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Cientos de aves marinas halladas muertas en las playas del litoral de Alaska por tercer año consecutivo

Por tercer año consecutivo, cientos de aves marinas están llegando muertas a lo largo de una franja del mar de Bering en las islas Pribilof al norte hasta Deering, Alaska.

Julia Parrish, decana adjunta de la Universidad de Washington, dice que las aves marinas están teniendo muchos problemas para encontrar alimento.

“Se pasan mucho tiempo volando buscando alimento,” dice, que significa que han de consumir grasa de pescado suficiente para mantener el ritmo. Sin embargo, explica que los cuerpos delgados de los fulmares y pardelas hallados revelan que las aves están teniendo problemas para hallar alimento suficiente.

Hasta la fecha han sido halladas 800 aves a lo largo de la costa del mar de Bering. Parrish dice que los primeros resultados de laboratorio no revelan ninguna enfermedad y que todo apunta a que las aves se están muriendo de hambre.

En 2016, los científicos documentaron la mayor mortandad de aves marinas en el golfo de Alaska.

Aunque la tasa de mortalidad este año no es tan elevada, los científicos están preocupados por la frecuencia de estas mortandades. Antes de 2014, no era raro ver aves marinas muertas cada tres o cuatro años a medida que cambiaba la ecología marina.

“Ahora estamos viendo mortandades cada uno o dos años,” dice Parrish. “Es una gran diferencia que apunta a cambios más rápidos y persistentes en el sistema.”

Según el Servicio Nacional de Meteorología de Alaska, el mar de Bering ha mostrado una tendencia de calentamiento durante los últimos 50 años. El año pasado fue el más caliente registrado nunca.

Los científicos creen que la causa de las muertes son las temperaturas del océano inusualmente cálidas que han afectado a la diminuta presa de la que se alimentan.

“Si cientos de miles de aves marinas se están muriendo de hambre es que porque no hay pescado donde lo buscan, en ningún lugar y en un área muy grande,” dice.

Los fulmares pueden volar muchas millas en busca de bancos de peces de la longitud de un dedo y sumergirse y nadar casi 600 pies de profundidad para capturarlos. Sin embargo, el alto metabolismo de estas aves significa que tienen que comer en grandes cantidades. Si no capturan cada día el equivalente a entre un 10 y un 30 por ciento de su masa corporal, entonces pasan a consumir sus reservas de grasa y en tres años descienden a un umbral crítico de hambruna. Es una muerte agonizante. Y por si eso fuera poco, muchas aves probablemente murieron ahogadas.

Los fulmares se alimentan de pequeños peces de forraje: capelán y abadejo juveniles. Ambas especies apenas estaban presentes cuando el Servicio Nacional de Pesca Marina realizó sondeos en verano de 2015.

Voluntarios e investigadores federales contabilizaron en 2016 los cuerpos sin vida de 46.000 fulmares en Alaska y otros 6.000 en California, Oregon y Washington.

Las mortandades de aves marinas ocurren periódicamente, pero no de manera tan alarmante. Solo una fracción de las aves muertas llegan a la costa y solo una fracción del litoral de Alaska se sondea, por lo que una extrapolación conservadora estimó que ese año podrían haber muerto hasta 500.000 o más fulmares.

En 2014 la temperatura en los primeros 300 pies de agua fue 4,5ºC más templada de lo normal. La NASA lo explicó del siguiente modo: apareció un pico inusualmente intenso y persistente de alta presión atmosférica en el Pacífico noreste, debilitando los vientos y relajando la surgencia producida por el viento – un proceso que provoca que las aguas profundas y frías suban a la superficie. Esa alta presión hizo que la superficie del mar fuera inusualmente más cálida, un evento que un meteorólogo de la Universidad de Washington llamó “the blob”.

Los peces de forraje se alimentan de zooplancton y el agua fría de estas surgencias produce las versiones de zooplancton más grandes y grasas.

“Si esa situación no se produce significa que no hay tanta energía, y la energía que se está transfiriendo a la cadena alimentaria no es tan rica energéticamente,” dice Shannon Atkison, fisióloga e investigadora de la Universidad de Alaska Fairbanks.

Las temperaturas cálidas del océano también afectan a grandes peces del Pacífico Norte como el halibut, el bacalao y el abadejo. Su metabolismo aumenta a medida que lo hsce la temperatura y tienen que comer más.

“Estos peces se alimentan principalmente, adivina, de capelán y abadejo juveniles, compitiendo con aves marinas y mamíferos.

“Estas aves marinas murieron de hambre porque no había nada qué comer. Y no había nada qué comer porque no había peces. Y no había peces debido al calentamiento de las aguas.”

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