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La sexta extinción masiva: La era de la aniquilación biológica

Las campanas no doblaron cuando murió el último cachorrito enano de Potosí (Megupsilon aporus) en 2014. Los periódicos no publicaron nada cuando desapareció para siempre el murciélago de la Isla de Navidad (Pipistrellus murrayi) en 2009.

Casi 200 vertebrados han desaparecido en los últimos 100 años, equivalente a perder 2 especies al año. Pero poca es la gente que presta atención, tal vez porque la tasa de dos extinciones al año no genera la suficiente inquietud, en especial porque muchas de estas especies viven en islas y bosques con hábitats limitados y no son conocidas. Sin embargo, de estar sujetos a la tasa de extinción normal de hace 2 millones de años, los 200 vertebrados hubieran tardado no un siglo, sino hasta 10.000 años en desaparecer. Lo que permite ver este estudio es un fenómeno que normalmente ni los científicos ni la gente ven: poblaciones de especies relativamente comunes también están colapsando y se están produciendo efectos en cascada.

El estudio de 2015, en colaboración con el profesor emérito de biología Paul Ehrlich, revela que la Tierra ha entrado en una era de extinción masiva sin precedentes desde la desaparición de los dinosaurios hace 66 millones de años.

“Es una aniquilación a nivel global,” dice el coautor, Rodolfo Dirzo, profesor de biología de la Universidad de Stanford.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que mantiene una lista de especies amenazadas y extintas, el espectro de la extinción se cierne sobre el 41 por ciento de todas las especies de anfibios y el 26 por ciento de todos los mamíferos.

Sin embargo, el nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciencies mira más allá de las extinciones de especies y proporciona una imagen clara de la disminución de las poblaciones y hábitats.

La golondrina común y el jaguar son dos ejemplos, según el Profesor Gerardo Ceballos, Profesor de ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México y autor principal del estudio. Ambas especies son más o menos comunes en términos de su población total, dice, pero los descensos de sus poblaciones son preocupantes en algunas partes.

Para el estudio, los investigadores mapearon los hábitats de 27.600 especies de aves, anfibios, mamíferos y reptiles – una muestra que representa casi la mitad de todos los vertebrados terrestres conocidos – y analizaron las pérdidas de la población de una muestra de 177 especies de mamíferos bien conocidas entre 1990 y 2015.

Usando la disminución del hábitat como indicador de la pérdida de la población, el estudio halló que el tamaño y rango de la población de más del 30 por ciento de los vertebrados está disminuyendo. De los 177 mamíferos para los cuales los investigadores tienen información detallada, todos han perdido el 30 por ciento o más de sus rangos geográficos y más del 40 por ciento ha perdido más del 80. Las regiones tropicales son las que han sufrido la mayor pérdida de especies, mientras que regiones templadas han sufrido proporciones similares o más altas. En particular, se han visto duramente afectados mamíferos del sur y sudeste de Asia, donde todas las especies de mayor tamaño han perdido más del 80 por ciento de sus rangos geográficos.

“Está en marcha un proceso que no podemos apreciar porque no contamos el número de individuos constantemente,” dice Anthony Barnosky, director ejecutivo de Jasper Ridge Biological Preserve de la Universidad de Stanford, quien no ha participado en el estudio. “Pero habiendo eliminado el 50 por ciento de la vida silvestre de la Tierra en los últimos 40 años, no hace falta ninguna fórmula matemática para ver que, si cada 40 años reducimos a la mitad la vida silvestre, muy pronto no quedará nada.”

Un caso de ejemplo es el elefante africano, dice Barnosky. Puede que unos 400.000 elefantes en África sea una cifra importante, pero ese número es menos de la mitad de su población a principios del siglo pasado, cuando había más de un millón de elefantes. Y viendo la rápida disminución de sus poblaciones en la última década, en 20 años no quedarán elefantes en África de seguir al ritmo actual.

En las últimas décadas, la pérdida de hábitat, la sobrexplotación, los organismos invasores, la contaminación, la intoxicación y, más recientemente, el cambio climático, así como las interacciones entre estos factores, han llevado a descensos catastróficos en los números y tamaños de las poblaciones tanto de especies comunes como raras, todo ello contribuyendo a un rápido descenso de las poblaciones de criaturas silvestres, tanto terrestres como marinas.

Por ejemplo, varias especies de mamíferos que estaban relativamente a salvo hace una o dos décadas ahora están en peligro de extinción. En 2016, quedaban solo 7.000 guepardos y menos de 5.000 orangutanes de Borneo y Sumatra (Pongo pygmaeus y P. abelli respectivamente). Las poblaciones de león africano (Panthera leo) han descendido un 43 por ciento desde 1993, las poblaciones de pangolín (Manis spp.) han sido diezmadas y las poblaciones de jirafa han pasado de unos 115.000 individuos en 1985 a unos 97.000 en 2015 para cuatro especies actualmente reconocidas (Giraffa giraffa, G. tippelskirchi, G. reticulata y G. camelopardalis).

Los mapas del estudio sugieren que ha desaparecido hasta un 50 por ciento el número de animales individuales que una vez compartieron el planeta con nosotros. Esto representa “una erosión masiva de diversidad biológica en la historia de la Tierra”, escriben los autores.

“La pérdida masiva de poblaciones y especies refleja nuestra falta de empatía hacia todas las especies silvestres que han sido nuestras compañeras desde nuestros orígenes,” dice Ceballos. “Es el preludio de la desaparición de más especies y la disminución de los sistemas naturales que han hecho posible la civilización.”

¿Por qué importa la pérdida de poblaciones y la diversidad biológica? A parte de ser lo que los científicos llaman el preludio de la extinción de las especies, estas pérdidas nos roban sistemas de ecosistema cruciales tales como la polinización de cultivos de las abejas, control de plagas y purificación del agua en los humedales. También perdemos las intrincadas redes ecológicas que forman los animales, plantas y microorganismos, provocando ecosistemas y acervos genéticos menos resistentes que pueden ser vitales para la supervivencia de especies en un entorno que está cambiando rápidamente.

Los científicos concluyen: “La aniquilación biológica resultante tendrá obviamente graves consecuencias ecológicas, económicas y sociales. La humanidad acabará pagando un precio muy alto por la desaparición del único ensamblaje de vida que conocemos en el universo.”

Y las causas se conocen bien. Seguimos quemando combustibles fósiles, contribuyendo al cambio climático. Talamos bosques y otros hábitats para la agricultura hasta el punto que, según el Banco Mundial, el 37 por ciento de la superficie de la Tierra es actualmente tierra cultivable o pasto. La población mundial humana sigue aumentando, junto con nuestra ansia por la tierra y el consumo.

Y finalmente, pero no exclusivamente, la caza furtiva está llevando las poblaciones de elefantes, pangolines, rinocerontes, jirafas y otras criaturas – con partes de su cuerpo de gran valor en el mercado negro – a niveles preocupantemente bajos.

Según los autores, el alcance general de la pérdida de poblaciones deja claro al mundo que no podemos esperar a abordar el daño a la biodiversidad. Piden frenar los causantes básicos de las extinciones: la sobrepoblación humana y el consumo excesivo y retan a la sociedad a que se aleje de “la ficción de que su incesante crecimiento puede tener cabida en un planeta finito”.

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