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Black-capped_Petrels. Source: Wikipedia

Las aves marinas de islas remotas del hemisferio sur están contaminadas con plomo y selenio

Ningún lugar del océano se libra de la actividad humana. Un nuevo estudio ha hallado que las aves marinas que habitan islas remotas como la isla de Gough en medio del Atlántico Sur tienen niveles de plomo y selenio en sus organismos. Aunque se desconoce el grado de afectación en su salud, el equipo de científicos dice que podrían sufrir consecuencias a largo plazo.

Millones de aves marinas han buscado refugio a lo largo de millones de años en remotas islas de los océanos Pacífico Sur y Atlántico Sur. Pero ni siquiera aquí son inmunes a la actividad humana que ocurre a miles de millas. Una nueva investigación, publicada en la revista Environmental Science and Pollution Research, ha hallado que estas aves marinas están expuestas a concentraciones de plomo (Pb) y selenio (Se) potencialmente elevadas como para provocarles problemas de salud.

Los científicos analizaron las muestras de plumas de distintas especies de aves del orden de las procelariformes que viven en cuatro islas en medio del hemisferio sur. A este grupo pertenecen unas 35 especies de petreles, de las que los investigadores pudieron obtener muestras de siete.

El Dr. Alexander Bond, biólogo y coautor del estudio, dice que los estudios sobre los petreles son muy escasos. “Los datos son muy precarios dado que estas aves se reproducen en algunas de las islas más remotas e inaccesibles del mundo.”

“Además suelen volar de noche para evitar la depredación y normalmente se reproducen en madrigueras. Esto significa que el muestreo se complica bastante,” explica.

La investigación sugiere que debería prestarse más atención en estas aves. Su posición casi en lo alto de la cadena alimentaria significa que son indicadores de un problema más generalizado en estos entornos aislados.

Desde la época de los romanos, pioneros en la explotación del plomo, se sabe sobre los efectos perjudiciales de este metal en la salud humana, aunque su uso generalizado en cartuchos de escopeta, pintura, gasolina e incluso en maquillajes no se ha detenido.

Y no solo los humanos se ven afectados por su prevalencia en el medio ambiente. Durante el último siglo los efectos del plomo en la fauna silvestre se han hecho bastante evidentes.

“Elementos como el plomo pueden causar todo tipo de problemas fisiológicos, incluida la pérdida de peso, letargo, reducción en el crecimiento de los pollos e incluso ceguera” dice. “También pueden alterar el comportamiento de las aves – un aspecto crítico para especies con complejos sistemas de apareamiento”.

La preocupación para nuestra propia salud ha resultado en la retirada paulatina de la gasolina con plomo en muchos países del mundo. Sin embargo, sigue sin saberse cómo afecta a las aves marinas, en particular a los petreles, las elevadas concentraciones de plomo.

Cuando elementos como el plomo y el selenio son emitidos a la atmósfera, ya sea a través de la quema de gasolina con plomo o la industria pesada, éstos son transportados por las corrientes de aire a lugares muy remotos del planeta.

Cuando llueve, estos elementos potencialmente tóxicos regresan de nuevo a la tierra y entran en la cadena alimentaria. Los depredadores en lo alto de la cadena bioacumulan estos tóxicos a través del consumo de presas que se han visto expuestas a pequeñas cantidades de estos elementos a través de su dieta, de manera que los niveles de estos contaminantes en los organismos de los depredadores aumentan con el tiempo.

“No sabemos en qué momento esta bioacumulación empieza a causar problemas de salud en los petreles,” dice Bond.

“Aunque dependerá de la especie, del sexo y de todo un conjunto de otros aspectos, podemos empezar a sacar algunas conclusiones,” dice Bond.

Parecido a cómo el cabello humano contiene un registro químico de los medicamentos que ha tomado una persona, las plumas de las aves contienen un registro de determinados elementos a los que se han visto expuestas.

Esto ha permitido a Bond y a sus colegas analizar las plumas de estas aves para tres elementos distintos: cinc, selenio y plomo.

“Para algunas especies hallamos que los niveles de selenio eran especialmente elevados,” dice Bond. “Muy por encima del límite seguro para la salud.”

“Algunos individuos tenían concentraciones de hasta 84 partes por millón (ppm),” dice.

El panorama para el plomo era similar. Aunque se prevén problemas cuando los niveles alcanzan las 4 ppm, se halló que algunas aves analizadas tenían concentraciones de hasta 63 ppm.

Las repercusiones en los petreles se desconocen. Muchas especies de petreles estudiadas están en peligro de extinción o son vulnerables, pero es importante destacar que su estado de conservación se debe probablemente a otros factores.

“La causa de su estado de conservación no está, por el momento, relacionado con los contaminantes,” explica Bond. “En gran parte se debe a las especies invasoras introducidas en estas islas.”

Las ratas y ratones que fueron introducidos inadvertidamente en las islas en el siglo XIX suelen depredar las aves marinas nativas y a sus pollos que no han evolucionado para enfrentarse a depredadores en sus hábitats. En la isla de Gough, por ejemplo, mueren cada año hasta 2 millones de pollos por culpa de los ratones. Aún así, si consiguieran eliminarse estas presiones inmediatas, no necesariamente significaría la recuperación de estas especies.

Lidiar con problemas tales como los metales pesados en la atmósfera es una tarea ardua que tardará en solucionarse.

El equipo espera que ahora que han empezado a rascar la superficie, la investigación ayude a comprender el impacto total que están teniendo los metales pesados en estos remotos confines de los océanos.

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