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¿Medusas para cenar? Alerta de conservación

Artículo por el Profesor Daniel Pauly

El científico y autor Daniel Pauly dice que hemos pescado la mayoría de los grandes peces y que justo estamos empezando a consumir el cebo. Hace tiempo ese cebo era el calamar. Ahora está en nuestros platos y lo llamamos ‘calamari’. Comer medusas puede que parezca broma pero hoy en día es una realidad. Estamos siendo testigos de una disminución de especies más pequeñas a medida que ‘pescamos hacia abajo en la red trófica marina’ o mejor dicho, ‘nos alimentamos del siguiente pez en la cadena alimenticia marina”.

Daniel Pauly escribe que resulta difícil no ser pesimista cuando hablamos de pesquerías. Las capturas mundiales marinas, que aumentaron rápidamente desde la Segunda Guerra Mundial, se detuvieron a finales de la década de los 80 y luego iniciaron un descenso que será difícil detener.

Sobrepesca

Este descenso se debe a una colosal y sofisticada tecnología infligida a las disminuidas poblaciones de peces y a un aumento en la demanda llevada por el aumento de la población humana e ingresos. Hasta la fecha, la reducción del suministro se ha mantenido encubierto en el mundo desarrollado debido en parte a la disponibilidad de determinados productos marinos anteriormente no disponibles, tales como el salmón de granja así como por la masiva importación de pescado procedente de países en vías de desarrollo.

Sin embargo la sobrepesca está ocurriendo también en el mundo desarrollado y por tanto en un futuro cercano se preven cambios radicales en las pesquerías a escala mundial.

Una clara señal de ello es ‘pescar en el siguiente eslabón inferior en la cadena marina alimenticia,’ la tendencia creciente de las pesquerías a desembarcar peces y crustáceos del nivel siguiente en las cadenas marinas alimenticias, a menudo, las presas de los peces más grandes previamente objetivo de las pesquerías.

Pescar hacia abajo en las cadenas marinas alimenticias proporciona sustitutos de menor calidad en comparación con la elevada calidad de los pescados a la que hemos estado acostumbrados, algo que nos llevará de forma inexorable a la pesca de plancton y en especial de medusas. Sí, medusas, que hoy están pasando de ser una especialidad consumida en los mares del este asiático a ser un producto que también se captura en el Atlántico y que se exporta a todos los continentes.

La industria pesquera es, por sí misma, incapaz de invertir la tendencia de ‘pescar hacia abajo’, no obstante, los comentaristas quienes deberían saber mejor que todo está bien. Uno de ellos es hoy un desacreditado Bjørn Lomborg quien en su ‘Skeptical Environmentalist,‘ dio a entender que las cifras crecientes en las capturas globales informadas por la FAO de Naciones Unidas significaba que los ecosistemas subyacentes debían estar en buena salud.

Sin embargo, ahora sabemos que los supuestos aumentos en las capturas mundiales pesqueras en la década de los 90 fueron debido a las cifras masivamente infladas que China reportó a la FAO. De igual modo, sabemos también que las capturas pueden mantenerse elevadas incluso cuando los stocks se colapsan y de hecho es así, tal como ya ocurrió con el bacalao en la costa este de Canadá, que produjo buenas capturas hasta que la pesquería tuvo que cerrarse porque literalmente no había pescado.

Pero las capturas excesivas no son ni de lejos toda la historia. La mayoría de las artes de pesca empleadas para la captura de peces, principalmente por los buques de arrastre de fondo, destruyen literalmente el hábitat del que dependen estos peces. Si te paras a pensarlo, una manera bastante extraña de operar una operación pesquera. No es de extrañar que algunos de los stocks explotados de esta forma no consigan recuperarse.

¿La acuicultura es la solución?

La acuicultura o cría de peces u otros organismos acuáticos podría en principio ayudar a superar el déficit, sin embargo la palabra ‘acuicultura’ envuelve dos tipos de operaciones fundamentalmente distintas. Llamémosles Acuicultura A y Acuicultura B.

Acuicultura A, dedicada a la cría de bivalvos tales como ostras o mejillones o peces de agua dulce como la carpa o la tilapia, depende de plantas (plancton del mar o de pantanos, algunas veces substituido por subproductos agrícolas en el caso de los peces de agua dulce) para generar una cantidad adicional al abastecimiento de pescado disponible para los consumidores. Además, suministra una proteína animal barata allí donde se necesita, puesto que la Acuicultura A se asienta predominantemente en países en vías de desarrollo, principalmente en China aunque también en Filipinas y Bangladesh.

Atún con sabor a tofu

La Acuicultura B son las granjas de peces carnívoros como el salmón y la lubina y el engorde cada vez más frecuente de atún salvaje.

El salmón, la lubina o el atún comen carne, son, ecológicamente hablando, los lobos y los leones del mar. Cuando se los alimenta solo con vegetales como por ejemplo soja, el salmón no se desarrolla bien y acaba pareciendo y sabiendo a tofu. Lo mismo ocurre con el atún. No queda más opción que alimentarlos con pescado.

Lo que esto significa es que cuanta más Acuicultura B se lleva a cabo, menos peces baratos como la sardina, el arenque, la caballa y la anchoa quedan para el consumo humano. La Acuicultura B no minimiza la presión a los stocks salvajes sino que la aumenta, llevando a los países desarrollados, donde predomina la Acuicultura B, a masivas importaciones de pescado procedente de países del tercer mundo para convertirlo en harinas.

No explicaremos con mucho detalle la contaminación costera ni las enfermedades como consecuencia del alimento y las heces desechados que comportan estas operaciones, que podrían equipararse, por todas sus características principales, con granjas flotantes de cerdos.

Una razón por la que los practicantes de la Acuicultura B pueden salir airosos es que la gente en general asume que sus operaciones son similares a aquellas de la Acuicultura A y que añaden un abastecimiento global de pescado. Tengamos en mente estas diferencias cuando evaluemos la ‘acuicultura’.

Aun nos queda algo de tiempo

Aun nos queda algo de tiempo si las pesquerías se reinventan, pero no como fuente de un suministro infinito para una población humana infinitamente creciente si no como un proveedor de un complemento saludable para dietas basadas en el grano.

En particular, las pesquerías no pueden seguir siendo un libre acceso para todos, aunque pueden convertirse en una fuente regular de ingresos para las comunidades cuyos miembros actúan en concordancia con la naturaleza de los recursos marinos finitos. Un elemento clave de dicha pesquería reinventada será su menor tamaño y su dependencia de los peces que migran de las reservas marinas, áreas protegidas del océano que deberemos establecer si queremos permitir que los ecosistemas marinos y las especies en ellos reconstruyan su abundancia original y lo compartan con nosotros.

Daniel Pauly

Trabajo de Traducción: Ocean Sentry www.oceansentry.org

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