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El Irma, el desastre más reciente que ha azotado los Everglades

Mientras el huracán Irma barre todo a su paso por la costa oeste de Florida, todas las miradas están puestas en las ciudades y las vidas humanas en su trayectoria. Pero el huracán también está azotando los Everglades de Florida, algo que preocupa especialmente a los científicos ya que puede acarrear consecuencias devastadoras en este frágil ecosistema. 

“Están perdiendo,” dice Hal Wanless, geólogo de la Universidad de Miami, sobre la situación en las marismas y manglares de los Everglades a la estela de los recientes e intensos huracanes. Según Wanless, el desarrollo urbano, una condiciones climáticas extremas y el cambio climático han erosionado la resiliencia de los Everglades. El ecosistema, dice, no se está recuperando. 

Los Everglades, un ancho arroyo de dieciséis millas de bosques de manglares anegados de agua y cubiertos de hierba que una vez se extendía desde Orlando a los Cayos de Florida, son un tesoro ecológico reconocido internacionalmente en el que viven caimanes, panteras, manatíes, cocodrilos y más de 300 especies de aves y cientos de plantas poco comunes y endémicas. La amenaza para este ecosistema se ha visto amplificada durante el último siglo por drenajes artificiales, el desarrollo urbano y cambios anormales en el clima de la Tierra. 

Para hacer habitable el sur de Florida, la gente tuvo que drenar los humedales. Ese esfuerzo empezó a principios de mediados del siglo XX mediante la construcción de diques y desviando el lago Okeechobee, el mayor lago de agua dulce de Florida que solía abastecer las praderas de marismas de los Everglades hasta la bahía de Florida. Con la construcción de miles de millas de malecones y canales, los humanos consiguieron domesticar, contener y desviar el lago, drenando cientos de miles de acres para el cultivo de azúcar. Entretanto, en las planicies aluviales del sur de Florida se construyeron autopistas, campos de golf y rascacielos, creando el marco para una explosión demográfica masiva.

Cerca de la mitad de los Everglades ha sido drenado o pavimentado desde que los promotores decidieron conquistar una tierra que los primeros exploradores estadounidenses describieron de “terrible” y “abominable”. Lo que queda hoy de ese formidable ecosistema está demasiado seco y asediado por una variada lista de enfermedades, desde mortandades de hierba marina en la bahía de Florida – niveles de salinidad demasiado altos en verano – y floraciones tóxicas de algas a lo largo de Treasure Coast a virulentos incendios en el hábitat crítico.

Agravando los problemas provocados por el drenaje de los Everglades está la amenaza del cambio climático antropogénico. El sur de Florida, que yace sobre un sustrato calcáreo poroso, se enfrenta a una de las tasas más altas de aumento del nivel del mar del mundo y, a medida que el océano va inundando sus marismas adaptadas al agua dulce, éstas se van debilitando todavía más. La región ha visto casi 0,3 metros de aumento del nivel del mar desde la década de 1930, con tal vez otros 0,9 para finales de siglo.

Ahora, para añadir más leña al fuego, tenemos el Irma, la tormenta más fuerte que ha tocado tierra en los Estados Unidos desde el huracán Katrina y que un número creciente de científicos advierte que no se trata de un evento natural. Aunque la magnitud de su impacto en los Everglades no se sabrá hasta pasado cierto tiempo, Wanless dice que tormentas anteriores, en particular el huracán Andrew de categoría 5 que azotó Florida en 1992, puede ayudar a hacer previsiones. Fue a la estela de ese huracán que los Everglades fueron listados como lugares de patrimonio mundial en peligro.

“Andrew mató 80.000 acres de manglares,” dice Wanless, señalando que estos humedales tropicales, que retienen casi la mitad de su biomasa en sus enormes sistemas radiculares, construyen literalmente tierra fuera del agua. Tan pronto empiezan a morir, esa tierra desaparece. “Estamos viendo tasas de hundimiento de entre 2 y 4 centímetros al año, en cualquier lugar a lo largo de bahía Vizcaína o la costa oeste del norte de Florida de cabo Sable”, en humedales arrasados por el huracán.  

Muchos manglares se vieron tan fuertemente azotados por el huracán Andrew, en particular la región de las Diez Mil islas-  una cadena de islas e islotes de manglares localizada frente a las costas del suroeste de la Florida – que se han convertido en parte del océano, dice Wanless.

“Sobrevivir se ha convertido en todo un desafío,” dice. “Construyen suelo rápidamente y probablemente podrían capear un par de pies de aumento del nivel del mar por siglo si no ocurrieran huracanes, pero “veremos una rápida pérdida de manglares con la presencia de huracanes como el Irma.”

Eso crea problemas para las marismas del interior adaptadas al agua dulce, que los manglares ayudan a amortiguar contra tormentas y aumentos del nivel del mar. A medida que el agua salada entra en el interior, se desencadena el colapso de los suelos gruesos y orgánicos, que a su vez provoca más pérdida de tierra. “A medida que estos suelos se ven expuestos a la sal, la balanza se va inclinando hacia un deterioro más rápido”, dice el ecólogo de los Everglades Steve Davis.

Estos cambios son evidentes en cabo Sable, una franja de manglares, playas y humedales situado en la parte más meridional de la península de Florida que se está erosionando rápidamente y que se prevé sufrirá oleadas de entre 10 y 15 pies con el huracán Irma.

Todo esto tiene implicaciones para los millones de personas que viven en el sur de Florida, que dependen de la salud y funcionamiento de los Everglades para reaprovisionar su suministro de agua potable. Los acuíferos superficiales y costeros ya se están viendo contaminados por la entrada de agua salada. Y se prevé que esta amenaza empeore a medida que los océanos sigan avanzando sigilosamente y no haya agua dulce suficiente que pueda recargarse de los humedales. Entretanto, el crecimiento de la población y la expansion descontrolada podría duplicar las demandas de agua potable de los habitantes de Florida a mediados de siglo.

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