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Científicos critican duramente la propuesta de la administración Trump de permitir la pesca en islas prístinas del Pacífico

Científicos marinos advierten que si la administración Trump permite la pesca en aguas que rodean las ocho islas del Pacífico, Estados Unidos perderá uno de sus mejores laboratorios para medir las consecuencias del calentamiento global en la vida marina.
“Necesitamos puntos de referencias,” dice Alan Friedlander, de la Universidad de Hawaii en Mānoa en Honolulu. “Necesitamos arrecifes prístinos para ver lo que hemos perdido en otras partes, comprender mejor los arrecifes dañados y aislar los efectos del cambio climático.”

Una propuesta del Secretario de Interior Ryan Zinje pretende modificar las regulaciones en aguas alrededor de las islas Howland, Baker, Johnston, Wake, Jarvis, Palmyra, Rose y Kingman para permitir la pesca comercial.”

“Las islas son uno de los mayores tesoros naturales del mundo,” dice Callum Roberts, ecólogo marino de la Universidad de York en el Reino Unido. “Es difícil encontrar palabras que expresen mi consternación ante esta deplorable traición a las generaciones presentes y futuras.”

En 2009, el presidente George W. Bush designó las islas, que se extienden al sur de la cadena hawaiana, como monumentos nacionales. Todas, salvo la isla Wake que tiene una base militar, eran ya Refugios Nacionales de Fauna Silvestre antes de obtener ese estatus. Siendo refugios, la pesca comercial está prohibida dentro de las 12 millas náuticas, una medida que ha permitido preservar la salud de los arrecifes a pesar del aumento de las temperaturas. En el resto de la zona económica exclusiva de las islas – aguas a 200 millas de la costa – pescaban los palangreros de atún procedentes de Hawaii.

La designación de Bush prohibió la pesca a menos de 50 millas náuticas de la costa; en 2014, el presidente Barack Obama amplió la prohibición a 200 millas para las islas Wake, Johnston y Jarvis.

Se prevé que el presidente Donald Trump intente cambiar las regulaciones por orden ejecutiva o mediante una nueva proclamación de la Ley de Antigüedades, un movimiento que se impugnará en los tribunales, advierte Michael Gravitz, director de política y legislación en la organización sin ánimo de lucro Marine Conservation Institute en Washington D.C

Con una disminución en la abundancia de plancton debido a las aguas ecuatoriales cada vez más cálidas y que está haciendo que muchas especies de peces, principalmente atunes patudo y barrilete, migren hacia el norte, las aguas de alrededor de las islas Wake y Johnston, a 1.600 kilómetros al norte del ecuador, “son lugares donde precisamente se requieren áreas protegidas,” dice Robert Richmond, de la Universidad de Hawaii en Mānoa.

Richmond sostiene que “las islas cumplen todos los criterios” – abundancia de nutrientes, por ejemplo – para reponer las poblaciones de atún patudo sobreexplotado, con solo un 16 por ciento de la población estimada antes de que empezara la pesca industrial.

Las recomendaciones de Zinke no especifican si los pescadores podrían operar dentro de las 12 millas de la costa, lo que contravendría las normativas de Refugio Nacional de Fauna Silvestre. Pero el regreso de los pescadores comerciales, en especial de palangreros atuneros, fuera de la zona de las 12 millas ya resulta suficientemente lamentable, dice Richmond, que prevé una fuerte mortandad de tiburones y atunes, ya que la tasa de captura incidental es de un tiburón por cada dos atunes.

Una de las islas, Palmyra, es un escenario para el clima y los investigadores marinos. Localizada en la lluviosa Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), puede que Palmyra sea la única isla tropical prístina en el mundo, con una pista de aterrizaje, una estación de investigación y suficientes laboratorios para que los científicos estudien su ecosistema durante meses simultáneamente.

Cuando Jennifer Caselle oyó hablar de las recomendaciones, “Me quedé horrorizada”, dice. Bióloga experta en arrecifes de la Universidad de California en Santa Barbara, que encabeza el Consorcio de Investigación del Atolón de Palmyra, Caselle dice que tener pesqueros pescando tiburones de arrecife situados a un radio de 12 millas de la isla alterará lo que ahora es un ecosistema poco común dominado por depredadores.

Un destacado hallazgo en Palmyra ha sido descubrir cómo la lluvia se lleva los excrementos ricos en nitrógeno de las abundantes colonias de aves marinas de las islas al mar, donde los nutrientes crean floraciones de algas. A su vez las floraciones atraen al plancton, la presa favorita de las mantarrayas. El estudio ha hallado que el ecosistema se alteró en partes de la isla donde se plantaron palmeras importadas reemplazando los árboles nativos: las aves marinas no anidaron en las palmeras y, ante la ausencia de las floraciones de algas, las mantarrayas migraron a otro lugar.

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