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El rescate de ballenas del Atlántico Norte que el gobierno canadiense no quiere hacer

Meses antes de que Joe Howlett muriera rescatando a una ballena franca del Atlántico Norte desde un barco del Departamento de Pesca y Océanos (DFO), un funcionario del gobierno describió la labor de cara y de alto riesgo.

Los rescatadores viven momentos de incertidumbre mientras esperan que termine la investigación de cinco meses de Transport Canada sobre la muerte de Howlett en julio.

Howlett, cofundador del equipo de rescate Campobello Whale Rescue Team con sede en Nuevo Brunswick, acababa de cortar las líneas de pesca que envolvían a una ballena franca del Atlántico Norte cuando murió golpeado por la cola de la ballena el 10 de julio.

A la estela de su muerte, el DFO impuso una prohibición del rescate de ballenas enredadas.

En juego está el futuro de la ballena franca del Atlántico Norte, cuya población sigue diezmando debido a la actividad humana.

Al menos dos ballenas francas fueron vistas enredadas en los meses siguientes a la muerte de Howlett ante la impotencia de los rescatadores.

A principios de este mes, fue hallado en una playa de Nantucket el cuerpo de otra ballena franca en avanzado estado de descomposición, la 17ª ballena que muere este año.

Solo quedan 450 ballenas francas del Atlántico Norte en el mundo y un incalculable número de estas criaturas viven con las cicatrices provocadas por las artes de pesca.

El DFO es responsable de proteger las especies en peligro, incluidas varias especies de ballenas.

Pero el gobierno federal ha dependido de grupos de rescate sin ánimo de lucro, como la organización Campobello Whale Rescue Team que cofundó Howlett, para desenredar a las ballenas.

Las autoridades del DFO solo tienen formación para “asistir a un experto en la labor de rescate, pero no para dirigirla”, según un correo enviado por Jeanette LaPoint del DFO en diciembre de 2016.

“Dirigir una intervención de rescate es una labor de alto riesgo, que lleva mucho tiempo y recursos, que requiere formación especializada y conocimiento para hacerlo de forma segura,” decía en el correo enviado a varios otros funcionarios del departamento.

Los rescatadores coinciden en que son los expertos, pero quieren más financiación para mantener el futuro de su labor.

“Estamos haciendo el trabajo por ellos”, decía Wayne Ledwell, que opera la organización Whale Release and Strandings, en Terranova y Labrador.

“En muchos casos el DFO no puede hacerlo. Si no puede hacerlo, entonces deberían financiar a los grupos que sí pueden.”

Tras la muerte de Howlett, el gobierno federal consideró suspender los permisos para todos los grupos de rescate.

Kristina Makkay, asesora sénior del DFO, respondió destacando los pros y contras de impedir a la gente el rescate de ballenas enredadas. Pros: no va a morir más gente, el departamento será visto como que se preocupa por su gente a la vez que se reduce el riesgo de demandas relacionadas con los peligros derivados del rescate. Contras: si el departamento revoca los permisos, podrían morir más ballenas y eso ejercería más presión al departamento “para que encontrar acciones preventivas más firmes”.

“Todo se reduce a si los canadienses creen que las ballenas son también personas y salvarlas debería ser una prioridad similar,” escribía.

Según Charles “Stormy” Mayo, un científico que ha desarrollado técnicas para liberar ballenas enredadas en artes de pesca, la solución yace en tener a gente bien preparada.

Howlett lo estaba, dice Mayo, pero las labores de rescate siempre conllevan algún riesgo.

“Todos sabemos que es una labor peligrosa,” dice Mayo. “Si te adentras en el mar, aun no acercándote a una ballena, hay gente, como pescadores que conocen bien su trabajo, que puede morir en el mar. Es un lugar peligroso.”

Aun así, espera que el gobierno canadiense vea los rescates de ballenas como un importante asunto de fauna silvestre.

Los miembros del equipo de Howlett han dicho que hubieran querido seguir con los rescates a pesar de lo ocurrido.

Desde que se detuvieron los rescates de ballenas francas del Atlántico Norte se han avistado enredadas dos ballenas en artes de pesca en el golfo de San Lorenzo.

Mayport, de siete años, fue vista por última vez el 19 de julio enredada en una trampa para cangrejos, con una línea de boya alojada en su boca; una hembra en edad reproductora crucial para mantener viva la especie.

Una segunda ballena fue vista enredada en un pesado cabo de pesca el 28 de agosto. Fue identificada como la número 3245, un macho de 15 años.

“La ballena estaba básicamente envuelta en una maraña de cabos, con un cabo atravesándole la boca y llegando a envolver el pedúnculo,” dice un informe del Consorcio de la Ballena Franca del Atlántico Norte. El pedúnculo es una zona estrecha que une la cola con el resto del cuerpo.

No se permitió que nadie las liberara. Desde entonces no han vuelto a verse.

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