Tim Burns, un activista veterano de la organización sin ánimo de lucro Ric O’Barry Dolphin Project, lleva 10 años documentando la matanza anual de delfines en este pueblo japonés situado en la prefectura de Wakayama. Este año está siendo particularmente duro para el activista.
El lunes a primera hora de la mañana los pescadores empezaron a perseguir a una manada de calderones (Globicephala melas) formada por unos 50 individuos. Tres horas de persecución dejó a esta familia tan exhausta que intentó encallar en la playa tratando de escapar. Burns y su equipo observaron a través de sus cámaras como los delfines se precipitaban contra las rocas y como la sangre empezaba a teñir las aguas.
“Los cazadores se acercaron frenéticamente con sus embarcaciones intentando usar el motor para asustarlos y obligarlos a regresar a aguas más profundas, lo que propició que la manada se dividiera en todas las direcciones,” explica.
“Saltaban contra las rocas, se enrededaban en las redes, nadaban bajo las embarcaciones, encallaban en la playa – un caos total,” prosigue.
Explica que fue entonces cuando algo verdaderamente desgarrador llamó su atención: una cría, prácticamente incapaz de mantener la cabeza fuera del agua, era separada de su madre.
“Filmé como iba dando pequeños círculos,” explica. “Obviamente habían matado a su madre y ya no había ningún otro familiar cerca.”
Se cree que la cría finalmente murió.
Burns explica que la policía le sigue diariamente mientras filma las batidas así como voluntarios locales, que vigilan cada uno de sus movimientos.
“Tengo a tres coches de la policía siguiéndome cuando conduzco por el pueblo”.
“En la colina desde donde documento las batidas hay muchos agentes de policía uniformados y otros de civil grabando con cámaras todo lo que hago,” explica.
“En el propio pueblo de Taiji hay representantes que llevan brazaletes en los brazos que leen: Taiji. Me observan esperando que haga algo malo y tener una excusa.
Los delfines supervivientes de la batida pasaron toda la noche encerrados mediante una red que bloqueaba la salida a mar abierto, todo dispuesto para ser masacrados al día siguiente.
“Es muy duro no poder intervenir físicamente y parar todo esto,” explica.
“Si lo hiciera no tendría repercusión mediática en Japón, que es donde necesitamos que la haya.”
“Tenemos que cumplir las leyes, seguir las normas, las directrices que la policía nos impone y ser honestos. Si intentara saltarme alguna, la policía me detendría antes de haberme metido en el agua.”
Al día siguiente, Burns regresó a la cala para documentar la matanza.
Cada año, los pescadores de Taiji capturan delfines para venderlos a parques marinos y acuarios y masacran al resto de delfines de la manada por su carne. Los individuos objetivo para su venta son aquellos que no tienen marcas o cicatrices y normalmente individuos jóvenes.
La cuota de este año se ha fijado en 1.749 delfines, entre los que se incluyen 298 delfines mulares y 200 falsas orcas cabeza de melón.
En tres semanas de batidas diarias, los cazadores ya han matado a 21 delfines y 16 ya están a la espera de ser adiestrados y vendidos.
Japón tiene unos 70 delfinarios y se espera que China sobrepase esa cifra el próximo año – eso significa que los dos países necesitan comprar delfines para llenar sus piscinas.
Burns pide a la gente que no vaya nunca a un parque marino o delfinario que tenga delfines en sus instalaciones.
Aunque te digan que los delfines que hay en un delfinario no proceden de lugares como Taiji, el mero hecho de pagar una entrada para verlos ya está contribuyendo a la demanda de delfines en otros lugares del mundo que sí pueden proceder de las aguas Taiji.