Ocean Sentry
Activistas por los derechos de los animales han presentado una demanda conjunta sin precedentes contra la matanza de delfines en Japón, afirmando que los pescadores violan sistemáticamente las leyes para el bienestar animal y exceden las cuotas fijadas por el gobierno. Las organizaciones Action for Dolphins, con sede en Australia, y Life Investigation Agency, con sede en Japón, aportan pruebas con las que esperan pueda ponerse fin a la caza de delfines en Taiji, un pueblo ballenero en el Pacífico de Japón.
“En Japón los delfines son considerados erróneamente peces y por tanto no están amparados por las leyes nacionales que protegen a los mamíferos contra la crueldad,” reclama Sarah Lucas, directora ejecutiva de Action for Dolphins.
La demanda, presentada en el tribunal del distrito de Wakayama, hace hincapié en que los delfines son mamíferos y que la crueldad contra ellos en Taiji es “ilegal en virtud de las propias regulaciones del país nipón.”
Entre las alegaciones realizadas contra Yoshinobu Nisaka, gobernador de la prefectura de Wakayama, donde está ubicado Taiji, está el presunto abuso de poder por parte de Yoshinobu emitiendo permisos para los pescadores.
Las batidas de delfines en Taiji ganaron notoriedad tras el documental ganador de un oscar en 2009 The Cove, cuyas imágenes gráficas de los delfines siendo apuñalados con cuchillos y la sangre tiñendo el agua de color carmesí conmocionaron al mundo entero.
Action for Dolphins dice que si prospera la demanda, los permisos quedarían anulados y no se permitiría la continuación de estas batidas.
“Esto no tiene que ver con poner en entredicho la moralidad de Japón, sino con el cumplimiento de las leyes del propio país,” dice Angie Plummer, portavoz de la organización. “Estamos intentando despolitilizar el debate.”
Lucas dice que las reclamaciones de las autoridades de Taiji de que los delfines son “sacrificados compasivamente” usando métodos nuevos para el proceso son falsas.
“El método empleado para matar a los delfines durante las batidas es especialmente cruel”, dice Lucas. “Los pescadores usan una vara de metal para apuñalar repetidamente la parte posterior del cuello de los delfines y luego introducir en la herida un trozo de madera para impedir que la sangre tiña las aguas. Esto significa que los delfines sufren una muerte lenta y agonizante que puede durar varios minutos antes de morir desangrados o ahogados en su propia sangre.”
También presenta pruebas de que en los últimos cinco años los pescadores han capturado ilegalmente más de 400 delfines por encima de la cuota.
Conforme a la legislación japonesa, las cuotas no solo deberían incluir los delfines que son sacrificados o vendidos a delfinarios, sino también los que son capturados y luego liberados – a veces tras varios días retenidos – y que finalmente acaban sucumbiendo debido a daños colaterales como el ahogamiento o el trauma al que se han visto sometidos.
“La caza excesiva e irresponsable de cientos de delfines ha contribuido al casi exterminio de algunas especies en aguas japonesas,” dice Lucas.
Yoshifumi Kai, funcionario sénior de la Cooperativa de Pesca de Taiji, dice que aun no ha leído la demanda pero niega que los pescadores excedan las cuotas o maten a los delfines de manera inhumana.
La carne de algunos de estos delfines acaba en los supermercados y restaurantes, pero los ejemplares más atractivos se venden a delfinarios por cientos de miles de dólares.
En 2015, la organización emprendió acciones legales contra la Asociación Mundial de Zoológicos y Acuarios que acabaron con la potencial expulsión del organismo de 62 acuarios japoneses a menos que acordaran poner fin a la compra de delfines capturados en Taiji. El Museo de la Ballena de Taiji optó por abandonar la asociación en señal de protesta y sigue exhibiendo y comprando delfines capturados en aguas costeras.
