Dos de los balleneros de la flota japonesa, que zarpó el lunes, han regresado a puerto para descargar sus dos primeras víctimas, dos rorcuales aliblancos. Hasta ahora Japón usaba un vacío legal en las regulaciones de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para llevar a cabo una caza comercial bajo el pretexto de investigación “científica”. Este es el primer año que ya no usa esa tapadera tras su retirada de la CBI el pasado año.
Las primeras víctimas son dos rorcuales aliblancos de una cuota fijada de unos 50 para esta especie. Los mamíferos fueron levantados con una grúa y colocados en la parte trasera de un camión en dirección a una planta portuaria para su despiece.
Los operarios enfundados en petos de plástico azul vertieron sake en la primera ballena para celebrar la captura.
Aunque la reanudación de la caza comercial fue condenada por muchos grupos ecologistas, muchos otros ven la posibilidad que este costoso programa acabe sucumbiendo gradualmente al cambio de tiempos y gustos.
“Es un mal día para la protección de las ballenas en todo el mundo,” decía Nicola Beynon, de la organización sin ánimo de lucro Humane Society International.
“Puede que hayan borrado la palabra “investigación” del costado del buque factoría, poniendo fin a la farsa de Japón de arponear ballenas bajo el pretexto de ciencia, pero estas magníficas criaturas siguen siendo masacradas sin razón legítima,” decía.
Patrick Ramage, presidente de la organización International Fund for Animal Welfare, califica el movimiento de Japón como una forma de salvar las apariencias y que finalmente podría llevar al país a abandonar la caza.
A pesar de la enorme atención, de los impuestos de los contribuyentes y del apoyo político, la operación ballenera en Japón solo cuenta con unos pocos cientos de empleados y, según datos del gobierno, suposo menos del 0,1 por ciento del consumo de carne total en el año fiscal de 2017.
La carne de ballena fue una fuente de proteína asequible durante los tiempos que siguieron tras la Segunda Guerra Mundial, con un consumo anual que alcanzó su punto más álgido en 1962. Pero la carne de ballena rápidamente fue siendo reemplazada.
El suministro se desplomó a 6.000 toneladas en 1986 antes de la entrada en vigor de la moratoria de la caza comercial impuesta por la CBI que prohibió la caza de varias especies de ballenas.
Durante su programa de investigación “científica”, criticado por ser una descarada tapadera para una caza comercial, Japón mató cada año unas 1.200 ballenas.