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Aleut Community of St Paul Island Ecosystem Conservation Office

Científicos relacionan el reciente evento de mortalidad masiva de frailecillos con el cambio climático

Este último evento de mortalidad masiva es otra señal del rápido cambio en el clima ártico. Los cuerpos empezaron a llegar a la isla de San Pablo, situada en el mar de Bering a 440 km de la costa de Alaska, en octubre de 2016.

Los habitantes de la isla de San Pablo, están acostumbrados a encontrar alguna que otra ave marina muerta en las playas porque millones de ellas paran aquí durante sus migraciones anuales. Lo que ocurrió en octubre de 2016 fue el comienzo de lo que acabó convirtiéndose en una mortalidad masiva. Miles de frailecillos espezaron a llegar muertos sin motivo aparente, excepto tal vez por uno: alteraciones en el ecosistema debido al cambio climático.

“Algo está ocurriendo”, dice Julia Parrish, profesora de ciencias de pesquería de la Universidad de Washington y directora ejecutiva del programa de ciencia ciudadana COASST.

Desde enero, el número de frailecillos muertos se disparó a cientos. Sus cuerpos esqueléticos apuntaban a un desmoronamiento de la cadena alimentaria en el mar de Bering.

Lamentablemente, es el escenario al que tendremos que acostumbrarnos.

La mortandad, que continuó en enero de 2017, ha sido documentada en un estudio publicado en la revista PLOS ONE.

Parrish, uno de los autores, dice que el evento de mortalidad masiva es uno de los eventos que su equipo ha documentado a lo largo de la costa del Pacífico desde 2014. En uno de esos eventos murieron hasta 400.000 mérgulos sombríos. Un año después, murieron más de 500.000 araos comunes.

“Hemos tenido mortandades antes, pero ahora las estamos viendo cada año,” dice Parrish. “Estamos hablando de millones de aves marinas en total”.

Un estudio conducido por investigadores estadodunidenses ha determinado que, aun el elevado número de cuerpos hallados, esto es solo la punta del iceberg.

El número de aves muertas entre otoño y invierno no suele ser alta. Entre las aves encontradas, los frailecillos suponen apenas un 1 por ciento.

Sin embargo, entre octubre de 2016 y enero de 2017, miembros del COASST recuperaron, midieron y registraron la muerte de 360 aves marinas adultas y juveniles. Lo que resultó particularmente curioso fue que casi 8 de cada 10 eran frailecillos (Fratercula cirrhata). El resto eran mérgulos empenachado (Aethia cristatella) y algunos frailecillos corniculados (Fratercula corniculata).

No fue difícil dar con la causa probable del aumento inusual en el número de muertes. Las necropsias realizadas en varios de los cuerpos confirmaron que las aves habían muerto literalmente de hambre, mostrando una importante pérdida de tejido muscular en las alas.

Timothy Jones, del COASST, usó los lugares donde fueron hallados los cuerpos y datos de los patrones del viento para averiguar cuántos frailecillos habrían podido morir realmente. Con las resultados, los investigadores han podido estimar el número probable de muertes con las 380 aves recogidas. Concluyen que la cifra se sitúa entre las 3.150 y las 8.500, de las que un 87 por ciento correspondrían a frailecillos.

¿Qué mató a las aves?

La mayoría estaban intactas, sin señales de ataque por depredador o enfermedad. Algunas tenían en sus estómagos saxitoxina – una neurotoxina producida por varias especies de microalgas -, pero a niveles casi 100 veces más bajos de lo considerado seguro para los humanos. Las aves estaban extremadamente esqueléticas, con apenas músculo en las alas y muy poca grasa.

“Literalmente no pudieron alimentarse lo suficiente y se debilitaron hasta el punto de morir,” dice Parrish.

¿Qué ocurre si no hay peces suficientes?

