su extinción y su protección llegó en la década de 1970.

Durante años, la población fue considerada estable. Michaud sin embargo cree que la población puede estar descendiendo.

Los investigadores dependen de los datos recogidos por el Departamento de Pesca y Océanos para monitorizar la salud de la población a través de reconocimientos aéreos sin embargo los recortes en el presupuesto del departamento federal han dejado varias lagunas en estos datos.

“2005 es el último año con cifras registradas,” dice Michaud. Antes de esa fecha, los reconocimientos eran conducidos cada tres y cuatro años desde 1988.

“Cuando se hace un seguimiento de una pequeña población amenazada de extinción, queremos poder detectar cambios significantes en la población,” dice Michaud. “Si algo va mal, deberíamos poder detectarlo rápidamente y no al cabo de cinco o diez años.”

Debido al cierre del laboratorio de ecotoxicología del DFO, los investigadores no tendrán acceso, por primera vez desde 2013, a los datos de un programa que monitorizó el efecto de los contaminantes en la salud de las belugas.

¿Cuál será el impacto en las belugas?, pregunta. “A menos que podamos monitorizar cada componente del ecosistema no podremos responder a esa pregunta.”

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