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More than 150 short-finned pilot whales have stranded en masse at Hamelin Bay, 10km north of Augusta, Australia. But unlike this mass beaching, researchers have identified random whale deaths which they attribute to exposure to radar technology.Source:Supplied

Para algunas especies de ballena el sónar provoca comportamientos suicidas

Un importante estudio conducido por 21 científicos ha arrojado luz sobre la desgarradora razón por la que determinadas especies de ballenas muestran un comportamiento suicida, encallando en las playas.

Los científicos saben desde hace tiempo que algunos zifios encallan en las playas y sufren muertes agonizantes tras verse expuestas al sonar naval. Ahora saben el porqué: estos gigantes marinos sufren la enfermedad de descompresión, al igual que los buceadores.

Millones de años de evolución han convertido a las ballenas en máquinas submarinas perfectamente calibradas que se sumergen a kilómetros de profundidad durante horas buscando alimento.

El ritmo cardíaco se ralentiza, el flujo sanguíneo se reduce y se mantiene el oxígeno. Así pues, ¿cómo pueden estos consumados buceadores acabar con burbujas de nitrógeno en sus venas, como le puede ocurrir a un principiante de buceo si sube muy rápido a la superficie?

Respuesta: los zifios – especialmente aquellos conocidos como de Cuvier – se asustan muchísimo.

“Ante la presencia de un sónar se estresan y se alejan a toda velocidad de la fuente del sonido, cambiando su patrón de buceo,” dice la autora principal Yara Bernaldo de Quiros de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

“En otras palabras, la respuesta al estrés anula la respuesta de buceo, que hace que los animales acumulen nitrógeno,” añade. “Es como chute de adrenalina.”

Desarrollado en la década de los 50 para detectar submarinos, el sónar de media frecuencia se usa actualmente durante patrullas navales y entrenamientos, en especial por parte de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Desde 1960, los barcos empezaron a emitir señales submarinas en un rango de unos 5 kiloherzios, justamente cuando empezaron a registrarse los primeros varamientos masivos de zifios, especialmente en el Mediterráneo.

Entre 1960 y 2004 se produjeron 121 de estos llamados varamientos masivos “atípicos”, con al menos 40 estrechamente relacionados en tiempo y lugar con actividades navales.

No se trataba de varamientos individuales de individuos viejos o enfermos, ni varamientos masivos como el del pasado noviembre en Nueva Zelanda, cuando encallaron más de 200 calderones.

En su lugar, se trataba de varamientos con una diferencia de uno o dos días y separados por apenas unos kilómetros.

El episodio más mortal ocurrió en 2002, cuando se produjeron 14 casos de varamientos en un periodo de 36 horas en las Islas Canarias durante un entrenamiento naval de la OTAN.

“En unas horas de sonar, los animales empezaron a aparecer en la playa,” dice Bernaldo de Quiros.

Por fuera, los animales no mostraban signos de enfermedad o lesión: tenían un peso corporal normal y no presentaban lesiones cutáneas ni infecciones. Pero por dentro era otra historia: sus venas estaban llenas de burbujas de nitrógeno y sus cerebros estaban devastados por múltiples hemorragias.

Las autopsias también revelaron daño en otros órganos, así como en la médula espinal y el sistema nervioso central.

Como ocurre con el mal de altura, las reacciones varían en tipo e intensidad.

Un estudio de 2003 publicado en la revista Nature sobre la posible relación entre el sónar y las muertes de ballenas llevó a la prohibición en España en 2004 de estos entrenamientos navales alrededor de las Islas Canarias.

“Desde la moratoria no ha ocurrido ninguno más,” dice.

Los autores piden que se extiendan prohibiciones similares a otras regiones donde se sabe que se congregan ballenas en peligro.

El zifio de Cuvier puede llegar a crecer siete metros y se alimenta principalmente de calamares y peces de profundidad. El mamífero está clasificado como “vulnerable” en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y se cree que tiene una población global de entre 5.000 y 7.000 individuos.

Entre otras amenazas están las colisiones con barcos, la contaminación marina y la alteración de sus hábitats provocada por el cambio climático.

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