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Photo: Gordon Firestein - Seacology USA/Wikipedia

La contaminación acústica submarina altera el comportamiento de los peces

Los plásticos y el crudo no son los únicos tipos de contaminación que están afectando negativamente a los peces. Según un nuevo estudio llamado Sound the alarm: A meta‐analysis on the effect of aquatic noise on fish behavior and physiology”, el ruido también es un problema creciente para los animales acuáticos. 

El equipo de investigación, liderado por Kieran Cox, cantidato a doctorado de la Universidad de Victoria en Canadá y el ecólogo Francis Juanes, analizó 42 informes científicos de científicos de 11 países sobre los efectos del ruido marino antropogénico (causado por los humanos) en el comportamiento y psicología de los peces y halló que el ruido antropogénico es el factor que más afecta a la capacidad de los peces para alimentarse, evitar depredadores así como para asegurar su éxito reproductivo.

No ha sido hasta hace poco que los científicos han empezado a explorar los impactos ecológicos de la contaminación acústica y, como resultado, ha sido difícil afirmar con rotundidad la magnitud del problema. Pero ahora, una nueva revisión ha añadido peso a la teoría de que el ruido antropogénico es perjudicial para la vida marina.

Se estima que desde la década de 1950, el nivel de ruido en el océano se ha cuadruplicado – unos tres decibelios por década. Aunque gran parte de este ruido adicional puede atribuirse a la navegación comercial, muchas otras actividades humanas están contribuyendo al problema, incluidos la construcción submarina, los sondeos sísmicos y el uso de sonar.

“Los peces comprenden su entorno mediante sonidos,” dice. “Las actividades mineras y el tráfico marítimo interfieren en lo que necesitan oír los peces para poder prosperar. Nuestros resultados revelan que los peces se estresan y tienen dificultades para oír por encima de este ruido.”

Gran parte de las investigaciones sobre el ruido marino se ha centrado en mamíferos grandes que se sabe desde hace tiempo usan el sonido para comunicarse, tales como delfines y ballenas. Pero se cree que cerca de 800 especies de peces producen sonidos también. Cox y su equipo han publicado el meta-análisis de los efectos del ruido marino en los peces, recopilando investigaciones existentes para dibujar una imagen de las consecuencias.

El informe revela que en presencia de contaminación acústica marina tanto en volumen como en frecuencia, los peces se mueven más rápido, se sumergen a más profundidad y cambian de dirección más a menudo – esfuerzos que suponen un consumo energético enorme. Especies con sistemas de nido, como el pez damisela, pasan más tiempo manteniendo sus nidos, y se ha demostrado que estos esfuerzos causan fatiga a varias especies.

Los peces expuestos a un ruido creciente también son menos capaces de responder a los ataques de depredadores.

“Si los peces son bombardeados con ruido antropogénico, lo más probable es que se asusten,” dice Cox. 

Pero después de cantidades persistentes de ruido, los peces pueden tener dificultades para distinguir qué sonidos indican una amenaza, haciéndolos más vulnerables a depredadores, explica.

La capacidad para encontrar alimento (forrajeo) también se ve afectada. Los peces consumen menos alimento y lo buscan de forma menos efectiva, con problemas para distinguir entre lo que es alimento y lo que no. Psicológicamente, la sobreexposición al ruido aumenta el umbral mínimo auditivo de los peces, ensordeciéndolos. Los niveles de estrés también aumentan.

“No hay muchos animales marinos que no se vean afectados por su entorno acústico y por tanto por el ruido antropogénico,” dice Steve Simpson, biólogo marino de la Universidad de Exeter en Inglaterra. Estudios recientes han hallado que incluso el plancton es sensible al ruido, que significa que la contaminación acústica puede tener el potencial para alterar cadenas alimentarias enteras, añade.

Para Cox, la clave está clara: es crucial que el sonido se incluya en los futuros debates sobre la conservación marina. “Si queremos preservar las especies, el ruido tiene que ser parte del debate.”

El estudio fue publicado en la revista Global Change Biology el 24 de marzo.

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