El clima en el mar de Bering está cambiando muy deprisa. En los últimos años, el hielo marino que se hubiera extendido hacia el sur en invierno ha sido escaso y fino, afectando a todo, desde el diminuto plancton a las grandes morsas.

Las temperaturas cerca del suelo marino del norte del mar de Bering tienden a rondar los -1,5ºC en julio, formando una especie de “piscina” fría. Muchas especies de peces, en especial bacalao y abadejo de Alaska, se congregan en sus bordes proporcionando un excelente lugar de alimento para frailecillos y otras aves marinas. En su ausencia, los peces se dispersan a lo largo de enormes distancias y son más dificiles de apresar.

Además, son mucho menos nutritivos. En aguas más cálidas, el plancton se está desplazando más hacia el norte y es substituido por especies de plancton más pequeñas y menos nutritivas y, en consecuencia, también menos nutritivos son los peces que se alimentan de ellas.

En una situación así, las aves marinas, tales como los frailecillos, tienen que pasar más tiempo aliméntándose para obtener el mismo contenido energético. Y esto está ocurriendo a lo largo de miles de kilómetros cuadrados de océano. A diferencia de nosotros, ellos no pueden decir: “Aquí no hay barritas energéticas, voy a la tienda de al lado”, dice Parrish.

Estos cambios afectan a las aves marinas en el peor momento del año, durante la muda. Las plumas de las aves actúan como una especie de traje de neopreno que mantiene el calor y la piel seca. Para asegurar esta protección, mudan sus plumas viejas de forma regular y sincronizada. Durante las siguientes semanas, necesitan mucha energía para el crecimiento de las nuevas plumas, pero apenas pueden volar o sumergirse.

Por esa razón, suelen realizar la muda entre agosto y octubre, cuando el alimento debería ser abundante. Si no lo es, es prácticamente imposible poder salir adelante.

No es una coincidencia, pues la mayoría de frailecillos que llegaron muertos a la costa durante el evento de mortalidad masiva estaban mudando sus plumas. En el momento cuando más necesitaban alimentarse y menos capacidad tenían para obtenerlo, el hielo marino en retroceso les obligó a viajar más lejos para obtener presas que eran, además, mucho menos nutritivas.

“En resumen, el cambio climático causa la muerte por hambruna en las aves marinas,” dice Melanie Smith, directora de Audubon Alaska. “No es el único factor, pero sí el más común en eventos similares”.

“Es un ecosistema que, en mi experiencia, nos está pidiendo a gritos que le prestemos atención,” dice Phyllis Stabeno, oceanógrafo de la Administración Nacional Océanica y Atmosférica (NOAA).

También están disminuyendo poblaciones de otras aves marinas. Varias especies suelen descansar en los acantilados y, sin hielo marino que amortigue la costa de las feroces tormentas invernales, los  acantilados se están erosionando a un ritmo alarmente. Los litorales también se están desgastando, destruyendo lugares de cría donde normalmente se congregan leones marinos de Steller en peligro de extinción. “Su población es casi cero”.

No debería sorprendernos. Se cree que las aguas más cálidas en el extremo norte en los últimos años han provocado un efecto dominó, no solo en las aves marinas, sino descensos en el número de crías de ballena que nacen.

El calentamiento global est haciendo que eventos como estos sean cada vez más probables en el futuro. Está todavía por verse cuántas veces podran recuperarse estas poblaciones.

Lauren Divino, de la Oficina de Conservación de Ecosistemas de la Comunidad Aleut de la isla San Pablo, concluye que “el informe es una aplicación exitosa de la ciencia ciudadana. Los residentes de la isla recopilaron datos vitales y proporcionaron a COASST un contexto detallado para su análisis. Sin la relación positiva y de beneficio mutuo desarrollada durante años de colaboración, esta muerte masiva de frailecillos no se habría comunicado a la comunidad científica”.

El estudio llega poco después de un importante informe elaborado por un panel de científicos que ha hallado que un millón de especies corre peligro de extinción, provocado en parte por el cambio climático.

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